Salamanca. "Nadie puede decir que soy un picha fría", dice Mosquera, que es comedido, siempre afable, un buen tío, por lo que la declaración sorprende por rabiosa. "Es Álvaro (Pino), que siempre me está pinchando y mandando recados para que saque la mala leche", explica el día después de su soberbia crono que le deja a un suspiro de Nibali. Recuperar 38 segundos mañana en la subida a la Bola del Mundo es una cuestión de fe para el director gallego.

Delio y Emilio Rodríguez en 1945 y 1950, y Álvaro Pino en 1986, ¿Mosquera será el cuarto gallego que gane la Vuelta?

Está ahí, está ahí.

¿Ezequiel le recuerda en algo a usted mismo?

En muchas cosas. En la forma de correr, en la genética y en las condiciones es bastante parecido. Es gasóleo, como lo era yo. Un ciclista con mucha capacidad de sufrimiento y resistencia.

¿En el carácter?

No, en eso no. Ayer mismo estuve hablando con él para intentar sacarle la mala leche que tenía yo como corredor. Hay que pincharle, mandarle recados que a veces no le gustan. Yo le digo: "Ezequiel lo que yo quiero es que me llames cabrón de vez en cuando". Peca de falta de ambición. Tiene que creer un poquito más en sí mismo. Nunca se es demasiado buena persona, pero para esta profesión Ezequiel lo es.

Dice que a Mosquera le falta fe.

Fe en sí mismo. Es lo que le falta para dar el gran salto. Antes de empezar la Vuelta le dije que se fuese metiendo en la cabeza que podía ganarla. Y cuando pasamos la primera semana, con aquellas etapas que acababan en muros que no le vienen nada bien porque no es un ciclista explosivo pero que libró estupendamente, le hice ver que llegaba su momento, la montaña que le va, y que no podíamos dejar pasar ni una sola oportunidad. Le machaqué diciéndole que el que se lo tenía que creer era él.

¿Le convenció?

Cuesta. En Andorra ya me decía que como era la primera igual la dejábamos pasar y ya veríamos en la siguiente. Y cuando hizo segundo en Pal y sacó tiempo a todos menos a Antón, aún dudaba y pensaba que si hubiese atacado un poco después igual habría ganado. Las dudas, siempre las dudas. En Cotobello, por ejemplo, las dudas hicieron que Nibali saliese vivo cuando en realidad estaba muerto.

Sostiene usted que si Mosquera llega a atacar antes en Cotobello -lo hizo a kilómetro y medio- ahora las cosas serían distintas.

En ese momento, por ejemplo, yo intenté hacerle ver que él no era el único que iba justo, igual que en Peña Cabarga. Le tuve que decir que no podía pretender ganar la Vuelta silbando porque eso no lo hacía ni Indurain.

Dice que Mosquera tiene condiciones.

Sí, muchísimas. No es un ganador pero es un tío que no falla. Mosquera en esta Vuelta sólo ha tenido el momento malo de Xorret del Catí y el de Cotobello, cuando le temblaron las piernas por las dudas. La falta de convicción también le hizo perder algo en Peña Cabarga. Pero en todas las demás llegadas ha sacado tiempo. Segundos, es cierto, pero si cada vez que arrancara Mosquera sacase un minuto o minuto y medio estaríamos hablando de un crack. Eso sólo lo puede hacer Contador. Mosquera se parece más a mí. Es muy buen escalador, pero tiene que correr apretando y esperando a que los demás se vayan soltando.

Como en Pal.

Como en Pal, con viento de cara, que tiene más mérito.

¿Mosquera está corriendo esta Vuelta como corrió usted para ganar la de 1986?

Es que repito que Ezequiel es muy parecido a mí, sin la mala leche que tenía yo.

¿Antes los ciclistas eran más "perros"?

No, no, antes también había muy buen ambiente. No quiero que se piense que ser buena persona es malo. Tiene sus cosas buenas. Por ejemplo, hay pocos ciclistas en el pelotón que no quieran que gane Ezequiel.

¿Ganará?

Es viable.

¿Aún teniendo en cuenta que en ninguna de las llegadas en alto de esta Vuelta le ha sacado a Nibali más de 20 segundos?

Yo busco la parte positiva: si en Cotobello arranca a tres kilómetros de meta, le mete más de un minuto. Pero de nada vale echar la vista a atrás.

Usted pasará página esta temporada porque deja el ciclismo tras más de 30 años. ¿Es éste el final soñado?

Si se ganase la Vuelta lo sería. También si hacemos podio. Es algo para lo que llevo tratando de mentalizar a Ezequiel desde su primera Vuelta, con 31 años. Me gustan estos retos, como con Fernando (Escartín), que era un corredor de características parecidas a las de Ezequiel, y luchamos con él en el Tour, en la Vuelta?

¿A Ezequiel le une un sentimiento especial?

A Ezequiel, a Fernando? Deportivamente son los mejores ciclistas a los que he dirigido. Nunca tuve un crack. A Heras, pero sólo estuvo conmigo en sus inicios. Emocionalmente con ambos he tenido una relación especial. Una de las pocas veces que lloré por un triunfo ajeno fue con Fernando cuando ganó en el Tour en Piau Engaly. Es porque sabía que le costaba tanto, como a mí, lograr un triunfo de esos que me emocioné. Era un premio a la constancia, a la tenacidad. Me ocurre lo mismo con Ezequiel. Si no ganase la Vuelta, al menos que consiguiese un triunfo de etapa sería algo maravilloso para mí. Se lo merece. Y creo que todo el mundo está deseando lo mismo, que gane.

¿Ni siquiera estos momentos le hacen replantearse su decisión de dejarlo?

No, no. Estos momentos los disfruto, pero las decisiones que tomo las maduro mucho. Cuando lo de Phonak yo estaba retirado. Entré en este proyecto porque vino Karpin a pedírmelo. Me dijo que sólo entraría en el él si yo lo dirigía. Acepté. Pero ya es suficiente. Hasta aquí he llegado.

¿Por qué lo deja?

Porque lo necesito. Yo me bajé de la bicicleta en 1991 y recuerdo que al día siguiente Pepe Quílez me dijo que quería que estuviese en el equipo. Así que me metí en un despacho con el ordenador delante y a las dos horas tenía un dolor de cabeza que nunca antes había tenido. Era de estar encerrado. Era incapaz de estar en un despacho. Tuve que ir entrenando. Dos horas por la mañana, otras dos por la tarde. Seguramente, no tuve ese año sabático. Quizás eso me haya pasado factura. Ahora quiero estar tranquilo. Además, este no es el ciclismo que yo conocí. El ambiente, la hipocresía? Hay una serie de cosas que ya no soporto.

¿Añora usted los años 80?

Sobre todo el ambiente. Recuerdo los Tours y aquellos hoteles, Ibis, Novotel, Campanille? en los que estábamos todos los equipos. A Jesús Rodríguez Magro haciendo de intérprete, hablando en holandés, en flamenco, en italiano e imitando a los colombianos. Estábamos todos los ciclistas juntos sentados en la campa, de noche, hasta las 12.00 de la noche, echando unas risas. Alguna vez en literas en Superbagneres? El otro día me fui a la Clásica de San Sebastián con mi mujer e inconscientemente me quedé a dormir en casa de un amigo. Pues a las seis de la mañana me estaba sonando el teléfono. Eran los de la UCI, para el control. Son una serie de cosas que ya no?

¿Qué hará?

Lo he dicho ya alguna vez y no es broma: pienso en montar una granja de cabras. Aunque me han dicho que no es tan sencillo. Si es muy complicado? ya veré.

Xacobeo-Galicia está cerquísima de ganar la Vuelta pero aún no tiene asegurada su continuidad.

No hay justificación. Ni económica ni de ninguna otra. No entendería que este equipo no siguiese. Estoy convencido de que saldrá para adelante. Quizás con algo menos de presupuesto, pero es importante para los chavales. Sería una pena que se quedasen en el camino.