"En mi epitafio debería leerse: "Fue un buen entrenador". Eso me haría un hombre feliz". Son las coordenadas que han regido la vida de Don Nelson, el hombre que la pasada madrugada se convirtió en el entrenador que más victorias ha conseguido en la NBA, tras imponerse con sus amados Golden State Warriors a los Timberwolves (116-107) y superar de esta manera el registro que ostentaba otro mito viviente del baloncesto americano como es Lenny Wilkens.
Nelson, que se ha pasado los últimos 31 años discutiendo con los árbitros desde la banda, amado por muchos y odiado por más, sumó su triunfo 1.233 para coronar una carrera que podría encontrar su glorioso epílogo mañana en el Staples Center, con el encuentro que servirá para que su renovada plantilla (fuera de los puestos que permiten disputar los play off por el título) cierre la temporada ante los Clippers. El contrato del veterano técnico de Michigan, que a sus casi 70 años puede presumir de haber recibido tres galardones al mejor entrenador del año -algo que nadie ha superado- concluye en mayo. Y su renovación se antoja ahora mismo improbable.
De esta manera, Nelson abandonará una profesión a la que ha dedicado toda su vida. Primero lo hizo como jugador. Fue un alero duro, buen defensor, con fina muñeca y un peculiar estilo para anotar los tiros libres a una mano, que tras dos etapas bastante grises en los Chicago Zephyrs y Los Angeles Lakers recaló en Boston para hacerse un hueco en la historia. Con los Celtics jugó once temporadas (1965-1976) y ganó cinco anillos de campeón de la NBA, casi todos saliendo desde el banquillo. Líder en porcentaje de tiro durante un campaña, Nelson todavía es considerado por muchos como el mejor sexto hombre de la historia. Los Celtics, como reconocimiento a sus servicios, retiraron su camiseta con el número 19, que aún ondea en las alturas del Boston Garden.
Sin embargo, este fumador empedernido, fanático de la música country, albergaba bajo su pecho de joven jugador el alma de entrenador que saldría a relucir nada más colgar las zapatillas. Jack Ramsey, técnico retirado y ahora comentarista televisivo, recuerda que Nelson, todavía jugador, le leía las jugadas sobre la cancha: "Fue en un partido que jugábamos en Boston, después de un tiempo muerto. Se me acercó y me dijo: "Ya veo lo que estás haciendo con la defensa". Y era verdad. Creo que entonces ya veía el juego con la perspectiva de un entrenador".
El tiempo ha dado la razón a Ramsey. Nelson ha pasado sólo por cuatro equipos en sus más de tres décadas de carrera. Aunque no ha llegado nunca a la final de la liga ni ha podido estar al frente de un equipo realmente ganador, se ha revelado capaz de reflotar franquicias virtualmente acabadas. Lo hizo en Milwaukee y sobre todo en los Warriors y los Dallas Mavericks.
Pionero en la concepción del basket moderno, Nelson siempre ha sabido exprimir sus plantillas hasta sacarles el máximo provecho. Inventor del point forward, entendió antes que nadie la relevancia que los jugadores europeos aportarían a la competición. "Es un innovador", dice de él Steve Nash, a quien tuvo a sus órdenes en los Mavs. "Ha tenido un increíble impacto en la NBA. Es una de esas figuras legendarias de nuestro deporte. Me alegro de que haya conseguido el récord".
su etapa en dallas Fue en Dallas, a comienzos de este siglo, donde se confirmó como un excelente gestor de plantillas. Más allá del milagro que había obrado en su primera etapa en Oakland, convirtió a la franquicia texana en un candidato a todo. Apoyado en el base canadiense y en un todavía novato Dirk Nowitzki, logró que Dallas retornara a los play off tras una larga travesía por el desierto. El alemán todavía hoy recuerda la relevancia que Nelson tuvo en el despegue de su carrera: "Me permitió adquirir una confianza en mi juego fundamental. Le debo mucho", asegura Nowitzki.
En realidad, el técnico no hizo con Nowitzki más de lo que había hecho con otros jugadores altos. Nelson fue uno de los primeros técnicos que comenzó a sacar a los pívots a la línea de tres puntos (lo hizo incluso con el gigante Manute Bol) para abrir huecos en las defensas. Lo hacía más que nada por necesidad, en aquel mítico equipo de Golden State donde se acuñó el término del Small Ball. Nelson afrontaba los partidos con un quinteto titular que incluía a tres bases (Tim Hardaway, Mitch Ritchmond y Sarunas Marciulionis) y dos aleros (Chris Mullin y Rod Higgins). Sacó petróleo de aquella fórmula tan estrafalaria como necesaria. "No veía bases o pívots, sólo jugadores de baloncesto", decía de él Paul Pressey.
Genio y figura, a Nellie (como le llaman sus amigos) se le han abierto de par en par las puertas del Hall of fame con esta marca. Aunque a él eso le importa poco. "Nunca he pensado que pertenezca al Salón de la Fama. Eso es para los más grandes, y yo siempre he pensado que simplemente soy un buen entrenador".