Una moviola con el portero del Juventus y de la selección italiana, Gianluigi Buffon, como protagonista se ha convertido en la más vista en los programas deportivos italianos. Lo curioso del tema es que la imagen en sí no recoge una acción polémica en el campo, ni una entrada, ni un mal gesto a un compañero, sino que los aficionados, tertulianos y demás seres del entorno televisivo están enfrascados en una encarnizada disputa para averiguar si al guardameta se le escapó una blasfemia durante el encuentro que disputó el pasado fin de semana.
Periodistas y expertos del mundo del fútbol dedicaron decenas de minutos durante los programas del domingo de diferentes cadenas de televisión a intentar leer en los labios del portero internacional. El homenaje que su equipo tributó a su compañero Alessandro Del Piero, desde el sábado el jugador que más partidos ha disputado con el combinado turinés, quedó en un segundo plano. Lo importante para la Italia futbolística era aclarar de una vez por todas si Buffon había pronunciado el nombre de Dios en vano.
Muchos se preguntarán cuál es el origen del interés que ha suscitado esta desmesurada polémica. En realidad, la historia tiene cierta lógica. Y todo por un cambio normativo que ha despertado también debate en el entorno del Calcio, porque blasfemar será dentro de algunas semanas castigado con una tarjeta roja directa si lo oye el árbitro durante el encuentro o la sanción llegará después al aplicarse la prueba televisiva para este tipo de ofensa. Con la Iglesia hemos topado en el país que acoge en su seno el Estado Vaticano.
Con esta nueva normativa, aprobada por la Federación Italiana de Fútbol (FIGC), el guardameta juventino podría haberse convertido en el primer jugador sancionado con una prueba televisiva por pronunciar una blasfemia, como recordaron ayer todos los medios del país.
Si en Italia se expulsa del popular programa Gran Hermano a los concursantes que profieren blasfemias, ¿por qué no hacer lo mismo en el fútbol?, se preguntaban ayer con ironía los periodistas de ciertos medios de comunicación, curiosamente los editados tanto en Roma como en Milán, es decir, los que recogen más información sobre equipos que rivalizan con la Juventus y que fundamentalmente van dirigidos a sus seguidores.
Sin embargo, toda esta polémica encontró respuesta. El portero quiso detener este lanzamiento de suspicacias. De hecho, Buffon desmontó en pocos segundos la nueva norma al asegurar que nadie podrá nunca comprobar si se acordó de Dio (Dios) o de su Zio (Tío), cuando una cantada suya provocó el sábado el gol del empate del Udinese, que luego resultaría inútil ante los dos tantos con los que Del Piero celebró el homenaje que le tributó Delle Alpi.
Buffon explicó que es justo que se culpe a quien toma el nombre de Dios en vano u ofende la religión, pero añadió que "el deporte profesional crea a veces situaciones de presión que pueden hacer perder la lucidez". "La idea (de sancionar las blasfemias) puede ser justa, pero será difícil de aplicar. A ver quién demuestra que el jugador ha dicho Dio, Zio o Dino", añadió el portero de la Vecchia Signora.
De todas maneras, en cuanto la FIGC publique la norma serán sancionados todos los jugadores que ofendan la religión, para dar ejemplo a los jóvenes, según explicó el organismo deportivo, muy preocupado por la pérdida de valores que padece el fútbol transalpino y, por extensión, los aficionados que llenan los estadios. También serán castigados los jugadores que muestren camisetas con mensajes personales, sean de amor a la novia o a la familia, de recuerdo a un ser querido, o sobre las creencias personales como el famoso "Pertenezco a Jesús" que enseñaba el brasileño Kaká.