1º Brice Feillu (Leopard)5h55'58''
2º Dominic Klemme (Leopard) m.t.
3º Thomas Rohregger (Leopard)m.t.
GENERAL
1º David Millar (Garmin)10h 04' 29''
2º Ángel Vicioso (A. Giocattoli)a 7''
3º Konstantsin Sivtsov (HTC)a 9''
Etapa de hoy, 5ª: Piombino-Orvieto, 191 km. ETB-1, Eurosport y Veo 7 (14.55 h.).
LIVORNO. Desde la playa de Quatro, Génova y el aliento fresco y salino del Mediterráneo, partieron Garibaldi y sus mile hacia Sicilia para unir Italia, y, medio siglo después, unido por un hondo pesar, un sentimiento de desesperanza insondable, zarpó el Giro, ovillado el estómago, achicada el alma tras el minuto de silencio más largo e intenso que se recuerda en memoria de Wouter Weylandt, caído y muerto la víspera en el descenso del Passo del Bocco por culpa de una mezcla indigesta de velocidad, riesgo, descuido e infortunio, el filo de la navaja por el que pedalean los ciclistas a diario.
Así que hay caras largas y espectrales y ciclistas taciturnos que se mueven por el parking de la playa, bajo el sol, como si huyeran y no supieran hacia dónde, porque circulan con la bicicleta solos y desnortados y al rato, sintiéndose desamparados y frágiles, se giran y regresan al abrigo del rebaño de su color, la gran familia itinerante. Por ahí está Jorge Azanza, pétrea y lánguida la mirada tras una tarde-noche de desasosiego que no consigue desterrar porque le viene a la cabeza, una y otra vez, el fotograma del rostro ensangrentado del compañero caído en el campo de batalla. Solo por la mañana, cuando viste de nuevo el uniforme, siente Jorge la punzada del dolor físico. Recuerda entonces que él también se cayó, un poco antes que Weylandt, y se lame las heridas, la pierna derecha, el golpe seco en el hombro, y, quizás, al mirarse en el espejo se siente afortunado de seguir entero, de una pieza.
Por la noche, en torno a la mesa, los ciclistas digirieron apiñados la noticia. Compartieron su angustia. En la cena de uno de los equipos del Giro, los más veteranos, curtida la piel y forrado el corazón de sinsabores pasados, tuvieron que hacer de padres de los jóvenes, más tiernos, bisoños e impresionables. Les explicaron que así era la vida. Que los accidentes ocurren. Y que, a veces, son fatales. Se habló de los riesgos laborales, que no son exclusivos del ciclismo. Se recordó que también, por desgracia, mueren los albañiles caídos desde el andamio. Y que muchos montañeros se quedan para siempre cubiertos por las nieves del Himalaya. Y que a los arrantzales se los traga la mar en días bravos de tempestad. Los jóvenes escucharon y asintieron. Más adelante, entenderán.
"la rueda sigue girando" "Intento no darle más bombo, no atascarme en eso. No es fácil, te afecta, pero me convenzo a mí mismo diciéndome que estas cosas pasan, y no solo en el ciclismo, también en la vida. Yo las he vivido. Y la conclusión a la que llego es que no se puede hacer nada y que no puedes pararte, que la rueda sigue girando", reflexionaba Igor Antón. "Aunque sueno duro, que no sea una persona cercana a la que sepas que vas a echar de menos a diario ayuda a digerir el mal trago, pero sigue siendo doloroso", dice otro ciclista, que, al igual que muchos, habla desde la trinchera del anonimato, por pudor y respeto, en voz baja y encogido, y un suspiro como punto de cada frase, que siempre es la misma: ¿Y qué le vas a hacer? Es una pregunta retórica.
Joaquim Rodríguez llegó el lunes al hotel después de la etapa, telefoneó a su mujer y no le mencionó lo que había ocurrido. "Ella no lo sabía. Mejor así. Tengo dos hijos. Allí, en casa, sufren más que yo con estas cosas", dice el catalán.
A Samuel Sánchez, que no corre el Giro pero lo ve cada tarde sentado en el sofá frente al televisor con su mujer y sus hijos, le recorrió el espinazo un estremecimiento de magnitudes sísmicas. Su mujer le miró y le dijo algo así: "El mundo del ciclismo sufre con esta muerte, es normal, pero el palo es para la familia, la mujer y ese hijo que esperan. No es fácil superar ésto".
Las familias de los ciclistas que se pasan las noches, tras la cena, paseando por el parking de los hoteles con el móvil pegado a la oreja para atrapar así la caricia de su voz y sentirse más cerca de casa, huyen del pensamiento oscuro de la catástrofe. No quieren imaginar los desenlaces fatales. Ni quieren saber que sus novios, maridos, hijos y padres se entregan a la adrenalina que elimina la percepción del riesgo. No quieren llegar a la conclusión final: un día se caen y se dejan la vida en la carretera.
la inseguridad "Es mejor no pensar en eso", aseveran los corredores, que reconocen lo desafortunado del desenlace fatal de la caída de Weylandt, pero no renuncian a abrir la brecha del debate de la seguridad, tan latente en un Giro salvaje en la dureza y filoso en el riesgo. "La seguridad debe ser la piedra angular del ciclismo moderno", protestan algunas voces que reprochan a Angelo Zomegnan excesos que justifica en nombre del espectáculo. "La de la caída no es una de las peores bajadas que hemos tenido. Lo ocurrido es una desgracia con mucha parte de mala suerte, pero eso no puede ocultar el problema de fondo. Tendremos que buscar una respuesta a la eterna pregunta: ¿Dónde está el límite", cuentan. "Somos marionetas", abundan. "El Giro se felicita por sus recorridos y dice que nadie se atreve a hacer lo que ellos hacen. Claro, hay cosas que no se pueden hacer. Y ellos lo hacen. Un día nos dirán que les quitemos los frenos a las bicicletas y cuando preguntemos por qué, no responderán: Por el espectáculo".
Los ciclistas protestan, la mayoría, desde el anonimato. Las asociaciones que les representan -Gianni Bugno, presidente de la internacional- no dicen nada cuando hoy se corre la etapa temida de los tramos de tierra blanca de la Toscana y en el horizonte aparecen los Alpes Cárnicos y el inédito Crostis con su descenso estrecho, descarnado y asomado al vacío de un barranco infinito. "Quieren poner redes como en las pistas de esquí. ¿Echo de menos el sentido común", lamenta uno de los veteranos del Giro.
A los excesos del Giro puso coto ayer Pascale Schyns, comisaría UCI y jefa de prensa de varios ciclistas: "Los reglamentos de la UCI están para proteger la integridad de los ciclistas. ¿Por qué entonces recibieron los organizadores del Giro el permiso para poder acoger a un número mayor de equipos en la salida de la prueba para dar más espectáculo, el permiso para transgredir una de las más antiguas normas del reglamento, no permitir un pelotón de más de 200 corredores en la salida de una prueba internacional? ¿No era suficiente ya con poner en el recorrido una bajada donde los ciclistas van a rozar la muerte y un recorrido donde tendrán que ir más allá de sus límites con siete llegadas en alto?".
Y responde ella misma: "Solo cuando ocurre un accidente se cuestionan las reglas. Cuando es demasiado tarde. Lo único que va a ganar el Giro es una carrera teñida de luto hasta el final. Es una muerte que nos ha dejado helados a todos", reconoce.