El viernes llegamos por fin al campo base chino. Fueron cuatro largas horas dando tumbos por una pista y tragando polvo continuamente, pero supongo que ése es el sabor de la aventura. El paisaje que se observa desde aquí es un pedregal desértico que no parece terrestre. El Everest ha crecido según nos vamos acercando. Nos hemos quedado los tres helados cuando ha aparecido detrás de una curva. "Impresiona más que el K2", ha dicho Pedro, y Alfredo ha estado de acuerdo. Yo no tengo la suerte de haber visto el K2, pero sinceramente se me han caído los huevos al suelo. He visto una descomunal pared negra de 3.700 metros. Es de locos querer subirse allí. Es como si vieras toda enterita y de golpe una pared que nace en la playa y llega hasta la cima del Aneto. Pasé mi primera noche durmiendo en tienda de campaña y cenando en la tienda comedor. Me sienta muy bien. Ya estoy donde quería. Me he sentado en la tienda-comedor y ha sido como volver a mi otra casa, a mi otra vida, al espacio puro.
Cuando me desperté al día siguiente me di cuenta de que aquí hay sitio para todo el mundo. El Campo Base Chino está a 5.150 metros y se extiende a lo largo de un pedregal de tres kilómetros de largo por medio de ancho. Es difícil hacerse a la idea de cuánta gente puede haber aquí, pero no parece tanta. Se ven algunos campamentos muy grandes, pero están a cientos de metros unos de otros. Entre las distintas expediciones que pueblan el campo base hay una austriaca que viene a tratar de encontrar el cuerpo de Irving y su cámara de fotos, para tratar de desvelar si Irving y Mallory fueron realmente los primeros en subir al Everest. Un misterio que el hallazgo del cuerpo de Mallory no desveló. Hicimos una caminata de aclimatación y pudimos alcanzar los 5.650 metros. Todo fue bien. Me estoy adaptando a la altura y mi cuerpo responde a la perfección. Estoy feliz como una lombriz.
El domingo pude charlar con Silvio Mondinelli, otro de los montañeros míticos que andan por aquí. Nos ha visitado varias veces. El muy animal dice que viene a subir el Everest... ¡para aclimatarse! Su verdadera aventura será intentar abrir una vía nueva en la norte del Gasherbrum 1. Cuando supo que yo iba a intentar subir sin oxígeno, me miró durante tres segundos muy adentro de los ojos. No sé lo que vería él, pero yo en los suyos vi sorpresa, felicitación y sobre todo creo que le vi sopesar si estaba ante un loco que no sabe a dónde va o ante alguien fuerte de verdad. Ya tengo ganas de que empiece la acción para saberlo yo también. Ayer despedimos a Ralf y Gerlinde. En el abrazo de despedida Gerlinde me ha recomendado "take care of yourself" (cuídate). No importa en qué idioma me lo digan, siempre me hace sentir vulnerable y querido.