MADRID. El Real Madrid se despidió de la Liga tras tropezar ante el Sporting (0-1) en el estadio Santiago Bernabéu, un fortín hasta ahora para cada uno de sus visitantes, en vísperas de la semana grande, a la espera del Tottenham, lastrado por numerosas bajas y sometido por el orden y la ambición de un rival encendido.

Nadie hasta ahora había logrado sumar en el recinto blanco esta temporada. Un lugar prohibido para los forasteros. Una garantía de éxito para los blancos.

Jose Mourinho, que llevaba nueve años sin perder como entrenador local en las respectivas ligas que ha disputado, lo profetizó en la víspera. Dijo que una derrota ante el Sporting sería el adiós a la Liga. Así ocurrió. En una sesión marcada por el madridismo como propicia. En la que suspiraba con una reducción de la desventaja con el Barcelona, que visita al Villarreal. Y a dos jornadas del clásico contra el conjunto azulgrana.

El triunfo del Sporting fue sonoro. Lastrado por las bajas, el Real Madrid no encontró el tono adecuado en el reencuentro con la competición después del paréntesis exigido por los compromisos de las selecciones.

Sin su columna vertebral, Pepe, reservado por Jose Mourinho, Xabi Alonso, sancionado, y Cristiano Ronaldo, lesionado, el Real Madrid juega condicionado. Más aún cuando a estas ausencias se unen las de futbolistas en forma, puntales en los últimos tiempos, como el zaguero brasileño Marcelo o el atacante francés Karim Benzema. Todos ellos de paisano en este choque. Al igual que Kaká. Un habitual ya de la enfermería cuya ausencia pasa inadvertida.

Esteban Granero dispuso de otra oportunidad. No salió airoso de la prueba. Dada la situación, el aparente trámite se convirtió en un papelón para el Real Madrid.

El Sporting, mientras tanto, se animó minuto a minuto al comprobar las dificultades de su rival. Manolo Preciado leyó pronto el partido y estimuló a sus jugadores a tirar de atrevimiento, dada la falta de ritmo blanco.

De hecho, las llegadas más peligrosas fueron visitantes. Faltó convencimiento al bloque asturiano, que a los cinco minutos padeció un contratiempo con la lesión de Canella, en un choque con el meta Juan Pablo tras un saque de esquina.

André Castro, por ejemplo, tiró alto un saque de esquina. Recibió solo, dentro del área grande. Lo vio tan fácil que no se lo creyó. Igual que la que se encontró Nacho Novo minutos más tarde. En una galopada en la que sorteó a Iker Casillas, que después se hizo un lío con la zaga, y que el Sporting no llegó a rentabilizar.

Poco había andado en el Real Madrid. Sin remate. Sin dirección. Con el alemán Mezut Ozil apagado y el argentino Ángel Di María muy revolucionado.

El Bernabéu se ilusionó en cuanto Gonzalo Higuaín se despojó del chándal al inicio de la segunda mitad. Era aire nuevo el Pipita, 143 días centrado en su recuperación. Salió por Granero. Mourinho optó por quitar al teórico conductor en lugar de a uno de los dos volantes de contención que puso sobre el terreno de juego: el alemán Sami Khedira o el francés Lass Diarra.

Tardó un minuto Higuaín en tener su primera ocasión. Tras una acción de Di María, disparó desde la derecha. Juan Pablo desvió a córner.

Jose Mourinho quemó sus cartuchos a veinte minutos del final. Tiró del banquillo para sacar a Pepe y Sergio Canales. Adelantó a Sergio Ramos, en funciones de extremo. Y dejó tres únicos zagueros.

Pero el Sporting tenía aprendida la lección. Con las líneas juntas y sin un adversario capaz de improvisar, salía del apuro.

El drama llegó para el Real Madrid a doce minutos del final. En la acción más elaborada del partido, Miguel de las Cuevas batió a Iker Casillas a centro de Nacho Cases.