Bilbao. Con ojos vivarachos se sienta Aritz Begino (Autza, 02-IV-1980). "Fui, al suelo, de rodillas", cuenta, "buf... y, después, como en una nube". Lo describe así. Se le acaban las palabras. Habla del segundo de gloria en el Astelena de Eibar, hace apenas once días, cuando sellaron Aimar y él el billete para la final. "Casi no podía hablar en la tele al principio", afirma con sinceridad. Añade, además, que "todavía no me lo creo, es una sensación muy difícil de explicar". Este momento, esta explicación, vana, reside en lo especial del momento, su primera final. Y esa singularidad también habita en lo más hondo de su corazón, amarrado a su alma, marcada en su interior. "Empecé el campeonato triste, estuve dos semanas que no estaba bien, porque uno de los mejores amigos de mi cuadrilla falleció en accidente laboral y lo primero que me vino a la cabeza fue celebrarlo por él", desgrana el zaguero de Asegarce. Dedicatoria incluida. Tiene Begino, bajo ese halo de pelotari rudo, de pegador en la zaga, de bombardero, de acorazado, un hueco para lo intangible, que atrapa, que dictamina el devenir de las personas. "Es un palo enorme. Pasa algo así de repente y se te quitan las ganas de empezar el campeonato, al final la gente que te quiere te hace levantar y ver las cosas de otra manera", manifiesta.
Decae la voz, poco a poco. Recuerda a su amigo Sergio. Pero, con una mirada, levanta su mentón y añade más alto un mantra, un pensamiento basado en su forma de ser -"siempre me dicen que estoy con la sonrisa en la boca"-. "Al final el primer golpe te debilita, pero luego te da fuerza y te advierte de lo dura que es la vida y de lo que cuesta conseguir las cosas y llegar a cada sitio". Asiente. Suelta las palabras como balas, sin resquicios, a toda velocidad, como si apretara los dientes. Recuerda todo. "Mi familia sabe cómo lo he pasado. Lo he pasado muy mal, si no es por una cosa es por otra, y también por Sergio. La verdad es que lo he pasado mal, ellos lo saben y han sido los que me han sacado poco a poco de abajo". Malos tiempos para los soñadores.
Lejos, muy lejos de Autza, los designios meteorológicos maltratan Japón. Miles de muertos. Vidas sesgadas. Aritz, el ciudadano, en su versión alejada de la pelota, no es ajeno a todas las noticias. "a todo el mundo nos deja boquiabierto. Es un palo que da la vida que no sabes porqué, que no tiene sentido y a todo el mundo nos duele. Hoy es lejano, pero mañana quién sabe". Además, apostilla que "un montón de familias se quedan hechas polvo y casi casi se les va la vida", y une un "estas cosas te hacen coger más fuerza".
Aritz tampoco olvida los designios económicos que asolan el planeta. "Me dicen que soy un privilegiado", desvela. "Yo me doy cuenta de la situación con mis amigos y mi familia. Nuestra vida es muy corta y ahora mismo soy un privilegiado, sobre todo, cuando veo como lo están pasando algunos amigos y algunos familiares", determina y espeta que "tengo amigos en la construcción y otros en fábricas con ERE y por cuestiones económicas no han podido seguir mis partidos. Siempre es difícil y es triste".
autza, el pueblo sin frontón La ilusión de Begino: llevar al todos los vecinos que pueda al frontón Bizkaia de Bilbao. "A ver si puedo rascar más de 120 entradas, calculo que 150 ya caerán", declara Aritz, quien añade que "vienen en autobús, vendrán a hacer ruido y a hacer la juerga aquí". Intenciones de casi todo el entorno del zaguero. "Autza es muy pequeñito. Somos 190 habitantes y somos como una familia, una piña y al final todo el mundo lo vive", analiza el manista.
Habla de su pueblo y se llena de orgullo. "Allí se vive muy tranquilo", afirma. Sin embargo, resulta casi una paradoja que Aritz provenga de un lugar en el que haya frontón solamente desde un año. "Es curioso sí". Y se ríe. "Hace un año que inauguraron la cancha y la verdad es que es agradable tener un frontón en el pueblo. Además, lo tengo en la puerta de casa", remarca. Ante la falta de escuela y enclave, fue Aritz fogueado por Fermín Eskudero en la escuela de Irurtzun, posteriormente, Salva Bergara fue el que apostó por él y "metió muchas horas conmigo".
Mientras las horas transcurren invariables hacia el momento final, hasta la última estación del Parejas, la final del próximo domingo, con la que Begino no se obsesiona. "Me gusta desconectar por el pueblo: pasear, andar un poco en bici, estar con mis caballos y mis cosas en Autza". No en vano, el manista cría caballos. "Son de raza de monte, de capricho, y estoy con mis perro también por ahí, muy a gusto".
Habla distendido, su mente está alejada de la presión de la final, aunque esta también exista. "Me influye que los medios vengan. Hasta ahora no estaba acostumbrado a que me llamaran tanto y ahora sale todo de golpe", desbroza. Con la consecución de los éxitos nacen las llamadas, afloran las amistades y crecen los periodistas. Pero también las críticas. "Siempre es difícil: la crítica, la cabeza... Los méritos y las cosas bonitas se aceptan fácil; pero las críticas y las dudas es muy complicado llevarlas". No obstante, lo que más le duele al de Autza son los comentarios maliciosos que provienen del entorno del frontón, de los compañeros, de las entrañas pelotazales: "a mí lo que mas me fastidia es que critiquen los compañeros o los que han sido compañeros, que saben de la dureza de estar ahí. Al final, todos somos humanos y buenos días o malos días tenemos todos".
Ahí reside la fuerza de Aritz, en un espíritu inquebrantable, forjado en la zona más dura del frontón, en lo más alejado de las mieles del éxito -"me ha costado llegar aquí estuve seis o siete años en un escalón más abajo "-. Fue su fusión con Pablo Berasaluze la que le descubrió al gran público y le colocó en el punto de mira. "Con Pablo tengo un algo marcado. Somos casi dos hermanos, que jugamos a gusto, y me encantaría repetir otro Parejas con él y llegar a esta situación". Instalados en su rostro los ojos vivaces y finiquita que "si hay txapela ya sabe a quién dedicársela". Habla el ciudadano, el hombre. No lo dice Begino; lo dice Aritz, el chico de Autza, con todos ustedes.