OLYMPIQUE MARSELLA: Mandanda, Bonnart, Diawara, Heinze, Taiwo, Cissé (min. 63, Koné), Abriel, Cheyrou, Lucho González, Brandao (min. 78, Morientes) y Niang (min. 71, Valbuena).
REAL MADRID: Casillas, Sergio Ramos, Pepe, Albiol, Arbeloa, Lass, Xabi Alonso (min. 78, Diarrá), Marcelo, Van der Vaart (min. 72, Raúl), Cristiano Ronaldo e Higuaín (min. 63, Benzema).
Goles: 0-1: min. 5; Cristiano Ronaldo.
1-1: min. 11; Lucho González.
1-2: min. 60, Albiol.
1-3: min. 80; Cristiano Ronaldo.
Árbitro: Wolfgang Stark (Alemania). Amonestó a Brandao, Higuaín, Xabi Alonso, Heinze, Casillas.
Incidencias: 60.000 espectadores en el Velodrome de Marsella. Un centenar de radicales Ultras Sur entraron en el campo.
Vitoria. Mandanda se había pasado la víspera ensayando cómo defenderse a balón parado de Cristiano. Alguien debió pasarle mal la chuleta porque al quinto minuto el luso, ávido de vengar su díscola actitud, arrancó la red en una falta de larga distancia. Y aunque poco después Lucho González exprimió la endeble zaga blanca, al Madrid le bastó con tirar de su catálogo de mínimos para certificar su pase a octavos y el liderato con el acierto de Albiol y un nuevo gol del galáctico luso, que redimió así sus últimos pecados.
Desde su arranque el partido fue un ida y vuelta de balonazos en largo, con el viento dificultando el control del cuero, en medio de un despliegue físico ingente que en algunos lances, propios del rugby, sobrepasó el reglamento. Con la referencia de Ronaldo y el sostén de un omnipresente Van der Vaart, los de Pellegrini hicieron méritos para cobrar ventaja en la primera parte en una cuadruple ocasión (Cristiano, Pepe, Higuaín, Ramos), una aparición de Marcelo y en otro golpe directo del portugués al filo del descanso. Basta la sombra del astro de Madeira para inquietar al más templado. Los galos apenas tenían más recursos que la brega de Brandao, poco resolutivo en los últimos metros, y la eficiencia de Heinze en la destrucción. Apenas sufrió Casillas pese a que la tropa de Deschamps conocía que a los milanistas se les estaba torciendo su historia en Zúrich. Pepe, conmocionado en los compases iniciales al chocar su cabeza con la de Niang, aguantó sin problemas. En la reanudación el duelo siguió pareciéndose a un film del Oeste, a pistolazo limpio pero sin fútbol de calidad. Tras errar Marcelo un par de goles cantandos, Albiol firmó la sentencia con un chut ajustado al palo izquierdo del meta, lo que dirigió la emoción a otros escenarios. El premio para un Madrid comprometido y solidario pese a su espesa imagen. Cinco minutos más tarde Casillas arrolló a Niang provocando un penalti y la lesión de hombro del delantero. El infortunio se cebó con el Marsella al estrellar Lucho su zambombazo en el larguero. Con todo vendido, Raúl, esta vez sí, accedió al terreno pero el protagonismo fue, cómo no, para Cristiano, que a puerta vacía agrandó su cuenta.
El Madrid apeló a la seriedad dado el infierno que a priori iba a resultar el Velodrome, y fue justo donde se le abrió el cielo. Con los deberes hechos en un grupo pobre en competencia -el Milan demuestra estar para muy pocos trotes-, la hora de la verdad de los merengues llegará en los próximos cruces. Mucho tendrán que mejorar si allá por mayo quieren presentarse en el Bernabéu porque no siempre tendrán en sus botas la mejor versión de Ronaldo. El sábado, la cita de Mestalla será una película diferente. Pellegrini sigue ganando tiempo para ir conformando un bloque sólido que no dependa sólo de la pegada.