Arrasate. Al volver del Broad Peak, el día no le da de sí: "Tengo muchas cosas pendientes, pero, tras dos meses fuera de casa, me debo a la familia". Dentro de unos días, junto a Ane y los hijos de ambos, Beñat y Manex, de 6 y 3 años, se perderá en Cádiz por tercer verano. "En septiembre, cuando empiece la ikastola, me centraré en lo mío. Tengo ganas de nuevos proyectos". Su depósito está lleno de combustible.
¿Tiene sensaciones diferentes respecto a otras veces por el éxito alcanzado en el Broad Peak?
Siento mayor interés de los medios que otras veces y que, seguramente, hemos tenido una presencia mediática más allá de lo que, alpinísticamente, hemos hecho. No olvidemos que esta ascensión ya la hicieron hace casi treinta años los polacos y en 1995 la repitieron los japoneses. Por eso, todos los elogios que hemos recibido están un pelo exagerados.
Son tres ascensiones en la historia...
No habrá muchos más intentos. Al no ser una ruta de las normales, en estas montañas es habitual que no haya muchos intentos y menos aún repeticiones. Por eso, no podemos basarnos en que es la tercera para darle más relevancia que la que es.
Siempre parece quitarse méritos...
¡Me siento en la obligación! Porque la montaña es un deporte discriminado, minoritario, con apenas presencia mediática, y cuando realmente tiene esa presencia, es de forma desproporcionada bien porque ha habido una tragedia o, como este caso, porque las cosas han salido bien y la inercia nos lleva a sacarlo de su propio valor. No olvidemos que tampoco hay mucho criterio alpinístico en la sociedad y en los medios. Y se tiende a la exageración.
Está claro que los medios perdemos más fácilmente la cabeza por todo lo que suene a los catorce "ochomiles".
Sí, es mucho más comercial y se ajusta a ese criterio estadístico que no exige tanto conocimiento y sí se presta a la estadística, a ver cuántos lo lograron. Para valorar una expedición desde el punto de vista alpinístico, se requiere un conocimiento y situarlo frente a otras expediciones.
Con su criterio, ¿cómo valora la expedición? Le resta méritos, pero viajaron tres personas muy preparadas y sólo una encadenó los tres picos.
Hemos vuelto muy satisfechos con lo que hemos hecho y del modo en que lo hemos hecho. Pero somos muy conscientes de que no es lo máximo que se está haciendo en el himalayismo. Esa misma travesía, por la ruta abierta por (Wojciech) Kurtyka y (Jerzy) Kukuczka en 1984, seguramente tendría más dificultad. Y, por supuesto, se hacen ascensiones muchísimo más difíciles. Pero somos conscientes de nuestro nivel, y éste era un proyecto que se ajustaba a nuestras posibilidades, siguiendo la línea que veníamos marcando desde 2009 con el Pilar Oeste del Makalu y el corredor Hornbein del Everest.
Esas dos expediciones no fueron exitosas. ¿Se ha quitado por ello un peso de la espalda, como aquella mochila que aseguró quitarse cuando completó los catorce "ochomiles"?
Todo lo contrario. Siento que hemos tenido la recompensa de la perseverancia y del trabajo, pero tengo claro que ésa es la línea y el estilo que me apetece seguir. Los catorce ochomiles era algo que venía más impuesto por una necesidad comercial y una presión social. Esto no tiene nada que ver, porque es lo que me interesa y con lo que disfruto. Hemos tenido que hacer tres intentos para lograr culminar uno, pero tengo clarísimo que seguiremos en esa línea.
Su concepción romántica, ¿no está reñida con la vorágine actual de las grandes expediciones, las ascensiones comerciales, la cantidad de vías abiertas, la mejora de materiales...? ¿Le habría gustado llegar a la montaña hace treinta o cuarenta años?
No. Ha habido una gran mejora en medios y materiales, y también se han simplificado mucho las expediciones, pero todo eso facilita esa fase de aproximación a la montaña y el superar las dificultades con, entre comillas, más facilidad. Ahora es mucho más fácil practicar un alpinismo auténtico. Una vez que te sales de las vías normales, en el resto de la montaña no vas a encontrar a nadie y está llena de puro alpinismo. Otra cosa es que uno, por estilo, esté capacitado para realizarlo o no. Pero las posibilidades de alpinismo siguen siendo las mismas que hace cincuenta años. La apertura de vías nuevas es más difícil que hace 50 años porque las más lógicas, evidentes y seguras están abiertas. Pero, aun así, se pueden abrir nuevas vías y hacer primeras, segundas o terceras repeticiones de un nivel muy alto.
Pero vende más la aventura de los catorce techos que hollar cualquiera de ellos por una vía nueva o difícil.
Hace cincuenta años se le daba más un carácter nacional y la financiación llegaba más por la vía institucional. Ahora, sin ese carácter nacional se recurre también a las instituciones, pero se ha abierto la puerta al patrocinio privado. Pero la financiación siempre ha sido difícil.
Supongo que no debe de ser fácil convencer a un posible patrocinador del grado de dificultad, por ejemplo, del corredor Hornbein cuando al Everest suben ancianos o niños.
Es complicado, y por eso mismo deberíamos pedir a los patrocinadores un patrocinio más responsable que el que se está haciendo, y a los medios, un seguimiento con más criterio. Los propios alpinistas deberíamos contar las cosas con bastante más honestidad para que, por ejemplo, nadie cuele una expedición al Everest por la vía normal como si fuese lo más. Eso sólo genera campo quemado para futuras generaciones.
Volvamos al Broad Peak. La exigencia es enorme para ascender un "sietemil" y dos "ochomiles" en tres días.
Por eso digo que se ajustaba a nuestras posibilidades. Yo lo dividiría en dos partes. La primera, hasta el collado Norte, que era la apertura de una vía nueva, y después la travesía en sí de las tres cabezas del Broad Peak. La primera era más incierta, porque era una vía nueva y no contábamos con más información que unas fotos de las que nos teníamos que fiar para prever si podía ser posible, aunque se veía que no encontraríamos grandes dificultades en terreno muy complicado. La segunda parte era más física que técnica, de resistencia y adaptación a la altura, porque exigía rendir bien por encima de los 7.500 metros. Ideal para nosotros.
Sí que hallaron una gran dificultad.
Nos topamos con un imprevisto en la cumbre Central, entre las alturas de 7.700 y 7.800 metros. Había mucha nieve que no se sujetaba en una pendiente muy pronunciada. Tuvimos momentos de incertidumbre y miedo porque esa inconsistencia te llevaba a pensar que se te iba a venir el monte encima. La bajada tampoco la vimos clara. Tardamos entre ocho y nueve horas de incertidumbre para superar esos doscientos metros.
¿En esos momentos, uno piensa en dónde nos hemos metido?
Sí (sonríe). Cuando las cosas cuestan más de lo previsto, te invaden esos pensamientos negativos. Pero se trata de superarlos y seguir adelante.
Una vez en la cumbre Central, ¿hubo dudas, reflexión o debate sobre cómo y quiénes seguir a la Principal?
Mikel y Juan tuvieron claro en la Central que no se encontraban en condiciones para seguir, porque no estaban en su mejor estado físico y eran ya las cinco de la tarde. Yo sí tuve más dudas, porque la Principal no estaba lejos, pero quedaban muy poquitas horas de luz y no tenía agua y me sentía muy deshidratado. La otra opción era bajar al campo III, a 7.100 metros, hidratarme y pasar la noche. Pero había que bajar mucho para remontar al día siguiente y tampoco sabíamos si encontraríamos un refugio o algo para hidratarnos. Dudé mucho, pero todo salió bien.
¿Qué porcentaje de cabezonería o amor propio le animó a seguir?
Ninguno. El objetivo era intentar alcanzar las tres cumbres, y tenía claro que una vez alcanzada la vía normal, las dificultades ya estaban superadas y había que intentarlo. Y si las fuerzas fallaban me encararía hacia el valle y desandaría el camino subido sin mayores problemas. Pero, también, ya lo he dejado claro mil veces, estaba perfecta la huella abierta la víspera por seis personas.
Estaba roto de cansancio.
Estaba fatigado por la paliza de la víspera, la falta de comida, hidratación y sueño. La noche anterior la pasamos sin sacos de dormir -el equipo de vivac lo dejaron en el collado Norte pensando que las otras dos cumbres las harían en el día- ni comer. Mi condición no era la mejor, pero la de la montaña, sí. Había que probar.
¿Cómo fue el reencuentro con Mikel Zabalza y Juan Vallejo?
Salí a la cumbre Principal sin walki talkie porque no lo encontrábamos, así que no tuve ninguna posibilidad de comunicarme con el campo base. Cuando volví, no me esperaban tan rápido. Mikel estaba echando la siesta y a Juan le vi esa cara de sorpresa y alegría. El otro día, Juan me decía que en cuanto me vio, ya sabía que venía de la cumbre por la sonrisa que debía llevar.
¿Fue solo y sin "talkie"?
A las dos de la mañana estuvimos buscándolo, pero no lo encontrábamos, así que me fui sin talkie.
Lo dice con la naturalidad con la que yo puedo sacar el perro por la noche...
(Risas) No lo sé, pero fue así. No fue un tema que me preocupó mucho, pero llevar un talkie no está de más.
Allá arriba, ¿es más difícil decidir darse la vuelta que alcanzar la cumbre?
Aquel día, todo invitaba a bajarme. Estaba fatigado, mal hidratado, sin comer. Soplaba viento, mis compañeros se bajaban... Por otro lado, los muchos años de experiencia y dedicación... Me daba pena estar ahí y no intentarlo. A mi favor estaba que me estaba muriendo de frío, porque estábamos en la tienda de campaña sin saco de dormir. Llegó un momento en que decidí salir para arriba para, al menos, entrar en calor. Si me sentía bien seguiría y si no, para abajo. Así de sencillo fue. De verdad.
Comenta que esta expedición se ajustaba a su nivel, pero no creo que sea su techo alpinístico. ¿Ahora, qué?
A seguir echándole imaginación y pensar nuevos retos. En 2009 dejamos pendientes dos de las grandes ascensiones que se pueden hacer en el Himalaya: el Pilar Oeste en estilo alpino del Makalu y el corredor Hornbein del Everest. Pero hay más.
¿Cuál es la que más le motiva?
No tengo ningún problema para encontrar la motivación. Si el reto está a la altura de mis posibilidades, me ilusiono enseguida. Tengo la misma motivación que la primera vez que fui al Himalaya.
No le gusta el más difícil todavía...
Siempre intentamos añadir un pelín más de dificultad, pero no un más difícil todavía por el simple espectáculo. Ni mucho menos.
Hace años, en una conferencia en Donostia, le oí que lo importante era el viaje, no el destino.
Lo tengo clarísimo. Lo importante es el camino, no la cumbre. Estos últimos años lo hemos dejado claro. Damos más importancia a la ruta, al estilo, al compromiso, que al hecho de sumar montañas al currículum.
Siempre desde esa discreción suya.
No es que detestemos los medios. Desgraciadamente, necesitamos una financiación a la que hay que dar una contrapartida y para ello los medios son pieza fundamental.
En su día grabó documentales, ¿necesitaba contar o denunciar cosas?
Aquello fue una etapa que tuve de hacer reportajes de montaña.
Sin palabras más altas que otras, ha criticado algunas derivaciones del alpinismo, de la globalización...
Soy muy crítico con ciertos aspectos del himalayismo, de actividades de escasa relevancia alpinística a las que en casa se da un bombo y un platillo que no se corresponde. Entiendo que se está engañando y eso cierra la vía a futuras generaciones. Por eso, reivindico un alpinismo más honesto, que los medios hagan el seguimiento con mayor criterio y los patrocinadores sean más responsables a la hora de financiar expediciones.
¿Dónde se ve en 15 ó 20 años?
No lo sé. Me preocupa más el presente y el futuro inmediato.
Hace poco, con motivo de los 30 años de la primera ascensión vasca al Everest, Martín Zabaleta nos decía que siempre encontrará retos de los que sentirse satisfecho en un "cuatromil" o en un "seismil".
Es que eso es lo bonito y lo interesante que tiene este deporte. En función de las posibilidades de uno, te marcas diferentes retos que te estimulen ya tengas 20, 50 u 80 años. Bien sea la colina detrás de casa, el Aizkorri, el Vignemale o el Cho Oyu. Uno ya se ajustará a sus posibilidades.
Para finalizar, una mención obligada: vuelve del Karakórum, justo diez años después de la fatalidad de Félix. ¿Lo ha tenido en mente?
No. Han pasado diez años, y te das cuenta de lo rápido que pasa el tiempo. Uno no pierde su memoria, pero tampoco más allá de aquellos recuerdos y ese sentimiento que uno guarda de su hermano.
¿Se arrepiente de algo?
Me da pena no haber hecho ciertas cosas en su momento, pero tanto como arrepentirme, no.
¿Por ejemplo?
Haber ido a Estados Unidos con 18 años a aprender a escalar en fisura y, de paso, aprender inglés (risas).
¿Le satisface más lo que hace ahora o lo que hacían con 25 años?
Siempre hemos hecho lo que nos motiva cada momento. Con 25 años hicimos ascensiones de estilo más tradicional, montando campamentos de altura o poniendo cuerda fija en las rutas que nos era necesario. Fueron cosas que en su momento, y con la experiencia que teníamos, estuvieron muy bien, como fue la cara norte del Kangchenjunga, la ruta británica del Shisha Pangma, la ruta Cessen en el K2 en el 94.
¿Se ha concedido algún capricho tras la expedición al Broad Peak?
No. Lo único que pido es buen tiempo y dinero para el gasoil del coche.