CHILE: Bravo, Isla, Medel, Ponce, Jara, Estrada, Mark González (Min. 46, Paredes), Vidal, Valdivia (Min. 46, Millar), Beausejour y Alexis Sánchez (Min. 65, Orellana).
ESPAÑA: Casillas, Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila, Xabi Alonso (Min. 73, Javi Martínez), Busquets, Xabi, Iniesta, Villa y Fernando Torres (Min. 54, Cesc).
Goles: 0-1: Min. 24; Villa. 0-2: Min. 37; Iniesta. 1-2: Min. 46; Millar.
Árbitro: Marco Rodríguez (México). Expulsó a Estrada, que había visto antes la cartulina amarilla, en el minuto 37. Además, amonestó a Medel y Ponce.
Incidencias: Loftus Versfeld Stadium. 41.958 espectadores. Tercera y última jornada del grupo H.
Tanto ruido de tambores para que el combate del siglo terminara en paripé, con la grada hermanada y entonando el que se besen, que se besen, ojo avizor de lo que sorprendentemente acontecía en el Suiza-Honduras, incapaces ambas de ver puerta y demostrando sus escasas virtudes para gozo de España y Chile, que se cruzarán en octavos con Portugal y Brasil, respectivamente. Una y otra han acabado cumpliendo con la lógica del grupo pero harían bien los de Del Bosque en practicar una reintrospección y admitir que no están para muchos trotes, a no ser que la clasificación les suponga una inyección de adrenalina, y de fuerzas.
Al salmantino, que echó mano de Iniesta en perjuicio de Navas, no le pasaba la saliva por el nudo de la corbata cuando se percató desde los primeros compases de que su grupo, cuando debía estar fresquísimo, daba síntomas de estar físicamente descompuesto. La presión chilena hacía el resto pero es que España, un pelele en manos de los extremos sudamericanos Alexis y Mark González, era incapaz de poner en práctica su ensalzado toque ni de dar un par de asistencias seguidas y sobrepasar la línea de medios. Solamente Busquets, que ya dijo el mister que quería parecerse a él de mayor, aguantaba el tipo. Al minuto diez el ex jugador realista tuvo la primera ocasión de oro cuando, a bocajarro, no acertó a rematar en condiciones con su pierna mala, la derecha. Y fue casualmente otro elemento afín al club txuri-urdin el que transformó en cierta forma la dinámica del partido un cuarto de hora después: Claudio Bravo salió raudo en carrera para obstaculizar a Torres pero su despeje fue a parar a los pies del inspirado Villa, quien, escorado en banda izquierda y desde 35 metros, golpeó en la yugular rival. El Guaje emergía como el principal futbolista español con el ritmo propicio.
Los de Bielsa, lejos de venirse abajo, gozaron de la posibilidad de nivelar la contienda en una contra que Beausejour no pudo concretar gracias al pie que metió Piqué antes del posible penalti de Vidal, que empujó a El Niño. De inmediato llegó la única acción trenzada del cuadro estatal en toda la primera parte y que acabó en el gol de Iniesta al chutar colocado al palo izquierdo tras asistencia de Villa. Con semejante ventaja y la inmediata expulsión de Estrada por doble amarilla el envite debió estar visto para sentencia. Pero tras el descanso el panorama a ras de césped fue un calco del inicial. Con diez jugadores, el dueño de la pelota era Chile y Millar, con la ayuda de un rebote que pegó en la pierna de Piqué, recortó distancias ante la lentitud de los centrales para salir al corte. A España volvieron a temblarle las piernas.
Del Bosque realizó la lectura más correcta y colocó a Cesc para manosear más y mejor el cuero, devolviendo al encuentro el orden natural de las cosas, pero faltaba frescura para pisar el área en condiciones de generar peligro de relevancia. Con todo por decidirse, en el minuto 73 el que se estrenó en el Mundial fue el león Javi Martínez, debut propiciado por el inflamado tobillo de Xabi Alonso. Según avanzaban las manecillas del reloj y Suiza se daba de bruces contra la muralla hondureña, el pacto de no agresión estaba cantado. Los últimos diez minutos rozaron el ridículo y bordearon la vergüenza, pero el cálculo matemático también se inventó para el fútbol. La cuesta arriba a la que se enfrenta ahora España poco tiene que ver con su adversario luso, sino con que durante 270 minutos se ha mostrado muy, pero que muy chiquitita, trazando excesivos borrones en su expediente y con más miedos de los razonables, o de los previstos hace semanas. Y eso es difícil de arreglar.