bilbao. Al vestuario, al territorio sagrado de los pelotaris, las manos de Julen son las primeras en llegar porque deben cumplir con una misión que requiere ser paciente, minucioso y detallista. "Le gusta tomarse su tiempo", desvela Esteban Gaubeka, su compañero, que circula por la otra orilla, en el vértice opuesto: "Yo siempre voy deprisa y corriendo. Nunca me sobra tiempo". Los madrugones del zaguero de Renteria no son, sin embargo, un capricho ni una excentricidad. Se trata de la composición de una partitura necesaria para el pulso competitivo de Beldarrain. Colgado del espíritu de los ebanistas, los orfebres de la madera, Julen emplea el tiempo en revisar la pala bajo el microscopio, se adentra en ella, en sus entrañas. "Siempre tiene tres o cuatro palas a punto. Las cuida muchísimo. No es raro verle pasar el cepillo de carpintero para limarlas y tenerlas a punto". No se concede un descuido Julen con la liturgia. Menos aún en los días señalados, en los rotulados en rojo, en los especiales.

Lo era el de ayer, el neón más brillante, del estilo que gobiernan los casinos de Las Vegas, una ráfaga de luz, la final del Mundial, y el empeño de Julen no decayó, al contrario, se elevó a cotas inopinadas para acudir al rescate de Esteban Gaubeka, renqueante por un golpe en la pierna derecha en mitad de la vorágine de la final. Acostumbrado como está a su papel de acompañante, de secundario, de corista, se situó en medio del escenario, bajo el cañón de luz, e interpretó una magnífica aria. Opositó Julen a tenor, a primer actor, y se consagró con una brillantísima actuación en El Deportivo, que viene a ser a la pala como la Scala de Milán bel canto.

éxito con el saque El zaguero de Renteria emergió, incontestable, entre las dudas de Esteban, que cojeaba, sobre todo, en los desplazamientos hacia delante, y en pleno apogeo de Urkia y Luján, que habían logrado acercarse a cuatro tantos: 18-22, tras hilar cuatro tantos consecutivos después de un igualado inicio, que se desvaneció a medida que Gaubeka y Beldarrain tomaron la temperatura a un duelo que se disputaba a un frenético ritmo. Aferrado al saque tejió una tacada de tres tantos Julen, que otorgó sosiego y aire a Gaubeka, muy pendiente de su pierna que no le dejaba expresarse del todo con las manos.

Interpretó a la perfección cada curva y giro del partido Julen, que tejió una red de seguridad para proteger a Gaubeka, que tuvo que ser atendido para continuar en el duelo después de un mal golpe en su pierna derecha. Aún así le alcanzó para unas jugadas brillantes, sobre todo, se encumbró con varios dos paredes y una impagable labor en el achique, tanto en pared como en el ancho, donde fue capaz de devolver de manera acrobática varios envíos. La aportación de Julen en ese instante tuvo el valor de los grandes tesoros, el de un baúl repleto de monedas de oro. Fue un bálsamo para el delantero de Armintza, que resistió el dolor alimentándose con la bonanza el marcador -manejaron rentas suficientemente tranqulizadoras- el coraje y la presencia de Beldarrain, que no perdió el paso en ningún instante asentado como estaba, justo al contrario que Iñigo Urkia.

urkia, falto de acierto Al delantero alavés le atropelló la final, algo inusual puesto que Urkia se agranda ante tan significados rituales. Cometió demasiados errores Iñigo, fundamentalmente en pelotas francas, sin incisivos ni aristas, el peor de los presagios posibles para salir indemne cuando se pone en juego un título mundial. Los errores no forzados laminan las posibilidades de reptar en el marcador, pero ante todo debilitan la moral y la confianza, básicas para manejarse en situaciones donde los fallos adquieren una jerarquía similar a la del mejor de los tantos. A la espesura del delantero alavés se le sumó el escaso dominio del cubano en la zaga. Incómodo, fue incapaz de imponer su zurda sobre la solvencia de Beldarrain, que defendió con prestancia su zona y atacó con determinación a la que intuía una rendija en el entramado de Urkia y Luján. Como éstas fueron varias, Julen hizo caja con el saque, con el que sumó ocho tantos. Un potosí. Y con una falta de saque de Luján se desvaneció la final, que controlaron de punta a Esteban y Julen después de que Beldarrain pasara el cepillo.