El sistema defensivo francés ni tan siquiera necesitó hoy contar con la mejor versión del portero Thierry Omeyer, que concluyó el partido con apenas un veinte por ciento de paradas, para contener la ofensiva danesa, el ataque más temible del Mundial.

Lideró la ofensiva danesa el joven Mikkel Hansen, que pese a sus 23 años se confirmó como uno de los máximos talentos de un deporte, que el ex jugador del barcelona, parece dispuesto a dominar con su letal lanzamiento.

Pero ni los diez goles de Hansen bastaron a Dinamarca para agrietar el muro francés, en el que una vez más Didiert Dinart dio toda una lección de como defender con la máxima intensidad y sin necesidad de ninguna exclusión, algo realmente difícil cuando enfrente se encuentran los habilidosos daneses.

Sin embargo, la experiencia de Dinart, como la de todo el equipo francés permitió a los de Claude Onesta mantener a raya al veloz equipo danés, que sin posibilidad de correr, comenzó a atascarse en el marcador.

El tanteador ya reflejaba a cinco minutos para la conclusión del primer tiempo una ventaja de tres tantos (13-10) para el equipo galo, y los Fernández, Gille o Karabatic supieron administrarla con inteligencia hasta llegar al ecuador de la segunda mitad.

Momento en el que la otra gran estrella del conjunto danés, el jovencísimo portero Niklas Landin decidió rebelarse contra un guión, que parecía destinado a llegar a la selección gala a un cómodo triunfo final.

Parada a parada, el joven Landin, que ya fue clave en las semifinales con España, fue rearmando al equipo danés, que una vez que pudo correr fue reduciendo su desventaja hasta forzar la prórroga (31-31) con un lanzamiento final de Bo Spellerberg.

En el tiempo añadido, pese al empeño de Ladin, que arrancó la prórroga con tres paradas casi consecutivas, Francia impuso su mayor talento, con un magnífico Nikola Karabitic, que evidenció su condición de mejor jugador mundial, y veteranía, representada como nadie por el magnífico Jerome Fernández.

Fernández fue, precisamente, el encargado de cerrar el triunfo francés (37-35), que permite a los galos sumar su cuarta corona universal, una cifra de la que hasta ahora tan sólo podían presumir Rumanía y Francia.