LOS duelos entre Alemania e Inglaterra son, al menos desde la legendaria final mundialista de 1966, enfrentamientos especiales que rebasan con creces los parámetros que suelen aplicarse para juzgar los partidos de selecciones. "Nosotros lo llamamos el clásico", respondió en una ocasión Franz Beckenbauer a un periodista extranjero para explicar la significación que tiene en Alemania y en Inglaterra el duelo del que ha quedado más de una escena legendaria, que hoy volverá a reeditarse en los octavos de final del Mundial de Sudáfrica y en torno al cual se han acuñado también frases míticas. Tal vez la más conocida de las sentencias sobre el clásico, como lo bautizó Beckenbauer, sea la formulada por el delantero inglés Gary Lineker tras el partido de cuartos de final del Mundial de Italia de 1990, cuando dijo que el fútbol era un juego en el que jugaban once contra once en partidos que duraban noventa minutos y en los que al final ganaba siempre Alemania.
Sin embargo, esa presunta paternidad de Alemania sobre Inglaterra sólo empezó en 1968, cuando el combinado germano logró ganar a los ingleses por primera vez por 1-0 con gol del propio Beckenbauer, y se ha concentrado ante todo en los enfrentamientos en Campeonatos del Mundo y en Eurocopas. En amistosos y en partidos de eliminatorias, el duelo ha sido más parejo y antes del 68 era Inglaterra la que siempre ganaba.
De la final del 66 queda la polémica del célebre gol de Wembley que le abrió a Inglaterra el camino a su hasta ahora único título mundial. El partido, en la prórroga, estaba empatado 2-2 cuando Geofrey Hurst soltó un disparo que pegó en el travesaño y rebotó contra el piso antes de que Wolfgang Weber enviará la pelota a saque de esquina. El árbitro, el suizo Gottfried Dienst, ya había sancionado el saque de esquina cuando el juez de línea soviético Tefik Bachramov indicó que la pelota había traspasado la línea y por lo tanto se debía conceder gol a los ingleses. Dienst siguió, entre protestas de los alemanes, la indicación de su juez de línea y sancionó el gol, lo que dio comienzo a una discusión casi histórica, apoyada de simulaciones informáticas y repeticiones de televisión, que lleva décadas sin que se haya saldado de manera definitiva.
Cerca del final, y otra vez por mediación de Hurst, Inglaterra materializó el cuarto tanto pero en Alemania existe la convicción de que, de no ser por el gol de Wembley, la historia del partido hubiera sido otra muy diferente. Hay una foto de Uwe Seeler, capitán alemán, abandonando el campo con la cabeza gacha que se ha convertido en uno de los símbolos de aquella polémica derrota.
Cuatro años después -la victoria alemana de 1968 había acabado con lo que parecía una maldición-, Alemania logró desquitarse en cuartos de final en el Mundial de México. Seeler también es el protagonista de una de las imágenes más celebres de aquel partido, la del segundo gol alemán que él marcó con un cabezazo hacia atrás. Alemania había empezado perdiendo por 2-0, con goles de Mulery y Martin Peters, y se asegura que Beckenbauer ya había empezado a hablar en el campo sobre el vuelo de regreso con Gerd Müller. Sin embargo, fue el propio Beckenbauer, en el minuto 68, el que dio la señal para la remontada con un remate desde fuera del área que sorprendió mal colocado a Peter Bonetti, que había reemplazado al meta titular Gordon Banks, que había sufrido una infección intestinal.
El seleccionador inglés, Alf Ramsey, optó entonces por sacar del campo a Bobby Charlton, lo que luego le sería reprochado durante toda su vida. Posteriormente, Seeler, con su cabezazo hacia atrás, logró el empate y, en la prórroga, Gerd Müller -de quien se dice que en ese partido perdió cuatro kilos y medio por el tremendo despliegue físico desarrollado- hizo el gol del triunfo para los alemanes. Ese día nació el mito de la remontada y de los alemanes que no se rinden jamás aunque el desarrollo de la contienda sea totalmente adverso. Y desde entonces Inglaterra nunca ha vuelto a derrotar a Alemania ni en un Mundial ni en un partido de eliminación directa de una Eurocopa.
Supremacía En la Eurocopa de 1972, en cuartos de final, Alemania dejó en la cuneta a Inglaterra por 3-1. En el Mundial del año 82 hubo un empate a cero, que favoreció sobremanera los intereses germanos. En 1996, en la semifinal de la Eurocopa, los alemanes se impusieron en los penaltis al igual en el Mundial de 1990 en un partido que terminó sacándole a Lineker su frase desoladora. Hoy el clásico vive otro episodio.