GRANADA. Al Baskonia definitivamente le va la marcha. No gana con la contundencia ni es la apisonadora de antaño ante los modestos, pero al menos se muestra sólido en las situaciones límite. En momentos críticos, mantiene la compostura y se siente seguro de sus posibilidades. Consciente de que, más tarde que temprano, frenará el ímpetu del rival de turno. En Granada, quedó abocado de nuevo a un cara o cruz saldado con victoria.

Otra cosa distinta es que esta vía agonística le sirva en los precisos instantes de izar los títulos y con oponentes de más empaque en la otra acera. Parece que no, aunque menospreciar la brillante trayectoria reciente sería faltar a la realidad. Sin embargo, llegará el día en que Teletovic, ayer de nuevo el brazo ejecutor con uno de esos apoteósicos triples que dejan anonadado al personal, falle y el sueño se desmorone como un castillo de naipes.

El bosnio tiene ramalazos de genio. No daría para impartir un clínic de baloncesto, pero su instinto asesino carece de parangón. A diez segundos para el epílogo, recibió un pase de Huertas y, completamente angulado, se levantó en una posición casi acrobática para sepultar bajo tierra las opciones del Granada. Triple matador del de siempre, momentáneo 79-83 en el marcador y, por ende, la vitola de cabeza de serie para la Copa prácticamente en el zurrón.

El público nazarí, con cara de tonto, acabó sumido en la depresión. Rozó la gloria, pero Mirza se la arrebató de un plumazo para que la racha victoriosa del Caja Laboral siguiese en pie. Arrancó, eso sí, de manera muy tibia el maratoniano alavés, que imbuido por el espíritu navideño no dejó de hacer concesiones en los compases iniciales. Un presagio de los terribles padecimientos que llegarían después.

PESADILLA AUSTRALIANA La irrupción de Joe Ingles, MVP de la última jornada liguera, inundó de sombras el devenir del partido. Sin ser el único culpable del desaguisado, Eliyahu cargó de razones a sus detractores y justificó el ostracismo al que le está sometiendo el técnico montenegrino. En lugar de salir a comerse el mundo para reivindicarse de una vez por todas, su absentismo laboral en defensa algo visible desde el primer día, adquirió cotas esperpénticas.

Y es que el desatado alero aussie del Granada rememoró las mejores veladas de los grandes iconos baloncestísticos, léase Petrovic o Kukoc. Sin un brazo enfrente que dificultara tiros de entrenamiento, sin piernas que siguieran sus pasos hacia la línea de 6,25 metros, es decir completamente libre de marca para lucir su primorosa muñeca zurda, firmó seis de siete triples antes del intermedio. Eliyahu, mientras tanto, le perseguía con un catalejo en cada posesión nazarí.

El Baskonia no sólo purgó su indolencia en labores de contención, sino su intermitencia en un final de año donde parecía haber dejado atrás la fase más tenebrosa del campeonato. En tierras granadinas, recuperó viejos vicios, se desangró por su inferior ambición casi todos los balones sueltos fueron rebañados por los locales y no dio una a derechas, especialmente en una tétrica primera parte. Un símil de aquellas jornadas de infausto recuerdo en el Palau, el Nou Congost o La Fonteta.

Ni siquiera la entrada de la segunda línea en cada bando alteró el decorado. Poch dosificó los esfuerzos a la perfección, mientras que Ivanovic no encontró un cinco ideal que suministrara adrenalina a un grupo vacío, sin alma y con su célebre carácter olvidado en alguna parte. Ingles detuvo su flujo anotador en la segunda mitad, pero ni siquiera así respiró tranquilo el Baskonia.

En cuanto el equipo vitoriano apretó mínimamente las tuercas, gozó de fluidez y halló la inspiración de sus estiletes, la superioridad cayó por su propio peso. Teletovic despertó del letargo, English sacó su fusil y San Emeterio destapó su versión más multidisciplinar. En cambio, Splitter sucumbía en el cuerpo a cuerpo ante el rocoso Hendrix. El duelo derivó en un intercambio de golpes. Hunter se empeñaba en alargar la vida granadina. Rugía con fuerza el público local. Soñaba con la proeza de batir este curso por primera vez a un grande. Pero un despiadado killer nacido en Mostar aguó su final de año.