UNA sonrisa pícara, traviesa, ágil, cruza apresurada el vestíbulo del Ogueta de Gasteiz, que huele a café y pelota. Es Xala, que pizpireto el paso, alegre el rostro, relajado el espíritu, saluda a los curiosos sobre unos crocs, el calzado de los que quieren llevar el pie desnudo, a falta de quince minutos para que se inicie la elección de material para la final del Campeonato de Parejas. El lekuindarra no se entiende bien con el reloj. Nunca lo ha hecho. No hablan el mismo idioma. Sólo la voz de su abuela Marie era capaz de enderezarle para sentarle a la mesa a la hora de comer de pequeño. Sucede que sin la presencia de su abuela, al lekuindarra las manecillas no le dicen nada, carecen de significado. "Xala es un crack. Es así", concede Aitor Zubieta, mientras protege su manos con los tacos junto al hornillo en la bocana de los vestuarios del frontón gasteiztarra. Junto al de Etxarri-Aranatz se sientan Sébastien Gonzalez y Aritz Laskurain, que dibujan una escuadra sobre las bancadas en las que reposan las esperanzas de todos. También está allí en silencio Ramontxu Muxika, el consejero del azkaindarra después de rescatar del maletero del coche de Gonzalez un rollo de esparadrapo y lanzar algo que se asemeja a un saludo. Ajeno, Muxika, se coloca las gafas de cerca y se enreda en la lectura en un ambiente de absoluto asueto, entre risas, a años luz de la tensión, la esencia que sacude las finales. No a ésta porque no existe una rendija por la que la presión, el nerviosismo, la responsabilidad y esa clase de sensaciones que alteran el comportamiento ante la liturgia y la solemnidad puedan asomar. Es imposible elevarse sobre semejantes finalistas, que juegan dichosos en un balneario.

"La culpa es de las fechas", lanza Inaxio Errandonea, responsable comercial de Aspe, en el pasillo de cancha del Ogueta de Gasteiz para acotar el menor impacto del duelo sobre el graderío, que no estará lleno como en anteriores citas. "Es una época muy mala por las vacaciones", concreta Errandonea. "Restan por vender 150 entradas, todas de cancha", destaca Rafa Echevarría, encargado de la logística de Asegarce, que justifica la menor demanda de papel por el cartel de los pelotaris: "No tienen tanto tirón como Aimar, Irujo, Titín o Bengoetxea" y porque "las fechas no son las mejores. Nunca se había jugado en Semana Santa y no son buenas fechas". Calcula Echevarría que los tickets que faltan por colocar responden a un perfil muy concreto, al de las personas que acuden a las "finales como acontecimiento social". "Los pelotazales de siempre han respondido y también los aficionados de Iparralde. Se han cubierto las expectativas. Al final se trata de un cúmulo de circunstancias las que impedirán que el frontón se llene del todo", desglosa Echevarría, que afirma que "la final del domingo es la que menos expectación ha suscitado en lo últimos diez o quince años".

calma y buen humor Los problemas de taquilla tampoco hacen mella sobre los finalistas, que disfrutan en el patio del Ogueta como lo hacen los niños que acuden al recreo con la bata anudada al cuello a modo de capa de superhéroes escapando de los libros. Aritz Laskurain, el más formal, se acuna junto al txoko e inicia el calentamiento. Yves se sitúa en paralelo y aplaza el ejercicio de Aritz. Se mete el lekuindarra las manos en los bolsillos, con el aspecto de los paseantes despreocupados, y comienza a dialogar con Laskurain, que educado, atiende al de Iparralde. Mientras charlan animadamente Xala y Aritz, en el rincón de sus cosas, asoma trotando la efigie de Zubieta, que aparece en escena comiendo un plátano, con la merienda del mediodía. Sonríe a los presentes y se va hacia el rebote a pelotear un poco. Él también quiere jugar. No tarda en acompañarle Yves después de que pise la cancha Gonzalez, igualmente contemplativo y con una pelota en la mano. A Juan Mari Juaristi, seleccionador de material de la Liga de Empresas, el paisaje le genera cierta inquietud. No entiende el azkoitiarra semejante divertimento ante una cita de tanto peso. No sabe muy bien cómo moverse Juan Mari ante el inopinado comportamiento de los pelotaris, de esparcimiento. Xala y Zubieta, al fondo, ociosos, apenas prestan atención a la elección de Gonzalez y Laskurain. Su interés lo centra un juego en el que se puntúa si se logra pegar con la pelota la chapa de contracancha golpeando la pelota en pared izquierda, elevándola. Disfrutan Aitor e Yves con su juego de niños. También lo hace un grupo de jóvenes que ha acudido al apartado de cueros, con la mirada cosida al duelo entre Xala y Zubieta. El reto finaliza con victoria del lekuindarra: 2-1. Es su turno para apartar el lote de pelotas para la final, pero qué más da. Quince minutos después, foto de familia. Suena la bocina del Ogueta. Es la una. Se acaba el recreo. Hasta el domingo.