Igor Antón (Euskaltel-Euskadi)5h04:26

Alberto Contador (Saxo Bank) a 33''

Vincenzo Nibali (Liquigas) a 40''

GENERAL

Alberto Contador (Saxo Bank)54h.45:45

Vincenzo Nibali (Liquigas) a 3:20

Igor Antón (Euskaltel-Euskadi) a 3:21

Hoy, etapa 15: Conegliano-Gardeccia, 229 kms. 15.00 h. (ETB-1, Eurosport, Veo7)

Zoncolan. Cuentan que lo mejor de caerse es levantarse. Salir del túnel. Igor Antón entró ayer en uno estrecho, húmedo y oscuro como la noche y cuando salió le iluminó una luz cegadora. Estaba en la cima del Zoncolan. Más alto imposible. Más dichoso, tampoco. Lo describió como un viaje místico. Él es así: "Cuando te va todo sobre ruedas, a veces puedes llegar a perder la conciencia de lo que cuesta conseguir las cosas. Pierden su valor. Pero cuando das dos pasos para atrás y luego los remontas, ese momento es mágico, te sabe a gloria". O a champán. Le echó un trago largo a la botella sobre el podio después de los besos de cera de las azafatas y regaló el ramo con un lanzamiento olímpico que fue a parar al público, tercamente inamovible pese a que llovían piedras. A Mikel Nieve, compañero navarro de Antón, el granizo le rebotaba en el maillot y las gotas de lluvia le surcaban la mejilla. Tampoco sentía el frío conquistándole metro a metro los huesos. Nadie era capaz de ponerle una chaqueta. Si hoy se lo cuentan, dirá que es mentira. Hay momentos en que todo lo externo parece no existir. De dentro, de las honduras del sentimiento, se le salió a Nieve el corazón: "¡Es un crack!". Fue un pálpito. Nada tan breve define mejor al vencedor del Zoncolan.

Los cracks nunca se rompen. El rasgo de los excepcionales es que son de acero. Ingobernables. Nada les tumba. Se caen y se levantan. Saben sobreponerse. Arreglan las alas y vuelven a volar. Y cuando lo hacen son aún mejores, más fuertes, más maduros, más completos. También, más excepcionales. Igor es de esos, de los que tienen muelles en los pies. Claro, es escalador. Lo suyo es subir. Levantarse. Lo ha hecho varias veces. La primera, hace tres años, en la bajada de El Cordal. Caminaba hacia el Angliru y acabó sentado en el quitamiedos. Tenía el troncánter de la cadera roto. Una avería de las gordas. El pozo de los pozos. De ahí le costó salir. "2009 fue un mal año porque no me recuperaba muscularmente", recordó ayer. Peor era la radiografía personal. A su madre le detectaron un cáncer y él sufrió el azote sentimental. Asuntos del corazón. Contra eso no hay aspirinas. El tiempo, nada más. Eso les curó a ambos. Ama, tan escaladora como el hijo, está como nueva, ni rastro del maldito cáncer; y no hay rescoldos de aquel dolor en el corazón de Antón. Eso pasó. "Esta victoria es para Idoia", dijo. Su novia. Del lado oscuro se vuelve con más arrugas. Y una capa más de protección. Por eso la frustración mayúscula de la pasada Vuelta -recuerden: había ganado dos etapas, iba líder y volaba hacia Madrid cuando un batacazo tremendo al pie de Peña Cabarga le dejó anclado al suelo- la masticó con entereza desconcertante. El mundo se retorcía de pena y dolor a su lado y él, envuelto en sangre su maillot rojo roído, hablaba de las cosas de la vida, de la montaña rusa en la que estamos todos, a veces arriba, a veces abajo y que había que tomárselo así, sin dramatismo. De cualquier manera, estaba otra vez en el pozo.

Si ese lugar tuviese nombre, se podría llamar Ovaro, un pueblo alpino, las casitas de madera, los verdes y floridos prados, que mira de abajo-arriba al Zoncolan. Allí, en Ovaro, estaba Antón hace unos meses. Y ayer, sobre las cuatro de la tarde. Lo bueno de estar abajo es que solo queda un camino. Tirar pa'rriba. No es fácil, claro, porque nadie regala nada, y si fuese así, sin sudor ni sufrimiento, un paseo, no sería lo mismo, no sabría igual el sorbito de champán. A la redención plena se llega por el trayecto más duro. Poniéndose a elegir, nada más duro que el Zoncolan. 10 kilómetros bestiales; los siete últimos, infernales. Un buen lugar para renacer.

ataque letal Eligió ese lugar Antón. Por duro y por lejano. Le siguió Contador. Y después Scarponi, que es duro como una piedra y terco como una mula. Nibali, inteligente y calculador, siguió a lo suyo. Los demás, el enjuto y bravo Rujano incluido, empezaron a pensar en sobrevivir. Menchov, viejo y diablo, le cogió la medida a la pendiente y salió a flote; Kreuziger y Arroyo boqueaban como peces fuera del agua.

Un kilómetro más arriba, cinco y medio para tocar el cielo, Contador se soltó de la rueda de Antón y se descolgó hasta la de Scarponi. Igor se adelantó unos metros. "Antón iba muy fuerte y yo pensaba en la general", dijo luego Alberto. "¿Que qué tal me llevo con Contador? Bien, pero él es inteligente. Habrá subido fuerte, aquí cada uno va a lo suyo". Alberto a asegurar el rosa; el vizcaíno a por la etapa. Quedaban cinco kilómetros a la cima. Era lo más duro. Donde más padeció Igor. "Se me ha hecho eterno". Tuvo que pedir a sus piernas que regularan. "Es el puerto más duro que he subido. El día que más he sufrido en toda mi carrera". Y el que más disfrutó. "Es impresionante, la gente, el lugar", resumió. "Pero vas tan concentrado a lo tuyo que no ves nada, ni las caras ni los gestos ni nada de nada". Tampoco oía. Y lo necesitaba como el respirar. Quería saber dónde estaba. Sí, en el Zoncolan. ¿Pero a cuánto de meta? ¿Con cuánta diferencia? ¿Les llevo dos metros, diez, veinte? ¿Cuántos? Suplicaba. Nada. No escuchaba nada. Pero sentía. Vaya si sentía. Igor es un místico. También en el Zoncolan lanzó su último ataque Pantani, en mayo de 2003, menos de un año antes de morir y ser enterrado en Cesenatico. Pantani es el ídolo de Antón. Le tiene tatuado en el recuerdo. "Está en el de todos". A su tumba se fue a verle una mañana de 2005 con su amigo Laiseka el día que descansaba el Giro de su debut, el que le hizo ciclista porque conoció los límites más lejanos del dolor. Ayer también sufrió. Lo indecible. Hacia la primera victoria de Euskaltel-Euskadi en el Giro, con la que cierra el círculo que abrió Laiseka en Abantos en 1999. Ya tiene triunfos en las tres grandes. Y Antón, el suyo en el Giro. "Era el objetivo". Levantarse. Vuelve a estar de pie. Alto, muy alto. Sobre el Zoncolan. ¿Se puede estar más arriba? Quizás sí: ganó la etapa, pero, además, ya es tercero a 3:21 de Contador pero a solo un segundo de Nibali. "Ganar el Giro está muy jodido, pero ahora tengo que luchar por mantenerme y, por qué no, mejorar un poco más". Hoy, otra etapa legendaria, puede seguir subiendo.