milán. La superioridad de Contador ha sido tan abrumadora -Gimondi, por ejemplo, repite una y otra vez que desde la exhibición del Etna todo el pescado estaba vendido-, que durante la última semana del Giro se ha hablado más del futuro y el pasado que del duro presente, las ásperas montañas, los kilometrajes desmedidos, el agotamiento general de un Giro que resume mejor que nadie Antón cuando dice que ha acabado muerto "como el 99% del pelotón". Parte del 1% restante es Contador, la fortaleza con dorsal, que habita en la misma prisión atemporal que todos los campeones que le precedieron: entre ayer y mañana; la historia recorrida y la historia por recorrer. Hoy, ahora, es un instante efímero bajo la sombra del Duomo de Milán, tan monumental y barroco como el propio Contador, que besa la copa dorada y enroscada donde figuran todos los ganadores de la historia del Giro y, entre lágrimas, emocionado como pocas veces, sube un nuevo escalón en su frenética carrera hacia el panteón ciclista. La conexión con el pasado es inevitable; la comparación, un examen al que se someten con resignación cristiana todos los que pedalearon para la historia.

En la medición de la grandeza, Eddy Merckx es el metro patrón. Merckx habla así: "Contador ha demostrado que es imbatible. Es el corredor más completo que existe. Puede ser el nuevo Merckx, seguro, es tan fuerte como yo en las grandes; para las clásicas, lo veo más difícil porque el ciclismo ha cambiado mucho". Nadie le revoca. A Contador, como a todos los demás que estuvieron un tiempo sobre el pedestal del ciclismo mundial, el puente hasta Merckx le produce una modesta alergia. ¿Corre para la historia o contra ella? ¿Contra Armstrong, contra Indurain, Hinault, Merckx y los demás? Es lo que le preguntan un día del Giro. "No, no corro contra nadie ni contra nada", responde el español. "Corro para disfrutar. Corro porque me gusta andar en bicicleta". ¿Y corre para ser un caníbal, como Merckx? "Tampoco. Corro para ser Contador".

Contador, rememoran ahora los veteranos de ojos achicados por la carrera de la edad, corre como corría Coppi en los 50, Anquetil en los 60, Merckx en los 70, Hinault en los 80 e Indurain en los 90. Aplastando. Su escalada es imparable. Su segundo Giro es también su sexta grande: tiene tres Tours, dos Giros y una Vuelta. La marca le eleva en la historia por encima de leyendas como Gino Bartali, Alfredo Binda o Felice Gimondi. Solo Merckx, Hinault, Anquetil, Coppi, Indurain y Armstrong tienen más. La imbatibilidad de la que habla Merckx y muchos entienden como una alabanza educada es una realidad tan abrumadora que refleja una epopeya que comenzó en julio de 2007 y aún no ha encontrado fin. Desde entonces Contador está imbatido en las grandes. Ha corrido tres Tours (2007, 2009 y 2010) y los ha ganado; dos Giros (2008 y 2011) y lo mismo; también una Vuelta (2008) con idéntico resultado. Únicamente Merckx, con 10 grandes seguidas, todas las que corrió desde 1979 a 1974 (cinco Tours, cuatro Giros y una Vuelta), y Lance Armstrong (siete Tours consecutivos) se han desplegado con tanta contundencia durante más tiempo. El americano con un matiz: en siete años solo corrió, de las grandes, el Tour. A Indurain la racha de cinco grandes consecutivas (tres Tours y dos Giros) se la cortaron Berzin y Pantani en el Giro de 1994. Luego ganó dos Tours más. "Alberto", cuenta Bjarne Riis, su director ahora y antes de Ivan Basso, Sastre y los Schleck, "es fantástico, un fenómeno. No hay discusión sobre su calidad. Va fuerte en las subidas, en las cronos y no se descuida en la bajada. Va atento en el llano. Es capaz de sorprender en un repecho -recuerden: Tropea, a lo Bettini-. Sabe hacer todo. Y todo bien. Tácticamente es fuerte, y de cabeza, también". La genética, necesariamente privilegiada, la acoraza, como bien dice Riis, una mente que es como un músculo al que el sacrificio involuntario, las desgracias y reveses encadenados en una vida en carne viva -el cavernoma y el abismo de la muerte, sobre todo-, han convertido en una fortaleza inexpugnable. Una muestra: ha ganado su sexta grande con la mayor diferencia, sideral, que jamás había obtenido antes en las otras cinco cuando se encuentra inmerso en un juicio por dopaje que evalúa el TAS. Eso, a cualquiera, le hubiese derrumbado. O, al menos, mermado, distraído, diluido. Para llegar al límite hace falta partir de cero en el dolor. Las mentes atormentadas no pueden pedalear. Alberto, cuentan, sigue en pie porque tiene una capacidad asombrosa para desinhibirse, abstraerse. Su burbuja es la bicicleta. Pedalea y no escucha nada más que el viento silbándole en los oídos. "Desde fuera las cosas se ven muy fáciles. Parece que gano sin esfuerzo. Pero yo trabajo mucho, muchas horas de entrenamiento y sacrificio, para llegar a esto", alega el español. "Alberto es muy serio y sabe hacer su trabajo al cien por cien", abunda Riis, que no cree en esas cosas de la rabia y la ira como propulsor de los ciclistas.

Como Indurain De eso, de la rabia, de la competitividad extrema de la que había dado muestras en otras ocasiones y que le había equiparado al canibalismo de Merckx, también se ha desprendido con delicada astucia Contador. Ha ganado y ha dejado ganar. Como antes Indurain. Y en los gestos magnánimos -Rujano en el Grossglockner y, sobre todo, Tiralongo en Macugnaga- es cuando se ha metido al público italiano en el bolsillo. Abucheado en el Zoncolan -se le hacía injustamente responsable de la suspensión de la subida al Crostis-, ayer fue aclamado en la plaza del Duomo pese a haber relegado a un segundo plano, como hacía Indurain con Bugno y Chiappucci, a dos italianos, Scarponi y Nibali. Contador, asediado en el TAS, necesita cariño. Quizás por eso, un pequeño surco salino recorrió su mejilla al bajarse de la bicicleta, levantar los dos brazos y escuchar la ovación de la Italia ciclista.

Y ahora el Tour La misma pregunta que le hacen y evoca al pasado -"nadie desde Pantani en el año 1998 ha ganado el Giro y el Tour el mismo año, ¿se ve usted capaz de hacerlo?"- es la pasarela hacia el futuro de Contador, que se agarra, cansado, agotado por un Giro extremo, al presente rosa. "Quiero disfrutar un poco de todo esto. Y descansar. Dentro de unos días hablaré con Riis, veremos cómo he recuperado y decidiremos si vamos al Tour", dijo ayer. Hace unos días, cuando se supo que el TAS había aplazado la vista de su caso y que eso le abría las puertas del próximo Tour, Riis le preguntó lo mismo que se pregunta todo el mundo.