WEMBLEY. 30 de julio de 1966. Alemania e Inglaterra dirimen la final de la octava edición de la Copa del Mundo. Los primeros buscaban su segundo título -para igualar con el triunvirato que entonces constituían Uruguay, Italia y Brasil-, tras el que habían conseguido en Suiza doce años antes. Los pross querían demostrar al mundo que por algo habían inventado el fútbol. Los germanos llegaban avalados por la elegancia de Franz Beckenbauer y la efectividad de Uwe Seeler. Los ingleses confían su triunfo en los Bobby, Moore y Charlton, y en la seguridad que aportaba en su portería Gordon Banks.

Los alemanes se adelantaron en el minuto 12 por mediación de Haller. La reacción local no se hizo esperar y Hurst igualó seis minutos después. El encuentro caminaba por derroteros de igualdad hasta que Peters adelantó a los ingleses en el minuto 78. Wembley estalló. La victoria estaba al alcance de la mano. Sin embargo, Weber igualó a un minuto de la conclusión.

La prórroga iba a marcar la vida de Geoff Hurst, un delantero que había comenzado el Mundial como suplente, pero que aprovechó la oportunidad que le dio Alf Ramsey tras la lesión de Greaves. Tras no jugar ninguno de los tres encuentros de la primera fase, debutó ante Argentina y marcó el único tanto del encuentro. Repitió titularidad ante Portugal en semifinales y asistió a Bobby Charlton en uno de los dos goles que derrotaron al equipo de Eusebio.

Y en esos treinta minutos suplementarios, Hurst anotó el gol más polémico de la historia. Su disparo, desde el borde del área pequeña, dio en el travesaño de la portería que defendía Tilkowski y botó sobre la línea. Los jugadores ingleses levantaron los brazos y el colegiado suizo Gottfried Dienst señaló el centro del campo. Inglaterra se encaminaba hacia su primer título antes de que Hurst subiera el 4-2 al marcador en el último minuto de juego y se convirtiera en el único jugador en marcar tres goles en una final.

Ayer Inglaterra vivió en sus carnes la otra cara de la moneda. Los alemanes se habían adelantado 2-0 gracias a los tantos de Klose y Podolski. La maquinaria germana no encontraba oposición en el equipo de Capello. Sin embargo, Upson aprovechó un error de Neuer para acortar distancias de cabeza. A continuación llegó el zapatazo de Lampard y el golazo (entró en la portería para luego salir sin tocar la red) que no concedió el trío arbitral.