ASEGURA Ana Botella, concejala de Medio Ambiente de Madrid, que los niveles de contaminación de la capital no suponen un motivo de preocupación, que la nube tóxica que se divisa a varios kilómetros y difumina la luz solar no es nada, solo un polvillo. En el escenario que sirvió para ratificar, un año más, la excepcional afición con la que cuenta el Baskonia, las hordas azulgranas, capaces de agotar las reservas de cerveza del barrio de Salamanca, se confundían por las calles con lugareños ataviados con máscaras que, como poco, ponían en duda la confianza de la población madrileña en la señora de Aznar.

Una vez más, la Copa sacó a relucir la mejor versión de la parroquia gasteiztarra. En el metro, en el centro de la ciudad, en cada bar por pequeño que fuera, en los aledaños del pabellón... En cualquier rincón se daba uno de bruces con una ikurriña, una bufanda azulgrana o un tipo disfrazado de Celedón, que a primera hora de la tarde ya no podía acordarse de la canción que se canta en Vitoria el 4 de agosto.

El baskonismo tomó Madrid. El punto neurálgico de esta invasión estaba ubicado muy cerca del pabellón donde se está disputando el torneo. La carpa que la Diputación alavesa ha montado en la Avenida de Felipe II se convirtió en un pequeño pedazo de la Cuchi a 350 kilómetros. Desde la mañana, cuando las autoridades -con Xabier Agirre a la cabeza-, procedieron a la inauguración de un espacio que ya se estrenó el jueves con los más madrugadores, allí se fijó el cuartel general de una hinchada que sufrió de lo lindo durante el partido.

Más o menos como viene haciendo todo el curso. En el pabellón se revivió la eterna rivalidad con la afición de un Bilbao Basket que al final tuvo que claudicar. Los vizcaínos, más madrugadores, se dejaron notar pese a estar en clara inferioridad numérica. Cuando los equipos concluyeron el calentamiento, muchos de los seguidores azulgranas continuaban entrando, apurando el tiempo en su pequeño rincón alavés. Sin embargo, en cuanto se sintieron superiores comenzó el bombardeo: "¡Sois cuatro gatos, Bizkaia sois cuatro gatos!", presumían. Los clásicos cánticos a San Emeterio, el apoyo a Dusko Ivanovic, al que la hinchada bilbaína mandó callar, dieron sabor a un partido en el que Vasileiadis y Teletovic se encargaron de calentar a sus respectivas parroquias desde el parqué. Al final, los vitorianos respiraron aliviados y enviaron a sus vecinos a animar a su otro equipo, al rojiblanco, con un claro: "Iros al fútbol, bilbaínos iros al fútbol".