Melbourne. Malmoe. El serbio Novak Djokovic conquistó el Abierto de Australia, ensanchó su cosecha de Grand Slam y se convirtió en el abanderado del nuevo orden que amenaza el tenis mundial, obcecado en apresurar el fin del absolutismo tiránico que han compartido el suizo Roger Federer y el español Rafael Nadal durante los últimos años.
Djokovic amarró su segundo major en las pistas de Melbourne Park, un lugar talismán para el serbio, que ha logrado repetir, después del obtenido en el 2008 ante el francés Jo Wilfried Tsonga. Ahora ya forma parte de la relación de triunfadores con más de un major. Una página más para un jugador que pretende hacer historia en el mundo de la raqueta. Desde luego, lleva camino de lograrlo.
Djokovic hace uso de sus habilidades dentro de la pista. Y le ha ido bien a este políglota, que domina el serbio, el alemán, el italiano y el inglés y ha logrado notables progresos en español, y que encabeza la revolución por el orden establecido en el circuito. La alternativa ya está aquí. Con diecinueve títulos en la mochila, dos del Grand Slam, el número tres del mundo, la sombra que persigue la hegemonía de Rafael Nadal y Roger Federer desde hace tiempo, ha dejado atrás el talante derrotista, de segundón, que durante una época le acosó. Cayó en las finales del Abierto de Estados Unidos de 2007 y 2010, superado en estas ocasiones por los dos jugdores que le preceden en el ranking.
El emblema serbio, que lideró hace un mes el histórico triunfo de su país en la Copa Davis, ha dejado atrás la estela de los dos dominadores. Es la primera vez desde el 2008, cuando ganó por primera vez, que ni Federer ni Nadal estaban en la batalla del triunfo, que se disputaba una final sin ninguno de los dos grandes dominadores de este deporte. Más allá, es la segunda, después de aquella, en las últimas 23 de un major sin la presencia de ninguno de estos dos.
Así es Nole Djokovic, cuyos padres Srdjan y Dijana han regentado una pizzería y un restaurante en una montaña de Serbia durante los últimos 15 años. Novak pudo ser esquiador como lo fueron de forma profesional su progenitor y sus tíos, o futbolista como lo fue también su padre, pero eligió el tenis a una temprana edad, y ahí se acabaron los deseos de Srdjan.
Ahora esta tradición familiar parece que continúa en sus dos hermanos pequeños, Djordje y Marco, de 13 y 16 años, que pretenden tomar ejemplo de su hermano mayor. Criado tenísticamente en la academia de Niki Pilic en Munich, donde empezó con 12 años y donde permaneció durante dos temporadas, Djokovic enseguida comenzó a despuntar sobre sus compañeros, destacándose como un gran jugador en pista dura, aunque él se considera un tenista que se adapta a cualquier superficie y situación, algo que ha demostrado al convertirse en el tenista más joven que alcanza las cuatro semifinales del Grand Slam, con 20 años y 247 días.
ambicioso y precoz En su época de júnior avanzó a las semifinales del Abierto de Australia en individual y dobles en 2004, pero no logró ganar un título en esa categoría. Dotado de una gran gama de golpes, con revés a dos manos, capaz de pegar plano, liftar y sacar a más de 200 kilómetros por hora con regularidad, su juego le ha llevado a ganar diecinueve títulos en su carrera, y a disputar ya cuatro finales del Grand Slam.
Unos problemas respiratorios, a causa de una desviación de tabique nasal, lo condujeron al quirófano a finales del 2006. Djokovic había tenido que acostumbrarse hasta entonces a controlar su respiración en la pista y a no hacerlo por la boca, y este trabajo le desgastaba en los partidos, como por ejemplo en los cuartos de final de Roland Garros de 2006 contra Nadal, en los que se retiró tras perder los dos primeros sets.
Acompañado por el técnico y exjugador eslovaco Marian Vajda, desde 2006, Djokovic se ha hecho famoso por sus imitaciones de otros jugadores, es un hombre extrovertido, al que le gusta el espectáculo, aunque sea en la propia pista. En esta ocasión la dio en la Rod Laver, contra el británico Murray, lo que le supuso el segundo grande de su carrera.
El serbio, tercer favorito, sufrió más de lo que refleja el marcador final (6-4, 6-2 y 6-3), aunque Murray se empeñó en prolongar el maleficio de los tenistas británicos en los grandes torneos y concedió más facilidades de las que se espera del finalista de un Grand Slam.
El escocés no termina de explotar en las grandes citas. Suele derrumbarse en la parte estelar de la escena. Y ayer volvió a hacerlo. Aunque en el primer set se mantuvo en el partido, en las dos siguientes mangas fue desinflándose hasta tender una alfombra roja a su oponente.
Murray dio síntomas de no haber aprendido la lección. Finalista por segunda vez en el Melbourne Park fue dejado en evidencia por los acontecimientos. Saldrá el lunes como cuarta raqueta del circuito pese a la derrota. Pero con una amargura más en su carrera. Djokovic, el jugador que ha mantenido una trayectoria más sólida a lo largo del torneo, supo manejar mejor la situación y se postula, en solitario, como la gran alternativa a los actuales dictadores del circuito.