INGLATERRA: Green, Johnson, Terry, King (Min. 46, Carragher), Ashley Cole, Gerrard, Lampard, Lennon, Milner (Min. 31, Wright-Phillips), Heskey (Min. 79, Crouch) y Rooney.

ESTADOS UNIDOS: Howard, Cherundolo, Onyewu, Demerit, Bocanegra, Bradley, Clark, Dempsey, Donovan, Findley (Min. 78, Buddle) y Altidore (Min. 86, Holden).

Goles: 1-0: Min. 4; Gerrard. 1-1: Min. 40; Dempsey.

Árbitro: Carlos Simon (Brasil). Amonestó a Milner, Cherundolo, Demerit, Carragher, Gerrard y Findley.

Incidencias: Primer partido del grupo C, disputado en el estadio Royal Bafokeng de Rustenburgo. 38.000 espectadores.

Hace un año se gestó una corriente de opinión en Inglaterra que demandaba la nacionalización de Almunia. No tanto porque fuera acogido como hijo adoptivo por su personalidad, que también, sino por la carencia de un portero en condiciones para su selección. Con David James, alías calamidad, aquejado de una lesión crónica en el hombro a sus 39 años y unos antecedentes nada halagüeños, a Capello le tocaba dirimir entre Joe Hart, del City, y Robert Green, del West Ham. Propiedad conmutativa. La cantada de este último al filo del descanso tras un zapatazo lejano de Dempsey que el meta no acertó a recoger con su cuerpo reabre de par en par el debate e introduce un problema serio en el seno de los pross. Más incluso que el propio empate frente a Estados Unidos. Que se lo pregunten a Zubizarreta tras su pifia ante Nigeria en el Mundial de Francia. "No es fácil levantarse con 25 millones de españoles a la espalda", reconocería luego el de Aretxabaleta. O a Arkonada por el gol que encajó en la final de la Eurocopa de 1984 ante Francia. O esta última temporada a cancerberos como Moya y Asenjo.

Los tabloides habrán amanecido hoy con la tinta muy cargada. Y eso que a los cuatro minutos Gerrard se había encargado de silenciar a quienes sostienen que no puede actuar junto a Lampard después de que Heskey demostrara su potencial al bajar el cuero y ofrecerle una genial asistencia. El capitán encontró hueco cruzando por bajo y desbaratando los planes de Bradley. Pero la tropa yanqui, lejos de amilanarse, estiró sus líneas y avisó por mediación de Altidore y gracias a los envíos desde la banda de Donovan a pesar de que Lennon tuvo en sus botas la opción de liquidar la contienda. Escorado, no se atrevió a chutar. Sin complejos, el aparato físico de quienes ya en la Copa Confederaciones advirtieron de su fútbol emergente empujó hasta el límite de descubrir la disciplina táctica de un míster italiano que ordenó defender hasta con siete jugadores. Y entonces irrumpió el protagonismo de Green en una acción propia de los zapping televisivos. En un balón sin aparente dificultad que se le escurrió de las manos transformó el rictus de toda la delegación inglesa, encabezada por el ausente Beckham, impolutamente vestido en el banquillo.

Tras el descanso Inglaterra pisó el área con asiduidad pero de manera inoperante porque Rooney continuaba sin aparecer. Quizás porque su técnico le ordenó dejar aparcado su verdadero ser, el de pecoso rubio peleón encantado de estar en todos los fregados. Green, foco de todas las miradas y ya inseguro bajo los palos, se redimió al despejar un remate a bocajarro de Altidore, que penetró casi hasta el área pequeña por la izquierda. En la portería opuesta Howard, meta del Everton, tuvo mucho trabajo y todo lo hizo bien. Algo que no le servirá para acaparar portadas. El ancho y el largo de las mismas tiene destinatario: un nuevo villano para Inglaterra, que arranca con un dolor de cabeza que estaba cantado.