BILBAO. Coge un papel y escribe: Et au milieu coule une riviere. Con un trazo firme. Con la derecha, aunque juega con la izquierda. Yves Xala (Lekuine, 14-XI-1979), en el vestuario, afirma que "no sé cómo se dice en castellano". En el papel, cuadriculado, como las aristas del tiempo bajo un mundo cerrado que habita en el corazón del hombre -como dijo el poeta Marcos Ana: "mi corazón es patio"-, el delantero de Lekuine escribe la última película que le ha gustado: El río de la vida. Los vaivenes del agua, los recodos, las experiencias, contadas por el legendario Robert Redford en 1992. La historia de dos hermanos. Un río como centro. Xala la recuerda. Su vida también está cincelada por el agua y por la montaña. "Hoy, por ejemplo, he ido al monte, donde aprovecho para cambiar el chip. Ya sabemos que nos quedan pocos días y sabemos que hay que estar y no quitarse esa presión que sabemos que está ahí. Todavía tenemos que seguir entrenando y todavía nos queda trabajo por hacer", afirma el lapurtarra. Y es que Xala, a escasos días de que llegue la final del Parejas -el domingo, a partir de las 18.00 horas, en el frontón Bizkaia de Bilbao- remata los días bajo el abrigo de su Lekuine natal. "También pesco. Me gusta", añade. "Cuando estoy pescando pienso en sacar alguna trucha. Bastante es eso. Pero siempre tienes la final en la cabeza. Eso es así, hay que darle importancia, pero no tanto. Ya llegará el día para estar a tope y hasta ahí habrá que entrenar, hasta alcanzar el nivel", mantiene Xala, quien adereza sus días yendo a "ver a los amigos, cambiar un poco de aires y cuando llegue el día estar a pleno rendimiento".

Es Xala el rey pescador. El manista más en forma del panorama cerca del frontis, quien busca El Dorado, protector del Santo Grial, bajo el ardor de una caña o en los cuadros alegres de una cancha. Es el papel de su vida, el de muchacho reflexivo, que encuentra el oro más allá, en el interior, bajo las losetas del ser humano, bajo la piel. Tiene un aire de campeón callado, pausado y con un reflejo especial en los ojos. "Yo me podría definir como introvertido, pero... nada más", se aventura el manista lekuindarra. Son los recodos del río de la vida. No ahonda más en su perspectiva, en su autobiografía, que algunos se afanan en escribir o comentar. "Algunos tienen que hablar y tienen que decir algo. Igual tienen razón. Puedo ser frío", analiza el delantero. En su rostro, un gesto concentrado. Detalles sofrológicos. Continúa Yves explicando que "a mí, por lo menos, no me da más o menos presión lo que digan los demás. Nosotros pensamos en estar en la cancha y dar lo mejor posible a la pelota. Y, después, todo lo que puedan decir las personas o los periodistas, son cosas de ellos. Sabemos que es así, nosotros hacemos nuestro trabajo y ya está". Resbala la presión, como el agua en la escama de la trucha -"en la pesca tienes que estar más hábil que la trucha y en la cancha tienes que estar más hábil que el contrario", destila destreza el lekuindarra-. "Cada uno tiene su opinión y cada uno piensa que tiene razón. Cada cual que opine, pero no siempre está bien. Hay que intentar coger lo bueno y aprender de eso", sostiene el manista. Aprender y trabajar. Mantras en la ley del deportista, aunque sea Yves un estilista, un artista, un Humphrey Bogard en Casablanca, un Frank Sinatra, en el marco del Rat Pack. Elegante y sorprendente, en el frontón. Agradable en las distancias cortas, tampoco se muerde la lengua Yves: "al final hay que coger un poco de blanco y un poco de negro", prosigue, "para alcanzar el gris". Receta básica.

Relativiza Yves los envites de la vida. "La pelota es un mundo y a veces hay que salir de ahí para ver lo que hay fuera", manifiesta, pero apostilla que "hay cosas muy importantes, pero también la pelota es nuestra vida". Orbitan bajo el cielo perlado de focos y lucernarios los pensamientos de Xala. Cavila. "En nuestra cabeza está la final. Para ganar o perder hay que darlo todo y después ya tendremos tiempo para pensar en otras cosas", desvela más centrado que nunca. Y lo que se mueve a su alrededor, los medios, las entrevistas y las llamadas. Efectos secundarios del éxito. "Ya sabemos cómo es esto, son diez minutos y todos tenemos que trabajar". Sonríe. Sus ojos se entrecierran.

"En Iparralde estoy tranquilo" Es el peaje a pagar por alcanzar las finales, por obtener logros, la fama. Y el delantero ya suma tres txapelas del Parejas. "Por lo menos, en Iparralde, estoy muy tranquilo. Al final no veo tanta gente. Estoy entrenando al día, por la noche durmiendo. También voy al monte y no me cruzo con mucha gente. Allí estoy muy bien", señala Xala. Y es que el manista, como analiza, es consciente de la diferencia de aptitud en Iparralde y en Hegoalde. "Hay más gente que sigue al rugby que a la pelota. Así que allí estoy muy tranquilo", mantiene. Y también la celeridad, la velocidad. La vida como una carrera. No en la conciencia de Xala, que vive tranquilo, como reza él, bajo el halo de misticismo que le envuelve, como la sudadera de 2002 que siempre lleva en los partidos: "La sudadera la saqué del armario, me la puse y empecé a ganar. Aunque también he perdido con ella", concreta con una sonrisa.

el trinkete y el sufrimiento En el cauce de Xala se cruzó pronto Panpi Ladutxe "durante un año o año y medio", legendario manista de Iparralde, que forjó el futuro de un chico que venía del trinkete y de la plaza libre. "Me costó bastante adaptarme", admite Yves. Sin embargo, en su fisionomía, menos domada en el gimnasio que las de la mayoría de los delanteros, todavía quedan resquicios de aquella época. Su volea sigue siendo mortal. "Tampoco pensaba que me iba a adaptar", evoca el lapurtarra. "Siempre me he entrenado y he escuchado". "Queda mucho que aprender", finiquita. Parece mentira.

Por las venas de Xala, corazón voleísta, alma de artista, corre sangre trinketista. Le costó amarrarse a la pared izquierda a un diestro que se maneja a la perfección con la zurda. Debutó en 2000, un año más tarde conquistó el Manomanista de Segunda y en 2002, el Parejas, junto a Oskar Lasa. Después, dos finales más, cada una con un zaguero diferente -Eulate en 2007 y Zubieta en 2010-, y dos txapelas más. Aritz Laskurain, presente, ejercitándose, lo fundamenta con buen humor en que "eso se llama ser bueno y hacer buenos a todos. El que es bueno se adapta a todos". Palabra de Lasku. Xala, más humilde, encuentra que en el trabajo de los cuadros largos está gran parte de sus triunfos. "Creo que para el primer título con Oskar Lasa yo estaba muy joven, él sujetó el partido y, desde ahí, creo que después como cada año llegas a una final del Parejas, tienes que estar dos. Este año nos ha tocado un buen momento de juego a los dos pelotaris y esperemos que nos llevemos la última", analiza. Mientras, Aritz, que le mira, se ríe entre dientes sabedor del talento que contempla al lapurtarra.

No obstante, entre los fundamentos de Yves reside la pelota como uno de los pilares sobre los que circunda gran parte de su tiempo. "La pelota es una pasión. Me gusta jugar por encima de cualquier otra cosa. Me divierto", desbroza Xala. Sin embargo, el de Lekuine concreta que "para estar jugando a gusto hay que estar bien físicamente. Para jugar hay que ser muy profesionales y encontrarse muy a gusto en la cancha. Disfrutas cuando estás bien. Lo que gusta es jugar disfrutando y no sufriendo". Aunque, también, "me gusta hacer bodyboard con aletas. Tengo amigos que hacen surf y hablamos de ello en el txoko, aunque también un poco de pelota".

Mientras tanto, las horas corren y, aunque hoy por la tarde Abel Barriola entrenará en el frontón Bizkaia, el tiempo se echa encima de los pelotaris. "Nosotros saldremos a trabajar, a lucharlo y a trabajarlo. Puedes hablar de tácticas o así, pero siempre en el día algo cambia y no sirve. Es raro que te salga un día tal y como lo habías pensado. Abel y yo hace tiempo que somos profesionales y hay que salir a tope".

La final del próximo domingo la vivirá de una manera especial Yves. No obstante, tras un verano complicado salpicado por una dolorosa lesión de rodilla y un Cuatro y Medio para olvidar, Xala amanece en un Parejas "demasiado largo" en el que "he empezado bien y poco a poco he cogido confianza. Además, la lesión de la rodilla se ha ido curando". Una preparación larga y la superación de los problemas físicos cimentan su progresión. "Aunque la gente vea que estamos bien cada uno ve lo que ve. Dentro de la cancha es muy diferente nosotros los pelotaris siempre tenemos algo", concluye Yves Xala, con un centelleo en la mirada. Con un trazo firme al hablar, como cuando escribe, con la derecha. La zurda, solo para la cancha.