FRANCIA: Lloris, Sagna, Gallas, Squillaci, Clichy, Diarra (Min. 82, Govou), Diaby, Gignac (Min. 46, Malouda), Gourcuff, Ribèry y Cisse (Min. 55, Henry).

SUDÁFRICA: Josehps, Ngcongca (Min. 55, Gaxa), Mokoena, Khumalo, Masilela, Pienaar, Sibaya, Khuboni (Min. 78, Modise), Tshbalala, Mphela y Parker (Min. 68, Nomvethe).

Goles: 0-1: Min. 20; Khumalo. 0-2: Min. 37; Mphela. 1-2: Min. 70; Malouda.

Árbitro: Óscar Ruiz (Colombia). Expulsó a Gourcouff con tarjeta roja directa en el minuto 25. Amonestó al galo Diaby.

Incidencias: Tercera jornada del grupo A. Partido disputado en el Free State Stadium de Bloemfontein, con una gran entrada.

Que si Blanc prepara ya la reconversión, que si Domenech no está desde hace tiempo para semejantes trotes, que si la mano de Henry, que si la sombra de Zidane, la conducta racista de los futbolistas forjados en los suburbios contra los educados entre la élite gala... Nada bueno podía surgir para los intereses blues en el Mundial de Sudáfrica con semejante cóctel. Y como el fútbol a veces sí entiende de lógica, Francia ya está de vuelta a casa de la forma más bochornosa posible, dilapidando con un nuevo revés sus remotas opciones y acompañando en la desgracia a la anfitriona, la primera de la historia en caer en la primera fase, aunque al menos el conjunto africano se despidió con el orgullo que le faltó a la escuadra del gallo durante una vergonzosa concentración donde el interés ha girado en torno a las trifulcas.

A la rebelión de los jugadores respondió el técnico sentando a Evra, Abidal y Clichy, apostando por Gignac y Cissé, y con Gourcuff, señalado por las estrellitas como presunto traidor, compartiendo protagonismo con su enemigo Ribèry. El morbo estaba servido. A los veinte minutos, en una de las tantas malas salidas de Lloris, que después evitó la goleada, Khumalo llevó el éxtasis a la grada local, acrecentado con la rigurosa expulsión de Gourcuff por impactar con su brazo en Sibaya. Desarbolada Francia, Mphela firmó el segundo gol y abrió la puerta al milagro sudafricano mientras Uruguay se adelantaba ante México. El larguero y el desacierto frustró tras el descanso al espigado delantero y a su compañero Tshabalala, y cuando Henry salió al campo a modo de tributo a una carrera irrumpió el tanto de Malouda para finiquitar toda emoción y maquillar el ridículo galo.

Tras maravillar a finales del pasado siglo, el fin de ciclo responde a ocho años de sombras que arrancaron con la eliminación en el Mundial de 2002 a las primeras de cambio, en cuartos en la Eurocopa de 2004 y en primera ronda en la posterior de 2008. Sucede que este nuevo sonrojo -un punto y un gol en el casillero- quedará marcado para siempre en la literatura mundialista por el incendio suscitado con la expulsión de Anelka de la delegación y el reguero de insultos, encontronazos, desagravios y motines sin una brizna de juego. Un edificio ruinoso con heridas que tardarán en supurar y cuyos orígenes se sitúan en una fase de clasificación pobrísima que un árbitro enmendó para enviar a Irlanda a galeras. Allí, en territorio anglosajón, es donde más se celebró ayer la esquela gala. Fue la derrota contra México la que hizo saltar las miserias al aire. "Vete a tomar por culo, sucio hijo de puta", le espetó el versallesco punta del Chelsea en el descanso a Domenech por sustituirle. Incidencia que un infiltrado sopló y acercó a la selección al abismo.

un epílogo patético Y es que Francia quiso desterrar fantasmas y los avivó. Primero fue Ribèry quien se metió en la piel del arrepentido hijo bueno que solicita clemencia a diestro y siniestro ante el drama para luego interpretar el papel opuesto, el de rebelde que, por ejemplo, se niega a entrenar. Contemplar al seleccionador leyendo una nota ante una nube de periodistas mientras sus díscolos jugadores a buen seguro que se mofaban en el vestuario forma parte ya de la puesta en escena más grotesca que se recuerda en tamaña cita. Había quien aún creía en el espíritu voluntarioso del grupo por aquello de la simbología de su camiseta. Nada más lejos, el drama se enredó en su propia trama para presenciar un último capítulo todavía más patético ante la segunda peor selección según la clasificación de la FIFA, la 83 del mundo, equipo que sólo había ganado un partido en un Mundial. La defunción de la actual subcampeona plasma un esperpento del que nadie siente lástima. Una pena que sí transmite Sudáfrica porque al menos sudó en el intento y quiso brindar una sesión vespertina histórica a su animosa hinchada.

"Me gustaría conocer un día al señor Anelka y decirle lo que pienso como madre", aireó Germaine Domenech, la madre del hasta ayer míster galo. "Amé a esta selección. No soy capaz de hacer balance", dijo al término del partido su hijo, liberado del martirio como aquellos que en la antigua mitología griega perseguían ir a parar tras su muerte a los Campos Elíseos en busca de una existencia dichosa y feliz en medio de paisajes verdes y floridos. ¡C"est fini!, debió pensar él, que tanto cree en la influencia de los astros. Atrás quedan las zarzas, las insidias y las maquinaciones. Francia abre una nueva era donde el gallo espera recuperar la voz, pero no tendrá fácil dar con la partitura idónea. A menos que descubra a su traidor.