1º Mark Cavendish (HTC-H.)4h00'49''
2º Fran Ventoso (Movistar) m.t
3º Alessandro Petacchi (Lampre) m.t
GENERAL
1º Alberto Contador (Saxo Bank)37h04'40''
2º Kanstantsin Sivtsov (HTC-H.) a 59''
3º C. Le Mevel (Team Garmin-Cervelo) a 1:19
Hoy, etapa 11: Tortoreto-Casteldifardo, 144 km. 15.00 h. (ETB-1, Eurosport, Veo7)
TERAMO. Recuerdo de otros tiempos, el Giro de la modernidad sube hacia el norte de Térmoli hasta Teramo paralelo a la costa en una etapa clásica: escapada -Beppu, Cazaux y Krivstov- que controla el equipo del líder, tumban los galgos de los velocistas y remata Cavendish al sprint. Es una excepción. Todo cambia. ¿Una prueba? El domingo y el lunes se celebraron elecciones locales en algunas regiones de Italia que Silvio Berlusconi calificó la víspera como un plebiscito para el Gobierno nacional, y las urnas amenazan con descabalgar al Cavelieri, aferrado al poder desde hace una década, pues corre el riesgo de perder Milán, emblema y capital del norte rico e industrial, debe esperar a la segunda vuelta para saber si conquista Nápoles, el sur, y llora las contundentes derrotas en Turín y Bolonia, en manos de la izquierda, que no tiene un líder carismático pero le puede catapultar el hastío de la Italia burguesa. Huele a cambio de rumbo político, lo que hace que los más escépticos y resignados se froten los ojos incrédulos y empiecen a creer que todo es posible, que nada es inmutable. ¿Otra prueba? En el Giro, la carrera que nació ya vieja en 1909, símbolo de la tradición más enraizada, ya no se corre a la italiana, un sello de más de un siglo.
La discordancia, en Italia no se corre a la italiana, despierta una sonrisa revanchista en Pablo Lastras, que ha sufrido tantas veces las argucias de los ciclistas italianos que el sábado se tomó como suyo el triunfo moral de Contador tras el ataque en el repecho de Tropea -fue Pablo el que le susurró a Alberto al oído cómo eran esos dos últimos kilómetros y el madrileño se lo agradeció después- y se felicitó porque al fin alguien les había dado de su propia medicina: conocimiento del terreno, buena colocación, ataque sorpresa y las bonificaciones al saco.
El fotograma no es anecdótico. Muestra un escenario cambiante en el Giro de Italia, un molde de más de cien años hecho añicos. Si decidieran hacer un experimento y colocasen a un ciclista de los de antes, Cipollini, por ejemplo, retirado hace solo un lustro, y no le dijesen en qué carrera está, no diría el Giro. Se han esfumado ciertos rasgos: no hay fotos de Franco Vona lamiendo un helado en los primeros kilómetros de la etapa; ni un guión, piano piano durante toda el día para volar en las dos últimas horas, 90 kilómetros, hacia una volata ineludible; han desaparecido las horas alegres y plácidas bajo el sol a cola de pelotón. "El Giro se ha convertido en una carrera perpetuamente tensa, sin un minuto de respiro", reflexiona Luca Gialanella, responsable de ciclismo de La Gazzetta dello Sport, que sostiene que el giro del Giro lo ha provocado Angelo Zomegnan y su rastreo geográfico milagroso por la Italia más abrupta e insidiosa, lo que ha convertido a una carrera pasional en un ingenio apasionado y taquicárdico. Los ciclistas lo ven de otra manera: una faena continua.
los giros de indurain Por establecer un marco comparativo, Gialanella habla de los Giros de Indurain, más de cien kilómetros contrarreloj, 60 de ellos comprimidos en un día llano de los de arrastrar el plato y carretera y manta, y, por tanto, sometido a la ley matemática de Miguel, una certeza aritmética. "La carrera quedaba anestesiada, porque, además de la superioridad de Indurain, no había etapas, salvo algunas de montaña, que invitasen a nada, sino jornadas llanas sin alicientes que siempre se corrían y acababan de la misma manera", abunda. "Esos días llanos", confirma José Luis Arrieta, director ahora del Movistar pero gregario de Miguel en el Giro de 1993, el segundo que ganó el navarro, "nos poníamos a tirar para mantener el ritmo sabedores de que luego vendría el Saeco de Cipollini para coger a los escapados. Llegaban los últimos 90 kilómetros y calculabas: Vale, en dos horas estamos en meta. Era lo que ocurría".
Gianni Savio, manager del Androni, un equipo que subsiste, bajo diferentes denominaciones, desde los 80, recuerda que hace años su Colombia-Selle Italia alcanzó un récord histórico en el Giro: durante 12 etapas seguidas sus corredores formaron parte de la fuga del día. "Y todas las tumbó en el último kilómetro el Fassa Bortolo de Alessandro Petacchi. Antes siempre era así. Y había muchos días llanos, el modelo del Tour de ahora, en la primera semana, lo que hacía aburrida la carrera pese a que aquí, en Italia, el sprint se viva con más intensidad que en cualquier otro lugar. El cambio de recorrido, donde todos los días puede ocurrir y, en muchos, ocurre algo, ha hecho renacer a la carrera, ha logrado que la atención del espectador sea ininterrumpida", traza Savio.
El arquetipo de la carrera moderna, razona Gialanella, es el que propone el Giro, una competición infinitamente más apasionante y atractiva. "Y es seguro que es actualmente la más moderna de las carreras, mucho más que el Tour, por ejemplo, que ha intentado modificar algo pero sigue fiel a su modelo clásico porque, quizás, sea la carrera que menos necesite una revolución. Su modelo siempre funciona". "Y a esa modernidad", explica Lastras la gran paradoja que propone el Giro, la carrera que late, "quizás los ciclistas italianos hayan sido los que peor se han adaptado, al menos de momento, en contraposición a los españoles y, sobre todo, a los anglosajones".
Se nota, también cuentan los expertos, la ausencia de un capo italiano que marque territorio. "No hay un Cipollini que diga stop, piano, esto lo vamos a correr así. Eso era un rasgo característico del Giro, desde siempre. Cuando Moser y Saronni también ocurría. Los italianos siempre han impuesto su manera de correr tan peculiar", dice Gialanella. Contador, español, el mejor ciclista del mundo, marca ahora las reglas. "Pero no es un verdadero capo. Es el mejor, pero no cierra la carrera como lo hacía Miguel, por ejemplo. O Hinault. O Armstrong. Así que el Giro va todos los días loco, descontrolado. Y eso lo hace atractivo".
Todo eso del ciclismo moderno provoca que el ciclista moderno por excelencia, Cavendish, se levante por la mañana en Térmoli y brame irónico a través del Twitter. "Look! Look! Oh! Oh! Oh! Look! Look! A sprint! A real sprint! For sprinters!". Disgustado por las pocas oportunidades que le da el Giro para lanzarse como una bala de cañón, Cavendish aplasta horas después a Ventoso y Petacchi en el ligero repecho que sube hasta Teramo, el tejado nevado de los abruzzos levantados al fondo como amenaza. Es su sexta victoria de etapa en el Giro. Los tres esprines que ha habido hasta ahora se los han repartido entre Petacchi, Ventoso y Cavendish. Y solo podrán sumar una más, mañana. Así que los velocistas miran con telescopio y morriña los años de los nueve triunfos de Ale-jet en 2004, otra época.