LA reacción de alivio que experimentaron los jugadores del Deportivo Alavés y, sin duda alguna, los alrededor de 6.000 espectadores que presenciaron el encuentro en la tarde de ayer en Mendizorroza tras la victoria del equipo ante el Real Oviedo ejecutada por dos goles (el segundo, soberbio) de Geni, mostraba la medida exacta del momento deportivo tan alarmante por el que atravesaba el conjunto alavesista después de las dos últimas derrotas consecutivas que auguraban un desmoronamiento de su autoestima y también unas enormes dudas en el seno de la afición.
Después de dos jornadas vagando por la nada, los albiazules se presentaban al choque con el objetivo de lograr la sexta victoria liguera y la obligación de mejorar sensiblemente su imagen y recuperar su identidad, sobre todo, después de la dolorosa derrota encajada en la visita a Mareo. El de ayer fue un triunfo muy importante y de una gran valía tanto deportiva como anímica que le permite retomar nuevamente la senda de la victoria y volver a los puestos que dan acceso a jugar los play off. Si la lectura que se hace posteriormente se orienta hacia los resultados obtenidos, los tres puntos, más allá del juego desarrollado, entonces la cuestión se esclarece. El Alavés trabajó a destajo ante el equipo ovetense para conseguir una reconstituyente victoria en un momento en el que se empezaba ya a cuestionar la valía del equipo.
De momentos como los que vivían los albiazules sólo se sale con mucha fe en sus fuerzas y en su capacidad y con grandes dosis de suerte. Como las que tuvimos ayer. Se sobrepuso primero al marcador en contra merced a un regalo defensivo; y segundo, a jugar cuarenta y cinco minutos en inferioridad (triste protagonista de nuevo el árbitro) ya con el resultado final. Y el Oviedo no empató en los últimos minutos del encuentro porque ayer no era el día. Ocasiones, más o menos claras, no le faltaron. No obstante, el equipo no ha conseguido cerrar un mal catalogado ya como endémico: dejar la portería a cero, algo que no ocurre desde la primera jornada. En cambio, el acierto de cara a la portería rival ha vuelto cuando más lo necesitaba. Por otra parte, el Oviedo, que solo había marcado un gol en los desplazamientos, también ayudó a que los tres puntos se quedaran en casa. Me pareció un equipo vulgar, muy frágil en defensa, que se descomponía fácilmente, rozando la desidia en algunos instantes del primer periodo. Era evidente que el que se aprovechara de los fallos del rival iba a ganar el encuentro. Porque la defensa albiazul no solo dio facilidades en el gol sino que, por si no había quedado claro, lo hizo otra más (pase de Pardo a un delantero rival que este no aprovechó).
Ya en el segundo tiempo, y con un hombre menos, el Alavés dejó que el Oviedo llevara el peso del partido y se atrincheró en su campo, cerca de su área. Lo paradójico es que, una vez que el encuentro llegó a ese punto, fue Rico quien tuvo las dos mejores ocasiones para aclarar el marcador, pero el portero rival estuvo acertado. A partir de ese instante el equipo, convertido en un frontón, rechaza todo lo que llega cerca de los dominios de Montero. Y lo que no, nuevamente el colegiado que no dejó contentos ni a unos ni a otros. Que ya es decir.