Amarek Hamsik le costará mucho tiempo olvidar lo que ocurrió el 19 de diciembre de 2008. Aquel día, uno más en principio, el centrocampista eslovaco del Nápoles había concluido la sesión vespertina de entrenamientos, cogió su coche y se dispuso a realizar una serie de compras en Fuorigrotta, una zona cercana al estadio de San Paolo.

Mientras esperaba en la cola del aparcamiento, una scooter paró a su lado con dos personas montadas en ella. Una de ellas, con el rostro tapado por su casco, bajó de la moto, sacó una pistola y golpeó el cristal del conductor con la culata, instándole a que le entregara todas sus pertenencias. Varios tifossi reconocieron a Hamsik y se acercaron a ayudarle, pero los atracadores les pararon los pies blandiendo su arma, por lo que, finalmente, el jugador, sin escapatoria, se vio obligado a entregarles todo el dinero que llevaba en efectivo, 800 euros, un Rolex Daytona, un teléfono móvil, las tarjetas de crédito y hasta las llaves de su casa.

"Ha sido un momento, pero me ha servido para conocer el miedo a morir. Ha sido terrible, me he quedado en estado de shock, aunque por suerte estoy bien y sólo espero poder olvidar esto pronto", aseguro el eslovaco el día siguiente.

Ese episodio dejó hundido moralmente a Hamsik. Además de haber temido por su vida, el jugador sentía un aprecio especial por su reloj, valorado en 25.000 euros, hasta el punto de que el presidente del Nápoles, Aurelio de Laurentiis, le prometió regalarle uno igual esa misma Navidad. No hizo falta. Los ultras del Nápoles, apasionados como pocos, comenzaron a movilizarse para acabar con la tristeza de su estrella.

Crearon grupos en Facebook, se patearon las calles, investigaron por los bajos fondos y antes de fin de año devolvieron el reloj al jugador, exactamente igual que meses antes hicieron con el BMW que le habían robado a otros de sus jugadores, el delantero Andrea Rusotto. Hamsik quedó eternamente agradecido y no dudó en asegurar que "los tifossi saben hacer estas cosas. Los jugadores del Nápoles somos como dioses, no se nos puede tocar".

Su apreciación es cierta, sobre todo cuando se habla del centrocampista eslovaco, a quien la afición del estadio San Paolo trata como un auténtico ser superior. Desde los históricos tiempos de bonanza de la mano de Diego Armando Maradona, la afición del Nápoles había carecido de un ídolo al que elevar a los altares y Hamsik, que tiene sólo 22 años, ha tapado esa carencia a base de talento -llegó al equipo en 2007, justo el año en el que el club regresó a la Serie A- y del carisma particular que le proporcionan su desenfadada forma de ser y su particular estética, con tatuajes visibles y un peinado en forma de llamativa cresta. Es por ello que no es de extrañar que el jugador se sienta tan halagado y que incluso haya llegado a reconocer que "hay veces que creo que soy el rey de Nápoles. Toda la ciudad me tiene en un altar. Creo que podría circular con mi coche a 140 kilómetros por hora por las calles del centro y ni siquiera me pararían para ponerme una multa".

La carrera profesional de Hamsik se ha desarrollado a una velocidad endiablada. Con 16 años ya jugaba en el Slovan de Bratislava y la afición le apodaba el Beckham eslovaco. Un año después fue fichado por el Brescia y su excelente rendimiento hizo que el Nápoles pagara ocho millones de euros por sus servicios cuando acababa de cumplir 20 años. Su rendimiento en el equipo napolitano ha sido excelente, hasta el punto de que el presidente, que asegura constantemente estar rendido a sus pies hasta el punto de pronosticar que algún día ganará la Bota de Oro, ha desestimado el interés de numerosos clubes punteros (Inter, Manchester...) que ofrecen enormes cantidades de dinero por sus servicios. Tanto le idolatra De Laurentiis que en diciembre de 2008, cuando los emisarios del Chelsea llegaron a Nápoles con una gran oferta para el jugador, no dudó en aconsejar públicamente a Hamsik que siguiera en el equipo con un curioso razonamiento. "Los ingleses viven muy mal, comen muy mal y las mujeres ni siquiera se lavan la zona genital. Para ellas, el uso del bidé es un absoluto misterio". Marek, que ha reconocido que no tiene ninguna prisa para cambiar de aires, le hizo caso.

El precedente de Ahn La idolatría que siente hacia Hamsik la ciudad de Nápoles vivirá esta tarde una prueba de fuego, no en vano su gran referente puede cortar hoy de raíz la progresión de la selección italiana en el Mundial, por lo que muchos de los asiduos a San Paolo tendrán el corazón partido. Durante estos días, en el país transalpino se ha recordado en más de una ocasión lo acontecido en el Mundial de 2002, cuando Italia cayó en octavos de final con un gol en la prórroga del coreano Ahn Jung-Hwan, que militaba entonces en el Perugia, club que le despidió el día siguiente porque, en palabras de su propietario, Luciano Gaucci, "no voy a pagar el salario de un hombre que ha sido la ruina del fútbol italiano". Marek Hamsik espera que en caso de que su Eslovaquia elimine a la azzurra la sangre no llegue al río. Ahn, al fin y al cabo, era un jugador más y él es el rey de Nápoles.