vitoria. La vida a más de 7.000 metros puede convertirse en un infierno. Cada minuto que pasa Tolo Calafat está un poco más lejos de poder abandonar con vida las laderas del Annapurna, el más mortífero de los ochomiles. Unos pocos metros más abajo, en el Campo 4, Juanito Oiarzabal se comunicaba con la prensa vitoriana y exponía el pesimismo que a última hora de la tarde invadía a la expedición.

"Mañana (por hoy) tenemos que salir de aquí, porque también estamos muy débiles y muy expuestos. Ahora mismo nos tememos lo peor, después de que haya estado dos días ahí, solo. No es sencillo sobrevivir en esas condiciones", explicaba el veterano montañero vitoriano. Juanito, más de un día después de que hollaran la cumbre del Annapurna y comenzaran un arriesgado descenso casi en tinieblas, se mostraba todavía confuso por cómo se había producido el percance que acabó por dejar a Calafat solo a más de 7.400 metros de altura. "Empezamos a descender muy tarde, casi de noche. Íbamos cada uno con un sherpa. Y de repente, no sé cómo, Carlos y yo nos dimos cuenta de que Tolo y su sherpa se habían quedado atrás", expone el vitoriano.

A partir de ahí, el pánico invadió las tiendas que los protegían del mismo gélido viento que ha golpeado durante casi dos días a Calafat. "Perdimos varias horas buscándoles, pero no dimos con ellos. Al final, pudimos contactar con Tolo y nos explicó cómo estaba la cosa. No hemos podido dormir en toda la noche. Por las precipitaciones que ha habido, el helicóptero no ha podido subir. Esperemos que mañana (por hoy) pueda subir a rescatarlo. Es nuestra última esperanza", se sinceró Juanito.