PAMPLONA. La falta de entendimiento entre Lolo y Ricardo, la decisión errónea del zaguero al entender que cedía a su cancerbero el trámite de hacerse con el balón en una jugada sin riesgo, fabricó la jugada que resumió el partido. Barral, un delantero malencarado que se mueve con astucia en esos terrenos poco claros, atrapó el esférico en esa acción consentida -Lolo y Ricardo creyeron que el otro se hacía con la pelota- y sin aparente peligro -un manso servicio en el área- y anotó a continuación el gol decisivo. Sin oportunidades claras para los dos equipos, con un mando discutible sobre el partido y un creciente acomodo hacia el empate sin goles, el gol del Sporting resultó un accidente imprevisto que afectó dolorosamente para Osasuna en sus opciones en encuentro discreto por parte de todo el mundo. Si el conjunto asturiano llegó a mostrar un entusiasmo mayor durante algunas fases, igualado estuvo entre los dos contendientes su ciencia a la hora de atacar el partido y, por eso, el grave error defensivo de Osasuna en la recta final resultó el suceso principal a partir del que explicar el resultado.
El tropiezo del equipo de Mendilibar tiene la trascendencia de haberse sufrido ante un rival directo, aunque nuevamente los fallos de otros contrincantes aligera el peso del fiasco. Sin embargo, las dos derrotas consecutivas vuelven a sembrar de incomodidad el devenir último de los rojillos y obliga a una inmediata reacción. Nadie duda de que la lucha por la salvación iba a cargar la historia de los rojillos hasta casi el final de la temporada, pero, del mismo modo, los anteriores marcadores habían generado una euforia lógica por una conclusión feliz adelantada. No se le puede negar a Osasuna que está asumiendo con gusto las exigencias del nuevo estilo de Mendilibar -pelota, valentía y ambición-, pero en un encuentro como el de ayer, frente a un oponente de corte similar e idénticos apuros, sufrió cuando el Sporting expuso un vigor mayor y tuvo el balón más tiempo, para jugarlo con determinación por las bandas o remitirlo sin problemas directamente sobre el área.
Cuando fue capaz de recuperar la pelota, después de una puesta en escena mejor del Sporting, Osasuna por fin se aproximó más al nuevo perfil del equipo y, al mismo tiempo, encontrar en el desempeño de Cejudo el mejor camino para atacar el partido. El centrocampista andaluz fue el mejor hombre de los rojillos, el futbolista con las ideas más claras y el único argumento ofensivo. Sola, Camuñas y Vadócz -ayer titular ante la baja de última hora de Soriano- no vivieron su tarde más feliz, pese a que el atacante madrileño firmó la acción más clara de peligro de Osasuna, con un lanzamiento desde el borde del área que casi se coló junto a un poste.
Con muy poco en su haber se marcharon los dos equipos al descanso y Osasuna, fiel al estilo Mendilibar, para el cuarto de hora ya había metido a Pandiani en el campo explicitando que quería ganar. Cinco minutos después llegó la acción fatal de la tarde, con el desconcierto defensivo protagonizado por Lolo en una jugada sin apuros, y Osasuna se desplomó. Los peores minutos de los rojillos llegaron a partir del gol, cuando no se enseñó ninguna capacidad para la reacción y no se logró trazar jugada alguna que terminara en una ocasión de peligro, con lanzamiento o similar entre los tres palos. La falta de habilidad para la maniobra impidió al Sporting firmar algún tanto más en el tramo final -ahí anduvo también Ricardo haciendo un parada en el descuento-.
Después de varias jornadas con una imagen distinta, Osasuna vuelve a estar donde se encontraba: obligado a reaccionar, a cambiar el paso. Nada nuevo.