Sin apenas tiempo para digerir todos los análisis y las polémicas que arrojó la resaca del segundo clásico liguero de la temporada, Barcelona y Real Madrid volverán a verse las caras esta noche (21.30 horas, TVE1) con el primer título de la temporada en juego y con dos formas diferentes, pero próximas, de encarar un duelo en el que a ninguno de los dos le valdrá excusa alguna para justificar una derrota. En un campo neutral, el de Mestalla, azulgranas y merengues pelearán por la Copa del Rey, un trofeo habitual en las vitrinas del club catalán que su eterno rival no cata desde hace casi dos décadas. El Barça, el mejor equipo del mundo, uno de los mejores de la historia, se ve obligado a ganar. El Madrid, huérfano de alegrías durante demasiado tiempo, lo necesita.
Dos estilos diferentes de entender el fútbol, dos filosofías de vida contrapuestas, afrontan una final que corre el riesgo de convertirse en una nueva partida de ajedrez sin espacio para el espectáculo. José Mourinho pretende dar un giro de tuerca más a sus rácanos planteamientos para evitar que su rival se divierta con la pelota. Satisfecho con el rendimiento ofrecido por sus hombres en el primer asalto, en el empate del pasado sábado, y avalados sus métodos por un madridismo ávido de celebrar algo, ha trabajado durante toda la semana con un esquema aún más conservador que el planteado para cortocircuitar al rival en el Santiago Bernabéu.
Consciente del abismo futbolístico que distancia a ambos equipos, el técnico luso volverá a apelar al músculo, con un trivote en el que de nuevo incrustará a Pepe, para ahorrarse bochornos como los del choque liguero de la primera vuelta. Aplaudido su tacaño plan táctico por el entorno merengue -prensa y afición celebran unos métodos que se le censuraron, entre otros, a Fabio Capello-, para el duelo de esta noche se quitará la careta y dispondrá un equipo sin delanteros. ¿Para qué los quiere si luego han de dedicarse a perseguir el balón?
Ozil, que el sábado aportó otro aire al equipo en los últimos minutos, parece llamado a la titularidad, pero el sacrificado no será ninguno de los tres medios defensivos con los que planteó el primer asalto de este carrusel de clásicos, sino Karim Benzemá. Johan Cruyff y Alfredo di Stéfano, leyendas de un deporte que Mourinho matematiza sin piedad, ya criticaron el pavor con el que parece preparar los duelos ante el equipo culé. Pero al portugués le da igual. Contra el Barça no cazará ni con gato ni con perro. Si se mantiene fiel a los ensayos previos, Benzemá compartirá banquillo con Adebayor e Higuain. Toda la artillería en la recámara. El plan es otro: agazaparse y tratar de aprovechar la velocidad de Cristiano y Di María.
el 'cid' puyol En el bando contrario una patina de aparente tranquilidad enmascara la ansiedad de un equipo que debe ganar y en el que la plantilla se ha conjurado tras la optimista digestión que en Madrid se le ha dispensado a un empate que, en el mejor de los casos, ha retrasado la celebración del título liguero. Pep Guardiola, fiel a su estilo, ha tratado de dirigir los focos al césped de Mestalla en lugar de permitir que la temperatura de la final se elevara en vísperas del partido. Ayer, sin ir más lejos, intentó quitar hierro a la salida de tono de Messi, que golpeó un balón con rabia hacia la hinchada del Bernabéu en los últimos minutos del choque del sábado: "Si la gente se ha enfadado con el gesto de Leo, yo personalmente pido disculpas", manifestó el técnico culé en una rueda de prensa en la que apenas aclaró sus planes para esta noche.
Tampoco habrá excesivas novedades. Más allá del relevo en la portería -Pinto será titular como a lo largo de todo el torneo copero-, la principal duda del preparador barcelonista se centra en el estado del capitán Carles Puyol. El central, que reapareció en el Bernabéu después de tres meses en el dique seco y abandonó el césped en camilla, ha trabajado los días previos para estar presente en la final de Mestalla. Guardiola, de hecho, lo incluyó en la lista de veinte jugadores con la que viajó a Valencia, aunque habrá que ver si su incursión responde más a motivos anímicos, sobre todo teniendo en cuenta lo que viene por delante, o si realmente está para jugar.
Lo que parece claro es que, con o sin Puyol, el Barça se mantendrá fiel a su espíritu. Dos estilos, dos filosofías, dos mundos, se enfrentan hoy en un duelo teñido por la necesidad. Hoy sí, sólo uno puede resultar vencedor. Las argucias tácticas de Mourinho vuelven a cruzarse en el camino de un equipo obligado a seguir haciendo historia.