"Las personas no cambian", cuentan que les advirtieron a los miembros de la UCI cuando estos otorgaron al Vacansoleil una de las 18 butacas preferentes del Pro Tour, la primera división del ciclismo, en un acto de fe en Riccardo Riccò, la estrella del equipo holandés, La Cobra que corría como el diablo en el Tour de 2008 hasta que se descubrió que su veneno era CERA, la EPO de tercera generación que circulaba sin peaje por la autopista de sus venas. Riccò, como la mayoría de los italianos atrapados en la mentira del dopaje, confesó su delito, colaboró con la justicia deportiva y obtuvo a cambio una rebaja de seis meses en su condena. Por buen muchacho. Había frotado su deteriorada imagen con el estropajo religioso. Pasó de bandido a oveja descarriada que vuelve al redil; de chico díscolo a arrepentido; de lobo a cordero. La religión y el ciclismo van de la mano en Italia, donde se celebró con efusividad su purificación, como antes la de Ivan Basso, y su esperado regreso al Giro.

"Veremos si es verdad que ahora es un buen chico", prefirieron esperar desde la carrera rosa. Ya tienen una respuesta. Riccò no ha cambiado. Nada nuevo para muchos y un papelón para la UCI y, sobre todo, para su equipo. Riccò no es un buen chico cristiano pero puede dar gracias por seguir vivo y, según el último parte médico, fuera de peligro y estable, después de acudir en la madrugada del domingo al hospital de Pavullo, en Italia, donde habría llegado junto a su novia, Vania Rossi y su padre. Ambos fueron testigos, según el médico que atendió de urgencia al ciclista y la prensa italiana, de que este habría confesado haberse practicado él mismo una autotransfusión con sangre que había conservado durante 25 días en el frigorífico de su casa. El pavor a que la sangre pudiese estar deteriorada habría podido provocar la sinceridad del corredor al saberse al filo de la muerte. Dada la gravedad de su estado, Riccò fue trasladado el domingo por la tarde a un hospital de Modena, más preparado. Tenía fiebre alta, 41º, padecía insuficiencia renal -"ya tuvo una cuando tenía 14 años, pero no tan grave", dijo su padre-, y una embolia pulmonar y fuertes dolores lumbares. Una autotransfusión, según los expertos, podría tener esos efectos devastadores sobre el organismo dependiendo del estado de conservación de la sangre. Otras fuentes consultadas hablan de que la embolia pulmonar, la insuficiencia renal y la fiebre alta podrían ser consecuencia del consumo de CERA, un medicamento tan poderoso que tiene un pico de efecto altísimo que en ciertos momentos resulta incontrolable. "Una transfusión tiene un efecto más moderado en el organismo. Puede elevar sobre 3-4 puntos los valores, pero no provocar un descontrol tan brutal en el organismo", explican.

El ciclista llegó al hospital acompañado de su novia - la también ciclista Vania Rossi-, y confesó que se había realizado una autotransfusión con una bolsa de sangre que conservaba desde hace 25 días en la nevera de su casa. Los médicos informaron a la policía que interrogará al italiano cuando se recupere. Riccó milita actualmente en las filas del equipo holandés Vacansoleil. El ciclista de 27 años, regresó a la competición el pasado mes de marzo tras cumplir una sanción de veinte meses después de dar positivo en el Tour de Francia 2008.