vitoria. Ahora que parecen despejadas las dudas, el palmarés oficial señalará a Edurne Pasaban como la primera mujer que ha hollado los catorce ochomiles del planeta. No figurará ahí, sin embargo, la mayor hazaña de la tolosarra que, paradójicamente, no ha sido un ascenso, sino un descenso. Mientras subía a las cumbres más altas, Edurne bajaba también a lo más profundo de sí misma y tocaba fondo. Ha sido su expedición más peligrosa y la que más le enorgullece haber culminado con éxito. Una vez superados ambos hitos, las cimas y el abismo, está lista para enfrentarse al siguiente objetivo. Mientras lo prepara, charlamos sin prisa.

Ya estás metida en cuerpo y alma en tu próximo reto.

Sí, ya estoy metida en la aventura del año que viene, que va a ser regresar al Everest después de diez años. En aquella ocasión subí con oxígeno artificial porque era mi primer ochomil, porque no me conocía cómo funcionaba en la montaña a esos metros. En aquella época, sin tener nada de experiencia, plantearme subir al Everest sin oxígeno no era posible, no tenía lo suficiente. Ahora quiero volver a intentarlo.

No debe de ser fácil decidir el primer reto después de haber conseguido un hito que no es superable.

Cuando iba a terminar los catorce, era como una especie de vértigo, porque piensas: "¿Qué hay después de los catorce ochomiles?". Y hay muchísimas cosas, lo que pasa es que quizá no son tan mediáticas. Yo lo que no quiero es inventarme cosas que no tengan sentido. Tengo que hacer algo que para mí tenga sentido y que lo tenga para todos. Entonces pensé hacer en 2011 el Everest sin oxígeno, y luego ya veremos. Pero quizá tiene que llegar un momento de buscar un camino no de retirada, porque siempre voy a estar en la montaña, pero sí quizá más en plan carrera deportiva.

¿Estás pensando ya en dejar los grandes desafíos y dedicarte a otras cosas?

Sí. Quizá pueda tener otro plano, más en la tele o con una cosa así, pero no va a ser un reto deportivo. Ya no hay un reto deportivo mayor que los catorce ochomiles. Puedes estar toda la vida corriendo maratones, porque hay muchos maratones, pero a lo mejor llega un momento en que los haces todos y no vas a ponerte a repetirlos. Sí que veo ese final, aunque puedo seguir haciendo cosas, pero tener una retirada deportiva, hay que tenerla.

Todo eso te lo has estado planteando en estos seis últimos meses en el asfalto...

Han sido seis meses de búsqueda. No han sido fáciles, porque durante diez años yo no he entendido más que venir de una expedición era descansar un mes y ya empezar a entrenar y a preparar la otra, con quién voy a ir, quién va a ser el miembro siguiente, quién no sé qué, buscar los espónsores... He vivido diez años así. De repente, cambiar el chip no es fácil. ¿Cómo buscas el equilibrio? En estos meses he estado en buscar ese equilibrio.

Empezaste la búsqueda el mismo día que alcanzaste el Shisha Pangma, a solas en tu tienda.

Es que a veces, todo eso que tienes y que parece que tanto te llena, también se traduce en momentos de soledad. Hay muchos momentos de soledad, y aquel día yo me preguntaba qué tengo más que los catorce ochomiles. Me siento muy sola, mi vida personal no es que sea un desastre, pero no tengo una relación, no tengo una familia formada con 37 años. Tengo muchos amigos, tengo muchos conocidos, tengo mucha gente que cuando estoy en una estación de tren, en el AVE o en el avión, me saludan, que me piden autógrafos, pero al final, cuando estás dentro de la tienda después de subir los catorce ochomiles, y piensas: "Bien, me han llamado mis padres, me quieren"... pero, ostras, la soledad es jodida, ¿eh? Y darte cuenta de esto es difícil, es lo que más me ha pesado de los catorce ochomiles.

Todo eso lo llevabas también a la espalda en cada ascensión.

Hay que aprender a llevarlo. No lo he sabido llevar durante diez años. El año 2006 y el 2007 fueron años difíciles, en los que estuve en una depresión, estuve hospitalizada durante mucho tiempo. Fue un proceso de aprendizaje. De aprendizaje alpinístico, mucho, seguro; pero de aprendizaje personal, mucho más. Y muy bien lo de los catorce, ser la primera mujer y todo esto, pero lo que de verdad me han dado ha sido una seguridad personal y que la autoestima esté bien. Ese ha sido el regalo, más que los catorce ochomiles.

Y en ese estado de debilidad personal has sido capaz de hacer algo que requiere hasta el último gramo de energía de tu cuerpo. ¿Cómo ha sido posible?

La verdad es que no lo entiendo yo tampoco muy bien. Muchísimas veces, los médicos, cuando tenía una debilidad personal en la que no me quería ni levantar de la cama durante días, me decían: "¿Por qué no aplicas lo que tú tienes que tener en esa cabeza para subir ahí arriba? Eso mismo que te hace levantarte con veinte grados bajo cero, vayas, subas, tengas un reto...". Pues era imposible. Pero luego fue posible, porque ahora creo que puedo decir que lo he conseguido. Yo he tenido dos ochomiles paralelamente, el deportivo y el personal, que ha sido el más duro.

Ha influido, supongo, la edad en la que ha tocado vivir todo esto.

Claro. Yo me hago profesional a partir de los treinta años, porque en la montaña te haces profesional cuando eres ya bastante mayor. En esos años una persona, tanto hombre como mujer, pero creo que más una mujer, tiene otras cosas en la vida. Entonces, tomar la decisión de apostar por una cosa y no por la otra, que podía haber sido, en mi caso, con 32 años, seguir con aquel novio que tenía y ser madre como él me lo planteaba y yo creía que era la historia de amor de mi vida... Pues quizá sería lo que todo el mundo hacía a mi alrededor y lo que los sentimientos me pedían en ese momento. Entonces, tienes que tomar una decisión, y esa decisión con esos años no fue tan fácil como hubiera sido tomarla con 22 o 24 años, que hay tiempo. Y ahora, sí, con 37 años, tengo tiempo también, pero no es fácil vivirlo.

Pero lo has hecho.

Sí, y en buena parte ha sido porque he tenido muy buenos compañeros, muy buenos amigos, que son los que siempre me han apoyado, los que siempre han creído en mí, me han dado todo el cariño que quizá por otro lado me faltaba y me han empujado. Siempre digo que los catorce ochomiles se los debo a muchísima gente que ha estado conmigo. Han estado ahí cada minuto. Pero cada minuto, no en el Himalaya sólo, aquí también, que son doce meses, 365 días.

Está claro que para elegir compañeros de expedición te fijas más en las aptitudes personales que en las deportivas o profesionales.

Yo siempre que hablo de esto digo que necesito profesionales, claro, que sepan de alpinismo, que sean escaladores, que sepan lo que es una cuerda... Por supuesto, pero sobre todo, necesito buenas personas. Y es lo que ha valorado al formar cada equipo: que sean muy buenas personas. Uno puede ser alpinista y ser mejor, porque es una cuestión de entrenamiento y de dedicación, pero las personas difícilmente van a cambiar. Pasar tres meses con gente en el Himalaya, con amigos tuyos que están allí cuando quieres llorar o cuando quieres reír y que entienden el llanto o la sonrisa... eso es lo más importante.

Y más importante, allá arriba, donde se viven tantas situaciones extremas.

Claro, nuestro deporte es extremo porque la vida te la estás jugando y sientes que lo estás haciendo, y que hay un paso entre estar aquí o no estar aquí, porque te han tocado mil casos. Intentas que de alguna manera todo esto sea más fácil y que, claro, el vínculo que tienes con estas personas sea muy fuerte. Sólo con una mirada entiendes muchas cosas.

Lo del paso entre "estar aquí o no estar aquí" está permanentemente en tu cabeza.

Cuando llega el 31 de diciembre pienso que quiero llegar al 31 de diciembre del año que viene. Y seguramente, mucha gente no come las uvas pensando en esto. Pero claro, tú cenas con tu abuela o tu abuelo, y dices, "ojalá el año que viene estén aquí", pero ya es normal pensar que puede que no esté, porque si tiene 85 años y no está bien, puede ocurrir que no esté y lo aceptarás de alguna manera. Pero cuando ya piensas en ti, que no les tienes que hacer una putada a tu familia, que el 31 de diciembre del año que viene tengo que estar aquí... ¡es duro! Y por eso dices: "¡Hostia! ¿Merece la pena o no merece la pena?".

Ya habido algún 31 de diciembre que poco te ha faltado para no estar. El año pasado casi te quedas en el Kangchenjunga.

Y en 2004, en el K-2. Yo ahí pensé que nos quedábamos fijo, pero lo que pasa es que en ese momento es una cosa que no te puedes imaginar. Eres más consciente de que te podías haber quedado allí cuando ya ha pasado, pero cuando estás en el momento, lo único que ves es "sobreviva quien pueda". Sacas las fuerzas de dentro, dices: "ostras, yo tengo que salir de aquí". Y luego, he soñado, he estado tiempo sin poder dormir, necesitaba pastillas para dormir, las manos se me ponían llenas de sudor, ansiedad, pero en el momento te digo que la gente saca las fuerzas de donde sea.

¿De donde sea?

Sí, esto es como cuando dices que ojalá no te pase un accidente de coche al lado... Cuando te pasa, te transformas. No te bloqueas, sabes lo que tienes que hacer... Y luego, seguro que te hundes. Una experiencia muy dura la tengo aquí, en Pirineos, escalando en el norte del Taillón. Íbamos cinco amigos íntimos. Tres cayeron. Fallecieron los tres. Nos quedamos Asier y yo. En aquel momento nos quedamos en la pared y fuimos conscientes de que habían caído seiscientos metros. Sabíamos que no había nada que hacer. Nos miramos y lo que dijimos fue "tendremos que bajar de aquí, ¿no?". Y pasas dos horas bajando de la pared, sabiendo que tus colegas vas a encontrarlos abajo, y yo me decía: "¡qué egoísta eres, sólo estás pensando en ti!", pero es que era eso lo que pensaba, que tenía que salir de allí. Por supuesto, el después, durísimo, te hundes. Pero en aquellas dos horas o tres sacas fuerzas, ¿eh?

Todo esto que me cuentas relativiza mucho la polémica sobre si has sido o no la primera mujer en escalar los catorce "ochomiles". Me da que para ti no ha sido tan importante como para los medios.

Para mí no lo es. Los medios hacen que para la gente sea importante, porque siempre estamos orgullosos de los éxitos de la gente que vive a nuestro lado. Y sí, cualquier persona que me encontrase donde fuera me hablaba de la coreana y lo de si soy la primera, si soy la segunda... Pero para mí el regalo es que he terminado los catorce ochomiles y estoy aquí. Y ser la primera o la segunda no cambia nada. Pasará al libro de historia y estará escrito en un papel, nada más.

¿Es la alta montaña actual pura competición?

Es cierto que en todo tiene que haber competición, pero con uno mismo. Hagamos esa competición con unos valores y con una filosofía de familia, de personas. Yo a la conclusión que he llegado en esta vida es que mañana la palmamos, ¿eh? Ojalá vivamos noventa y pico años, como mi abuelo -quiero vivir esos-, pero noventa y pico años es muy poco tiempo para estar enfadado y encabronado con nadie, ni para meterse en envidias. Tienes mucha más paz contigo si estás bien con todo el mundo.

Tienes claro lo importante. Lo que te ha dado y te ha quitado la montaña.

La montaña me ha dado a mis mejores amigos y me ha quitado a mis mejores amigos. Hasta el 17 de mayo de este año pensaba que la montaña me había quitado la posibilidad de tener una familia. Me sentía muy sola. Edurne Pasaban se sentía sola. Cada domingo, cuando me tiraba en el sofá de mi casa a ver la tele, pensaba: "¡Pero qué cutre!". O sea, muy bien: cada vez apareces más en la tele, te quiere mucha gente, vas a tomar el café y la gente te saluda... pero me sentía sola. Y esto es muy duro, súper duro. Y le puede pasar a una persona conocida como a mí o a una persona no conocida, da igual. Pensaba que la montaña me había quitado la posibilidad de estar con alguien, de tener una pareja, de tener una familia, de echar las raíces en algún sitio.

Pero ahora empiezas a ver las cosas de otra manera.

Por fin. La gente se cree que los catorce ochomiles me han dado otra cosa. No: me han dado entereza en la persona, en la autoestima. Y esto es el mejor regalo. Bienvenidos los premios que me van a dar la semana que viene. Pero el verdadero premio es este.

los desafíos de una "ochomilista"

la protagonista

EN POCAS PALABRAS...

l ¿Cuándo fue la última vez que lloró y por qué? Ha sido hace un mes y medio y por amor.

l ¿Y la última ocasión en que se rió con todas las ganas? Este pasado fin de semana con mis amigos de fiesta.

l ¿Dónde se siente fuera de lugar? Me adapto a todos los sitios. No me siento fuera de lugar en ningún sitio.

l ¿Qué regalo sigue esperando? Cualquier regalo de una persona que lo haga porque lo siente.

l ¿Qué ha dejado de gustarle a lo largo de su vida? Nada.

l Deme una razón, sólo una, para levantarse cada día y enfrentarse a la vida. Soñar.

l ¿Cuál es el primer recuerdo que guarda? El primer perrito que me regaló mi padre cuando yo era un bebé.

l ¿Qué habilidad le hubiera gustado tener y no tiene? Saber bailar y cantar.

l ¿A quién admira profundamente? A todo el que sabe más que yo, que creo que es mucha gente. Y si tengo que personalizar, a mi padre.

l ¿A quién detesta profundamente? No soy de detestar a nadie. No, no tengo a nadie que deteste.

l ¿Se siente identificado con algún personaje de la ficción o la realidad? ¿Con cuál? No, ja, ja, ja. La verdad es que ya soy yo un personaje en sí...

l ¿Qué le puede hacer romper con alguien? El engaño.

l Cuando se pone frente al espejo... (Complete la frase) Sonrío.

l ¿Qué libro hay ahora mismo en su mesilla de noche? Tengo dos. Uno sobre "management" y otro de autoayuda.

l ¿En qué le gusta perder el tiempo? En ver la tele. Soy muy simple en eso.

l ¿Qué manía no es capaz de quitarse de encima? Ser ordenada.

l ¿Cuál es mejor consejo que le han dado? Sé feliz.

l ¿Y el que mejor que ha dado usted o el que suele dar? Disfruta con lo que haces.

sus frases

"He tenido dos "ochomiles" de forma paralela, el deportivo y el personal, el más duro"

"La montaña me ha dado y me ha quitado a mis mejores amigos"

"Al formar cada equipo lo que más he valorado es que quienes lo compusieran fueran muy buenas personas"

"Siempre digo que los 14 "ochomiles" se los debo a muchísima gente que ha estado conmigo"

"Ser la primera o la segunda no cambia nada. Pasará al libro de historia y estará escrito en un papel, nada más"

Edurne Pasaban disfruta paseando por Donostia, a principios de esta semana. Foto: ruben plaza