bilbao. "Oh Sappey! ¡oh Lafrey! ¡oh col Bayard! ¡oh Tourmalet!... Al lado del Galibier, sois pálidos y vulgares bebistrajos", escribió Henri Desgrange, el padre del Tour, cuando un año después de descubrir el Tourmalet y el círculo de la muerte, que completaban el Peyresourde, el Aspin y el Aubisque, subió el Tour hasta la cima del Galibier. Altitud: 2.645 metros. El cielo; el mundo en silencio de las marmotas, las águilas y el viento musculado. Cuentan que una vez un periodista italiano se quedó bloqueado por la nieve en la cumbre y tuvo que pasar allí la noche. No pegó ojo. Le mantuvo alerta el murmullo inquietante de la oscuridad. Creía escuchar el aullido de los lobos hambrientos. No resistió. Escapó cuesta abajo y al llegar a la estación de esquí de Serre Chevalier le dijeron que no había carnívoros en toda la montaña del Galibier. Era el viento el que aullaba. Un viento gélido que peina un infierno; porque a la belleza brutal del paisaje que hace que uno se sienta pequeño, mínimo, un grano de arena en la inmensidad del universo, se contrapone la crueldad de la subida, sobre todo su cara norte, la del Telegraphe, la de Valloire: desde Saint Jean de Maurienne hay 11,7 kilómetros de subida hasta el Telegraphe, una bajada de 4,5 hasta Valloire y 17 más hasta la cumbre del Galibier; son 34 kilómetros en un porcentaje medio del 6,9%. Es la cara legendaria del coloso alpino. Allí se han registrado las más hermosas batallas ciclistas desde que en 1911 se subiera por primera vez. Se escaló por el viejo túnel abierto en 1976 y el primer hombre en su cima fue el francés Emile Georget. Tardó dos horas y 38 minutos. Lo contó Desgrange. La primera poesía que emanó del Galibier. "Oh Sappey! ¡oh Lafrey! ¡oh col Bayard! ¡oh Tourmalet!...". Un siglo después, el Galibier vuelve a ser el faro del Tour. Lo verá Desgrange. Su estatua permanece allí arriba, donde aúlla el Galibier.
el águila del galibier Ese aire viene cargado de historias apasionantes. Aventuras como las de Vicente Trueba, la Pulga de Torrelavega, que lo coronó en 1933 después de que el Tour olvidara durante años el Galibier. Un año después voló sobre la cima Federico Ezquerra. Aquel día, el vizcaino tenía alas en los pies. Empezó retrasado el Telegraphe, fue remontando y a un suspiro de alcanzar esa primera cima superó a René Vietto. No vio a Desgrange por allí, pero casi lloró de alegría. Había ganado 10.000 francos. La cifra se multiplicó sobre el Galibier. Allí sí estaba Desgrange. Ezquerra volvió a subir más rápido que nadie dos años después, en 1936. Se ganó el sobrenombre de el águila del Galibier. En medio, la tragedia. En 1935 otro vizcaino, Francisco Cepeda, encontró la muerte en el descenso del Lautaret. Había subido con los mejores y descendía hacia Briançon. No llegó. Se salió en una curva del Lautaret y se golpeó la cabeza. Murió seis días después en un hospital de Briançon. Fue la primera víctima mortal del Tour.
De un desenlace fatal se libró Gino Bartali en el 37. Coronó en solitario y en el descenso acabó tendido y magullado en un torrente. Vivió para contarlo. Años después, en el 52, el italiano y su antagonista, Fausto Coppi, dejaron para la historia una de los momentos más entrañables y enigmáticos: una instantánea recoge el momento en el que un bidón de agua pasa de la mano de Coppi a la de Bartali; o de la de Bartali a la de Coppi. Nunca se aclaró la dirección de aquel botellín. En 1955 Charly Gaul pasó con un cuarto de hora de ventaja. Federico Martín Bahamontes ha sido el único capaz de hollarlo con diez años de intervalo, 1954 y 1964. Anquetil dejó sentado en esa dura cara norte a Jesús Loroño en el 57. Mucho más tarde, 1986, Hinault y Lemond, compañeros en La Vie Claire, se fugaron en solitario en una muestra de superioridad absoluta. El francés, viejo, en su último Tour, rogó luego al americano que le dejase ganar en el Alpe d'Huez. Para Lemond era la primera victoria en el Tour. En el Galibier dio Indurain una Vuelta de tuerca al Tour de 1993, el del duelo con Rominger. El último gregario del navarro que permaneció en activo, José Luis Arrieta, fue el segundo y último vasco, tras Ezquerra, en coronarlo. Fue en 1999.
Alpe d'Huez, Tourmalet... Hasta donde aúlla el viento del Galibier corre el Tour 2011. Tres días antes de llegar a París, la etapa acaba en su cima, pero se sube por el lado del Lautaret, más suave. Al día siguiente, una etapa brevísima, 109 kilómetros, afronta la cara norte para encarar luego el Alpe d'Huez, otro lugar con un poso histórico insondable. El Tour, a diferencia del Giro y la Vuelta, que buscan nuevos colosos, muros imposibles, no se despega ni un milímetro de su tradición. El Tour, repiten algunos ciclistas cuando les preguntan año tras año por el recorrido, son siempre las mismas cuestas, los mismos lugares. El que empieza el próximo sábado arranca en el Passage du Gois, un paso angosto que cubre el mar cuando sube la marea, donde en 1999 Armstrong empezó a ganar su primer Tour después de que Alex Zulle, segundo luego en París, perdiese en una caída las gafas y más de siete minutos. Hay luego, el segundo día, una crono por equipos corta, una carrera vertiginosa por Bretaña, territorio Hinault, y la caldera del Macizo Central. La segunda semana llega la montaña. Primero los Pirineos, sus lugares mitológicos. Tourmalet y Luz Ardiden en la primera etapa; Aubisque en la segunda, y Plateau de Beille en la tercera. Para el final quedan los Alpes. El Galibier y su viento carnívoro, Alpe d'Huez, y 24 horas antes de París, una crono, la única individual, 42,5 kilómetros, en Grenoble.