johannesburgo. Ataviado con un pulcro traje gris, el rostro adornado con una elegante barba que le otorga un curioso parecido con el tenor Plácido Domingo, Diego Maradona regresó ayer a un Mundial después de haber abandonado el de Estados Unidos"94 por la puerta de atrás, marcado por el estigma del dopaje.

Por casualidades del destino, el regreso se produce en un partido de Argentina contra el mismo equipo, Nigeria, frente al que había jugado minutos antes de pasar aquél control de dopaje. Los aficionados que siguieron por televisión los partidos de Argentina en aquél Mundial jamás podrán olvidar el rostro desorbitado de Maradona llegando hasta la misma boca de la cámara tras marcar un gol en otro encuentro.

Ese mismo 30 de junio Maradona fue suspendido cautelarmente de toda competición tras dar positivo por el estimulante efedrina.

Las dos muestras de orina que depositó el astro argentino revelaron la existencia de cinco sustancias distintas, todas del grupo de los estimulantes: efedrina, fenilpropanolamina, pseudoefedrina, norpseudoefedrina y metaefedrina. Maradona suplicó a la FIFA que le revocara la sanción. "Juro por mis hijas, que son la fuerza que me trajo a este Mundial, que no me drogué y que no he tomado ninguna sustancia prohibida como para que la FIFA me dejara fuera del Mundial", declaró, poco antes de confesarse único culpable de haber tomado dicha sustancia para aliviar una congestión nasal.

La Copa del Mundo no ha vuelto a registrar un solo caso de dopaje en cuatro ediciones consecutivas. Parece como si el escándalo Maradona hubiera servido de aviso para que ningún otro jugador cayera en la tentación de estimularse por vía farmacológica.

Maradona se vistió con esmero en su regreso a un Mundial y ni siquiera se desabrochó el traje en todo el partido, pero su fuerte carácter se manifestó en gestos expresivos, lamentaciones y protestas educadas al árbitro. Sin perder jamás la compostura en la banda cruzó palabras con el cuarto árbitro, pero siempre en un tono versallesco.