Sus vidas han marchado por sendas paralelas desde que en plena adolescencia fueron reclutados por el Baskonia. Llegaron siendo niños y abandonaron Vitoria por la puerta grande, con todos los honores y convertidos en los mejores, cada uno en su tiempo, pívots del Viejo Continente. El maestro Luis Scola y su discípulo aventajado, Tiago Splitter, tendrán esta tarde (20.00 horas) en sus manos el futuro de sus selecciones en el Mundial de Turquía.
Los dos mejores jugadores de la historia baskonista asumen galones en dos combinados que se encuentran bajo sospecha tras haber transitado con mejores resultados que juego por la fase previa del torneo. Scola, máximo anotador del torneo, representa la mayor amenaza del equipo argentino, huérfano de talento pero sobrado de carácter. Splitter, más discreto, maneja un rol secundario, que debería ser protagonista, en un equipo en el que sobran las muñecas ligeras pero faltan jugadores verdaderamente resolutivos, decisivos, como él.
La pasión y la rivalidad habituales en este cruce entre las dos selecciones más potentes de Latinoamérica estarán sazonadas esta vez por el pasado azulgrana que comparten los principales protagonistas de un duelo fratricida. La magia del pick and roll que tantas veces ha disfrutado la afición del Buesa Arena, en manos de las dos parejas que lo elevaron a la categoría de arte, supondrá el principal quebradero de cabeza para los técnicos. Pablo Prigioni y su descarado sucesor, Marcelinho Huertas, determinarán el ritmo del partido.
La mejor noticia para los argentinos, que en Turquía han sido Scola, algo de Delfino y poco más, reside en la vuelta a las canchas de otro jugador con label baskonista. Fabricio Oberto, ausente por enfermedad en anteriores citas, enmendará las debilidades que la albiceleste presentaba en su juego interior, donde Román González y los Gutiérrez apenas podían ayudar a Scola frente a selecciones con un juego interior de garantías.
Para añadirle algo más de pimienta al partido, que echará en falta a Nocioni por parte de Argentina y a Nené en las filas brasileñas, también en los banquillos existirá una rivalidad añadida. Rubén Magnano, el tipo que encumbró a la albiceleste (medalla de plata en el Mundial de Indianápolis 2002 y oro en los Juegos Olímpicos de Atenas), pondrá a prueba a su sucesor, Sergio Hernández, que llega a la cita después de haber caído en la última jornada de la primera fase ante Serbia. Esa derrota, sin embargo, ha insuflado una gran confianza al equipo argentino. La buena imagen exhibida ante los plavi se ha convertido en la piedra angular sobre la que Scola y compañía apoyan sus esperanzas de imponerse a Brasil.
Pese a todo, el maestro sabe que tendrá que imponer jerarquías en su duelo personal con Splitter, al que ayer alababa sin complejos: "Espero que no esté muy inspirado, porque es un gran jugador. Se entiende especialmente bien con Marcelinho Huertas y su conexión seguro que nos creará muchos problemas". Luis sabe de lo que habla. Él lo inventó.
En Brasil tampoco afronta el partido con excesivas licencias. La canarinha ha sido el único equipo capaz de plantar cara al todopoderoso Dream Team, al menos durante buena parte de su cruce, pero mostró muchas debilidades y una preocupante anarquía, principalmente por la acumulación de egos, ante rivales más accesibles. Anderson Varejao, cada vez en mejor forma, formará una pareja temible junto a Splitter bajo los aros.
La pasión de un clásico del baloncesto sudamericano se vivirá con el corazón dividido en Vitoria. El vencedor se asegura un cruce más o menos asequible en cuartos de final. El rival saldrá del otro duelo de octavos que se disputa hoy (17.00 horas). Lituania, que ha cuajado una sorprendente primera fase plena de victorias, afronta un trámite ante una China menor.