LO suyo con la montaña es una atracción fatal. Juanito es consciente del riesgo que hay a más de ochomil metros, pero no renuncia. Lo lleva en la sangre. Es su vida y por eso los que están a su lado le entienden y le dejan que disfrute con su pasión, por mal que lo puedan pasar en algunos momentos cuando el gasteiztarra está lejos de los suyos en alguna de sus expediciones.
Ni los muchos sustos que se haya podido llevar en las cumbres más altas del planeta ni las pérdidas de amigos en las faldas de las montañas del Himalaya como Miranda, Apellániz o Félix Iñurrategi le han echado nunca para atrás. Juanito tiene un tesón a prueba de bombas.
En el año 2004 un trágico descenso del K-2 le costó la amputación de los diez dedos de los pies por culpa de unas terribles congelaciones cuando descendía los 8.611 metros del Chogori. Era su 21º ochomil. Muchos pudieron llegar a pensar por aquel entonces que Juanito, cerca de cumplir los 50, estaría condenado a la retirada. Esa palabra no está en su vocabulario. No se rinde nunca. En su vida siempre habrá montaña. Siempre lo deja bien claro. "El día que no pueda subir un ochomil, iré a un sietemil y cuando no llegue aquí iré a por un seismil", asegura de forma habitual.
Sin embargo, por aquel verano de 2004 pocos eran los que pensaba que volvería con éxito a pisar la cima de una de las 14 montañas más altas del planeta. Las congelaciones de sus pies le habían dejado muy tocado. Tenía incluso problemas para caminar y debía adaptarse a unas nuevas plantillas para no sufrir problemas musculares, habida cuenta de que su forma de andar al quedarse sin dedos había cambiado. Vuelta a empezar. De cero casi.
Horas y horas de rehabilitación en el centro de Medicina Deportiva de Vitoria empezaron a dar sus frutos. Las manos del fisioterapueta Iñaki, los cuidados de las enfermeras del centro y el trabajo infatigable de Juanito por ponerse a punto de nuevo dieron excelentes resultados antes de lo esperado. Juanito paseaba con bastones y ya para el mes de octubre subió al Gorbea, sólo tres meses después de sufrir las terribles amputaciones. Había empezado el camino de vuelta al Himalaya. Volver a Nepal estaba en el horizonte, algo impensable sólo unos meses atrás. En 2006 ya ascendió hasta los 6.700 metros en el Yalung-Kang. Juanito había vuelto. La confirmación llegó con su intento fallido de ascenso al Manaslu en 2008. Se quitó la espina meses después coronando el Makalu, su 22º segundo ochomil. Otro éxito más. Impensable alcanzar una de las 14 cimas más altas del planeta tras perder todos los dedos de sus pies cuatro años antes. Para cualquiera sí. No para Juanito ni su tesón.
Por eso, no sorprende que después hayan llegado otros dos ochomiles más. El Kangchenjunga en el verano de 2009 y el Annapurna ayer, el 24º. Eso sí, el gasteiztarra confía en que no será el último. Y es que el infatigable Juanito, dentro de su proyecto 2x14x8000 pretende repetir los ochomiles que sólo ha subido en una ocasión. Pues bien, tras coronar ayer por segunda vez el Annapurna, sólo le faltan seis para terminar con éxito este nuevo reto.
En el verano de 2010 irá a por el Nanga Parbat (8.127 m) y ese mismo otoño emprenderá también la ascensión al Manaslu, dejando tres para 2011, el Dhaulagiri (8.172 m) en primavera, el Broad Peak (8.047 m) en verano y el Shisha Pangma (8.046 m) en otoño, para terminar el proyecto en primavera de 2012 con la ascensión al Lhotse (8.511 m), el más alto de los que le quedan.