bilbao
Ramazan Ajmatovich Kadyrov, presidente de la República de Chechenia, tiene una afición. Le gusta el fútbol. Hasta aquí, nada anormal. Además, preside el Terek Grozni, uno de los dieciséis clubes que configuran la remodelada Liga Rusa, la más larga del mundo, que arrancó ayer y concluirá en la primavera del próximo año, con el consiguiente parón invernal, para adecuar su tiempo de competición con los de las grandes ligas continentales.
Pero además es gran amigo y protegido de Vladimir Putin, primer ministro de Rusia, el gran conseguidor (Los Juegos de Invierno 2014 en Sochi, el Mundial de Fútbol de 2018...), más que nada porque Kadyrov, que logró sobrevivir a nueve atentados, ha logrado imponer la paz a sangre y fuego en este convulso territorio tras dos cruentas guerras contra los independentistas.
Pero Kadyrov, además de una gran pasión por el fútbol, tiene un capricho: quiere convertir al Terek en uno de los clubes importantes de Rusia, hasta el punto de terminar la recién iniciada temporada con una plaza para la siguiente edición de la Liga de Campeones, y encima jugando a la brasileña, y a ser posible con jugadores de aquel país, y si son leyenda viva, aún mejor.
Según se publicó en diversos diarios locales, el Terek ofreció ocho millones y medios de euros a Ronaldo, que colgó las botas hace un mes, por jugar en el equipo checheno por solo año y medio. El Terek, de momento, no ha tenido tanta suerte en su intento de captar talentos brasileños, como así ha hecho el vecino Anzhi de Majachkala, otro equipo norcaucásico y modesto que sin embargo se ha permitido el lujo de pagar cuatro millones de euros a Roberto Carlos por una temporada.
Lo que sí ha conseguido Kadyrov, de momento, fue congregar a un selecto grupo de leyendas verdehamarelas que ganaron los Mundiales de 1994, como Savio, Rai, Bebeto, Elber, Cafú, Dunga o Romario; y el de 2002, como Roberto Carlos, Denilson, o André Cruz, además de Djalminha y otros eminentes futbolistas, para disputar el pasado martes un partido amistoso en Grozni ante el Terek, reforzado por astros de antaño como Matthaüs y Kahn, además de el propio Kaddyrov, que se puso en forma y perdió cinco kilos para lucir palmito en el evento. El partido los ganaron los brasileños por 6-4, pero el prócer checheno anotó dos goles, aunque también marró dos penaltis. Al fin y al cabo era su noche, y su capricho. "El partido contribuirá a mejorar la comprensión mutua y fortalecer la unidad entre los pueblos de Rusia", pontificó el líder checheno, de 34 años, sobre el acontecimiento propagandístico.
Según aseguró Kadyrov, los brasileños accedieron a disputar el encuentro, que fue seguido por medio centenar de periodistas y gratis total para los 20.000 espectadores que abarrotaron el estadio, sin recompensa alguna. Asombra semejante generosidad, porque lo cierto es que muy pocas cosas son fiables en aquella república caucásica.
Ese mismo día, por ejemplo, se daba por hecho "al cien por cien" el fichaje de Diego Forlán por el Terek. El bulo no partió de cualquier mentidero, sino del mismísmo ministro de Deporte y Turismo de la república norcaucásica, Haidar Aljanov.
También está pendiente de confirmación la contratación del marroquí Mbark Boussoufa, la estrella del Anderlecht, por quien el Terek ha ofrecido unos diez millones de euros, según los medios locales.
Sí es un hecho, en cambio, que los delirios de grandeza de Kadyrov los tiene que llevar a cabo Ruud Gullit, un portentoso futbolista holandés que, sin embargo, como técnico muestra un discreto currículum.
El cargo fue ofrecido a Víctor Muñoz, con quien el Terek inició la pretemporada. Pero el técnico aragonés decidió desvincularse del proyecto por dos razones: la fuerte ligazón política en club y las poco claras condiciones económicas. Esto, unido a la peligrosidad de la zona, le empujó al desánimo y la renuncia.
"Yo he estado en lugares muy peligrosos y pobres en los que la gente vive en basureros. En tales lugares el fútbol cambia el destino de las personas. Para mí es muy importante dar alegría a la gente a través del fútbol, por eso no tengo miedo", justificó en cambio Gullit, que fue recibido como un héroe en la reconstruida Grozni, y firmó un contrato de 18 meses de duración.
El Terek, que la temporada pasada luchó para evitar el descenso, está financiado por el gobierno checheno e inaugurará el próximo mes de mayo un nuevo estadio, con capacidad para 30.000 personas. Hoy se estrena en la Liga rusa con el vigente campeón, el Zenit de San Petersburgo, bajo la vigilante mirada de Kadyrov, acusado de cometer numerosos actos de brutalidad, y su implacable y numerosa guardia personal.