una promesa para el futuro

El efecto Armstrong

ERA un soleado 25 de julio cuando Lance Armstrong completaba su última vuelta de honor por los Campos Elíseos de París. Él, el musculoso ciclista con espalda de boxeador que, tras tumbar a la muerte, volvió para noquear a todos aquellos que trataron de discutir una superioridad que paseó por siete Tours consecutivos, era vitoreado por un público que lo odiaba, tan sólo unos pocos años atrás, cuando ejercía su dominio, su tiranía, en los calurosos meses de julio francés. El mito era más aplaudido que nunca en su derrota, 23º en la general, fuera de los puestos de honor que ocupó tan sólo un año antes, cuando subió al tercer cajón del podio de París, tres años después de anunciar su primera retirada. Era el fin de un mito que provocó un boom en Estados Unidos, un país en el que, a pesar de vivir las tres victorias de Lemond en la ronda gala, no caló la cultura ciclista. Pero los tiempos cambiaron con una figura tan mediática como la del texano, tan cerca de los círculos elitistas y los shows hollywoodienses. Ahora, huérfanos de su líder, los aficionados yankees buscan en el efecto Armstrong las próximas figuras de su ciclismo, los candidatos a medio, incluso largo plazo, que, algún día, recojan el testigo del siete veces campeón del Tour.

Gran parte de las esperanzas americanas por encontrar un relevo para Armstrong están puestas en un joven llamado Taylor Phinney, un apellido que puede resultar familiar para el aficionado ya que su padre, Davis Phinney, también fue ciclista profesional entre los 80 y los 90. Phinney padre formó parte de aquel 7-Eleven de los Andrew Hampsten, Raúl Alcalá, Jeff Pierce, Sean Yates y Otto Lauritzen. Un equipo pionero de un ciclismo que no terminaba de arrancar y que, para hacerlo, necesitó de los resultados y éxitos que el equipo nacional americano obtuvo durante los Juegos Olímpicos de Los Angeles"84. Phinney (Davis) posee además el hito de haberse convertido en el primer ciclista estadounidense que, corriendo para un equipo nacional, ganó una etapa en el Tour de Francia. Lo hizo en 1986 y un año más tarde repitió éxito.

estirpe de ciclistas Taylor Phinney, la nueva perla del ciclismo americano, nació hace 20 años en Boulder (Colorado), una ciudad con cierta tradición ciclista ya que del mismo lugar son originarios su padre y el propio Andrew Hamspten. Taylor mamó desde niño el amor por el deporte de las dos ruedas. Y es que su madre, Connie Carpenter Phinney, ciclista y patinadora, se proclamó campeona olímpica en ruta en Los Angeles"84, al mismo tiempo que Davis Phinney formó parte del equipo que obtuvo la medalla de bronce en la contrarreloj por equipos.

Taylor comenzó a competir a los 15 años en el equipo junior Slipstream, una formación puntera en cuanto a la captación de jóvenes valores que provenía del equipo profesional Garmin. Aquel año lo ganó todo o casi todo. Su imponente físico -mide 1"93 metros y pesa unos 81 kilos- se ve reflejado en su rendimiento sobre la bicicleta, donde Phinney es un gran especialista en la lucha contra el reloj, así como en la pista. De hecho, es sobre el anillo de madera donde ha adquirido sus principales logros. Con tan sólo 18 años fue seleccionado para la prueba de persecución individual en los Juegos Olímpicos de Pekín, donde concluyó en séptima posición. Tan sólo un año después, se enfundó el maillot arcoiris de la misma disciplina en los Mundiales de pista celebrados en Polonia, un logro que repitió en Dinamarca, durante la presente temporada.

Afortunadamente, Phinney no vive sólo de la pista. En 2008 dio el salto al Trek-Livestrong, un equipo con una estructura similar al Orbea continental y que cuenta, además, con la supervisión del propio Lance Armstrong. A las órdenes de Axel Merckx, director de la joven escuadra, Phinney ha completado la mayor parte del calendario americano, realizando puntuales incursiones en carreras europeas de gran nivel. Pruebas de las que no se fue de vacío. Y es que el joven Phinney ha ganado en dos ocasiones la Paris-Roubaix sub"23, una carrera en la que venció en su época de aficionado el belga Tom Boonen.

Este amante de Italia, de los libros de Harry Potter y de la serie Cómo conocí a vuestra madre, disputó recientemente la Vuelta a Dinamarca como stagiare del RadioShack, el equipo de Armstrong, acaparando todas las miradas el día de su debut. Para más señas, Phinney partió con el dorsal 31 a la espalda, figurando como líder de equipo. Las comparaciones siempre son odiosas, pero el talento y el gran margen de mejora que se le intuye al joven de 20 años invita a soñar con un futuro campeón. Hay quien lo ve disputando algún día la general del Tour de Francia. Está claro que las expectativas son muy altas en un país que no quiere seguir bajo el efecto Armstrong.

Taylor Phinney, con los colores del RadioShack, hace su debut en la Vuelta a Dinamarca. Arriba, todavía corriendo para el Trek-Livestrong, se impone en el velódromo de Roubaix.

Ha ganado dos Paris-Roubaix sub"23, además de ser el actual campeón del mundo en persecución individual