CORRÍA el minuto 71 y José Mourinho (23-I-1963, Setubal) daba entrada a Pandev. "¡Milagro!", exclamó la sorprendida afición del Giuseppe Meazza. Lejos de meter al equipo en la cueva, al luso le dio por situar a un punta en busca del triunfo. Eso sí, relevando a Milito. Nadie se lo hubiera echado en cara esta vez a tenor del panorama ante la Samp: poco antes del descanso el Inter se quedó con nueve futbolista por sendas expulsiones de Walter y Córdoba. Aunque luego Pazzini vio la doble amarilla y equilibró fuerzas, el orden táctico impuesto por el técnico portugués en semejante inferioridad es digno de elogio.
Sobre todo, porque le sirvió para aguantar un empate sin goles (0-0) y para mantener su récord de postín: Mou no ha perdido como local en 130 partidos de Liga en más de ocho años como entrenador de Oporto, Chelsea y del conjunto interista. Lástima que su racha global se quebrara en un encuentro de Champions en San Siro contra el Panathinaikos y, curiosamente, el culpable fue el ex león y lazkaotarra Josu Sarriegi, autor del tanto de aquel milagro (0-1).
Sin embargo, sus modales, dentro y fuera del terreno de juego, no van acompasados a su sapiencia y experiencia futbolística. Todo su verbo y los habituales gestos provocan un estado de nerviosismo y una ansiedad en sus jugadores que conducen a acciones como las que propiciaron las rápidas cartulinas que, de forma merecida, les mostró el árbitro Paolo Tagliavento. Es más, Stankovic y Eto"o tampoco debieron terminar el choque. El camerunés, tras recibir la amonestación por simular una caída, se encaró de manera desmesurada contra el colegiado. Y mientras el público agitaba los pañuelos, Mourinho se reía a mandíbula batiente sin cesar, corría por la banda como un poseso, se llevaba las manos a la cabeza o simulaba con ellas una especie de atraco. De auténtico showman. Para colmo, al acabar el partido ante los genoveses prefirió echar la culpa de todo lo acontecido a la prensa prohibiendo a sus futbolistas hacer declaraciones indefinidamente.
siempre "provocando" Y eso que el esperpento arrancó en su rueda de prensa previa al duelo. Durante la misma se encargó de desmentir que tenga en mente irse al Real Madrid la próxima temporada y también despreció las posibilidades de la Roma de meterles el miedo en el cuerpo en lo más alto de la tabla. "Son un club muy astuto en el mercado de fichajes porque parece que lloran por no tener dinero para comprar nuevos jugadores, pero luego dicen "no" cuando se les pregunta por sus estrellas", dijo, evidenciando que el Inter ha tocado a algún miembro romanista. Pero este Mourinho que percibe que todo el mundo está en su contra, o que se atribuye el mérito de un gol de Pandev quitándoselo al delantero, no es distinto del que ya cargara contra Ranieri hace año y medio: "Yo necesito ganar. Por eso tengo tantos trofeos. Él piensa que no es tan importante y por eso, casi a los 70 años de edad, sólo tiene una Supercopa y otras competiciones menores. Es demasiado viejo para cambiar".
En Inglaterra su carta de presentación fue la conocida I"m the special one ("Soy especial"). Desde esa declaración, en las portadas de los periódicos se podía leer que era un engreído, que venía de un país tercermundista y que no tardaría en caer del pedestal. Tras el título del Chelsea, Mourinho se vengó: "Pues al parecer, tuvo que llegar un entrenador de un país del tercer mundo para que ganarais un título que se os escapaba hace más de 50 años".
Uno de los últimos en padecer sus ironías ha sido Eto"o, que ha dejado de encontrarse a gusto al añorar Barcelona (hasta el pasado sábado llevaba desde el 13 de diciembre sin jugar un partido completo y suma 8 goles en 24 jornadas, cuando el curso anterior su cifra ascendía a 23 dianas). "Hoy no es fácil ser uno de mis delanteros y con lo bien que lo están haciendo los otros, Eto"o no debería pensar que tiene una alfombra roja esperándolo. Debe estar a tope físicamente si quiere jugar", le espetó. Al universo Mou le sobran marcas pero le falta educación.