Duración 36 minutos; 7, de juego real.
Saques 4 de Martínez de Irujo por 3 de Titín III.
Pelotazos Se cruzaron 192 pelotazos a buena.
Tantos en juego 13 de Martínez de Irujo por 3 de Titín III .
Errores 5 de Martínez de Irujo por 4 de Titín III.
Marcador 0-1, 1-1, 1-2, 2-2, 5-3, 5-4, 17-4, 17-7, 19-7, 19-11 y 22-11.
Botilleros Patxi Eugi con Martínez de Irujo y Joaquín Plaza con Titín III.
Incidencias Llenazo en el Astelena de Eibar con el ambiente de las grandes ocasiones. El dinero salió doble a sencillo por Martínez de Irujo.
eibar. En el remolino de sonidos, en el torbellino de aplausos, en el trajín de personas que van y que vienen por el pasillo de cancha de La Catedral, concurridísimo, en plena hora punta, sobresale una voz entusiasmada que acompaña un veloz rastreo visual: "¿Dónde está mi mujer? Esto hay que celebrarlo". Y Juan Ángel Martínez de Irujo, dichoso, besa a su mujer Vitori, que sale a su encuentro desde la última final del graderío cerca del frontis. A Vitori le gusta ver los partidos sentada, con el cigarra apacigúandole el pulso mientras que a su marido, de pie, asomado a la barandilla, prefiere el sosiego de un habano. El beso les unió en el corredor, y cerro a modo de celebración íntima, de alivio y felicidad el triunfo de Juan, su hijo, que disputará la final del Cuatro y Medio frente a Sebástien Gonzalez tras doblar a Titín III, al que le faltaron cinco tantos para desplazar al azkaindarra del duelo definitivo del acotado. Respiraba gozosa la familia del delantero de Ibero sobre el frontis. En el otro extremo del pasillo, a diez cuadros de distancia, a 36 metros, la desolación acampaba a la altura del rebote. Allí se resguardaba el núcleo que arropa al valiente riojano: su mujer, su hermano... Semejante trecho entre el gozo y la aflicción, dos territorios gobernados por sentimientos opuestos, simbolizó e el abismo que separó a Juan de Augusto en la cancha. Cada uno en una punta.
En un café de Eibar, Joaquín Plaza dibujaba, premonitorio sin saberlo, las líneas maestras del enfrentamiento. "Augusto tiene que salir como si cada tanto fuera el último, como si la vida le fuera en ello. La clave será que Juan no coja ventaja de salida porque si consigue ir por delante será complicadísimo. Cuando Juan tiene esa confianza es muy difícil de hacerle frente porque empieza a jugar muy fácil, haciendo tantos a toda velocidad y casi no te enteras". Después de la disertación, el técnico soriano fue a dar un paseo alrededor del Astelena antes de acodarse en la silla de botillero. La idea de Plaza la mecía Irujo con mimo. La hizo suya. Tanto que en el calentamiento, con el frontón incendiándose de pasión, gritos, ánimos, alcohol y humo, el delantero de Ibero no claudicó hasta que cada remate que intentaba, mientras el riojano calentaba las manos, fuera el bueno, en una suerte de visualización, de salto al futuro, de prólogo, de presagio.
Fue encenderse el duelo e Irujo se activó con la potencia de una turbina. Pólvora y percutor. Clavó una dejada rapidísma en el ancho y se le hinchó la confianza. "Hay días que van encima de la chapa y días que no". El de ayer pertenecía al primer grupo. Se anunciaba vendaval, vientos huracanados. Su despegue fue sensacional y dejó fuera de foco al riojano. Bajó la pelota Irujo, se olvidó del aire y apostó por el juego a bote con determinación, pegó 71 pelotazos a bote por 29 de aire. Era la receta. Le sirvió la táctica para desnudar a Titín en pared izquierda, donde padeció las endebles prestaciones de su zurda en posturas de abajo. Cargó con todo el navarro, con enorme potencia y aceleración, cruzando magníficamente. Sereno, centrado, sin aspavientos, abrió en canal a Augusto, al que ahogó con una parcial de 12-0: del 5-4 al 17-4. Lo hizo Irujo en un pestañeo. Únicamente los tres descansos solicitados por Titín III pausaban el infernal ritmo del delantero navarro, que abrasó las ilusiones de Titín. Gozaba de cada empalme Juan, del mismo modo que lo padecía el riojano, alejadísimo de su mejor perfil.
el tesoro del saque-remate Además, el de Tricio se desangró en el resto. Juan rentabilizó cuatro saques directos, que no parece un gran botín, pero lo fue. Descomunal. De hecho, gracias al dispara inicial se perfiló inmejorablemente, con enorme ventaje, para el segundo pelotazo, para el saque-remate. Halló entonces un tesoro valiosísimo. Alternó los ganchos al ancho, con las dejadas y algún que otro dos paredes que laminó al riojano, incapaz de zafarse de la centrifugado al que le estaba sometiendo Juan. En cuanto brotaba el intento de amotinamiento del riojano, más pororgullo que por juego -sólo sumó tres tantos en jugada- tras un par de deslices de Irujo, éste metió otra velocidad al partido hasta dislocar por completo al de Tricio, sombreado por la colosal energía que desprendía Martínez de Irujo que le alcanzó para iluimar el camino a la final. De punta a punta.