CELTICS Rondo (10), Allen (12), Perkins (6), Pierce (19), Garnett (13) -cinco inicial-, Davis (18), Tony Allen (3), Wallace (3), Robinson (12) y Daniels.

LAKERS Bryant (33), Fisher (6), Bynum (2), Gasol (21), Artest (9) -cinco inicial-, Odom (10), Brown (5), Farmar (3) y Vujacic.

Parciales 19-16, 23-29, 18-17, 36-27.

Árbitros Foster, Willard y Rush.

Pabellón TD Garden, de Boston, ante 18.624 espectadores.

Esta es la historia de un gordo y un enano, el cuento del Patito feo llevado a las finales de la NBA. Glen Davis, una masa sospechosa de más de 130 kilos y poco más de dos metros, y Nate Robinson, un base de 1,75 famoso por sus tres títulos en el concurso de mates de la NBA, tumbaron a los Lakers en el cuarto partido de la eliminatoria por el título. En una competición que late al ritmo de los corazones de sus principales estrellas, dos tipos de perfil bajo acapararon los focos y el protagonismo en un encuentro que sacó a relucir otro de los factores que pueden decantar el reparto de anillos: el fondo de armario de uno y otro contendiente.

Mientras Phil Jakcson tuvo que exprimir de nuevo al máximo los escasos elementos útiles de que dispone en su rotación, los Celtics reventaron el partido con la aportación de su banquillo. Davis y Robinson se convirtieron en los abanderados de los tapados, los secundarios, que revertieron una dinámica que conducía la eliminatoria hacia el 3-1. Bien apoyados por Tony Allen, la sombra de un Kobe Bryant más solidario que de costumbre, los suplentes del equipo verde devolvieron la fe al público del TD Garden, que asistía un tanto apagado y temeroso al intercambio de golpes de las dos franquicias más legendarias de la NBA.

bynum recae El partido, de nuevo trabado, atado por las argucias tácticas de Doc Rivers, se mantuvo igualado hasta que a los Lakers se les agotó el oxígeno. La ya de por sí reducida rotación de Phil Jackson quedó todavía más mermada por la enésima lesión de rodilla de Andrew Bynum. Con el gigantón fuera de juego, tratando con hielo las maltrechas articulaciones de ambas piernas, el Maestro Zen se vio obligado a eliminar los descansos de Gasol y Odom. Y poco a poco el esfuerzo acabó pasando factura. El catalán, escudero de lujo para Kobe, mantuvo la compostura hasta el final. El neoyorquino, que sólo en el último cuarto fue capaz de asomarse en ataque, se descompuso.

Glen Davis aprovechó su tibieza en la zona para rescatar a unos Celtics que deambulaban a la deriva, abandonados por sus habituales referentes. Garnett, al margen de su coalición con Rasheed para tratar de sacar de quicio a Gasol a base de leñazos, aportó poco. Ray Allen, aquejado por la maldición de los tipos que baten el récord de triples en un partido de la final (Scottie Pippen y Kenny Smith pueden dar cuenta), no metió ni miedo. Y Rondo, aunque reapareció en las postrimerías del choque para firmar un robo decisivo, volvió a estar lejos de su nivel habitual. Así que tuvieron que ser el gordo y el enano los que sacaran las castañas del fuego.

Davis, un genio de la línea de fondo, devolvió la ventaja a Boston al arranque del último periodo. Poco después, de nuevo Big Baby, con un dos más uno que celebró con rabia, transformó el Garden en un infierno para unos Lakers a los que comenzaba a faltarles el aire. El voluminoso ala-pívot de Baton Rouge, harto de las eternas dudas que despertaba, estalló. "Siempre dicen que soy gordo y bajito, pero yo no le doy importancia, soy un jugador de baloncesto", ha llegado a declarar Davis, cuyos números siempre se multiplican en los play off, cuando llegan los momentos de la verdad.

De hecho, Doc Rivers, pese a tener al equipo contra las cuerdas, disputó los minutos decisivos con un quinteto en el que sólo figuraba un titular. Y la apuesta le dio sus frutos. El histriónico Kryptonate, con una bombita inverosímil, condujo a Boston hacia los once puntos de ventaja que gozaría a falta de apenas tres minutos.

Y no habría tiempo para más. A pesar de los esfuerzos de Kobe por liarse a triples con el mundo y de la rabia impotente de Gasol, el partido estaba decidido. Los secundarios de los Celtics lo dejaron todo a punto para que Pierce y Rondo acabaran por sentenciar el duelo e igualar una serie que ahora, con Bynum lesionado como en la final de 2008, vuelve a cobrar un tono verdoso.