Cantante, guitarrista, compositor, actor, escritor, profesor y fundador de la escuela de música Mailuk... La trayectoria de Antton Aranburu se desarrolla por distintos caminos, todos ellos relacionados. Este viernes 2 de agosto, ofrecerá en primicia al público de Álava los temas de su próximo disco, Plazera nirea da. Será dentro de Abierto por Concierto, con el pórtico de la Catedral Santa María como escenario especial.

Llega ‘Plazera nirea da’, un disco... 

–Quería cerrar una etapa con respecto a los discos anteriores, que eran más de pop y rock. Me quería sumergir más en la música latina. A lo largo de la pandemia estuve experimentando mucho, haciendo temas de bossa, boleros... y a raíz de eso empezaron a surgir de manera natural varias composiciones hasta conformar un listado de unas diez. En el disco están ocho de ellas. Las grabé en casa de manera muy artesanal y se las enseñé a Chick Juárez, que me dijo que de inmediato nos teníamos que poner a trabajar sobre eso. Nos juntamos por primera vez las pasadas navidades y empezamos a grabar, solos en el estudio. Ha sido él quien ha hecho toda la producción, quien ha grabado todos los instrumentos y yo me he ocupado de las voces y las guitarras.

En cuanto a las temáticas, ¿hay una idea que recorre el disco? 

–No, no hay una unidad conceptual. Cada canción es un pequeño cuento, una pequeña novela en sí misma. Siempre he sido un poco cuentista (risas). 

“Plazera nirea da’ es un disco diferente desde el punto de vista estilístico y estético. En Euskadi no hay muchas producciones así”

Todavía habrá que esperar un poco, de todas formas, para tener el álbum entre las manos. 

–Sí, lo que vamos a hacer en la Catedral Santa María es una presentación en exclusiva. A partir de agosto, iremos lanzando algunas canciones con la idea de sacarlo al mercado para la Azoka de Durango.

Colaboraciones

Cuando el público se encuentre con él, ¿qué tiene que pasar? 

–Creo que se tiene que sorprender. Es un disco diferente desde el punto de vista estilístico y también estético. Chick funciona en unas coordenadas del siglo XXI. Yo me he quedado un poco atrás (risas). Ha quedado algo muy curioso. A nivel de Euskadi no hay muchas producciones de este tipo. Así que la primera sensación del oyente va a ser la de sorpresa. Hay que escucharlo con las orejas bien abiertas. También con la mente abierta. No es un disco de cantautor al uso. La gente se va a encontrar con algo muy de vanguardia, estando presentes los ritmos latinos y el rock. Es un álbum muy diferente, más allá de que esté presente mi identidad. Otra cosa importante es que hay muchas colaboraciones. Por eso lleva el título de Plazera nirea da, porque ha sido un placer meterme en este follón y hacerlo con la colaboración de tanta gente, sobre todo personas jóvenes.

¿Por ejemplo? 

–Pues está el caso de Ainhoa Larrañaga. Yo para ella había escrito alguna canción, que es una faceta que me encanta. De hecho, de cara a futuro es algo sobre lo que quiero profundizar. A ella le pedí que si podíamos hacer un tema para este álbum y fue un proceso muy curioso porque ella, Chick y yo partimos de cero. Fuimos al estudio sin llevar nada de casa. A mí eso me generó mucho nerviosismo, inseguridad. Pero visto con distancia me doy cuenta de que salieron cosas muy chulas, que no me hubieran aparecido a mí trabajando a solas en casa. De la confluencia de artistas y talentos muy diversos, suelen surgir cosas muy bonitas. Este fue el caso. También hemos trabajo con Mikel Toledo, Inun –que para mí es el cantautor que está ahora en mejor forma en Euskadi–, Amaia Busto... Ha sido un proceso gratificante en lo creativo, pero también duro porque gestionar todo ha tenido lo suyo. Yo no quería ser el protagonista principal de la película, sino que fuera un proyecto más colaborativo.

“El concierto de este día 2 de agosto en el pórtico de la Catedral Santa María es para mí un regalo. Me parece un marco incomparable”

Llega el concierto del día 2 que es muy especial, también por el espacio, por el pórtico de Santa María. 

Para mí este concierto es un regalo. Me parece un marco incomparable. Le tengo que agradecer a Joseba Cabezas la oportunidad. Estuvo un día en las sesiones de grabación y, desde el primer momento, creyó en lo que Chick y yo estábamos haciendo. Fue él quien dijo que lo teníamos que presentar en la Catedral. Es cierto que hay que torear en todas las plazas, sea un garito, una casa de cultura, una biblioteca o una sala de conciertos. De hecho, me gusta que tengas esa capacidad de poder ajustarte a cualquier espacio. Pero es evidente que el pórtico es un marco muy chulo, incomparable. Estoy muy orgulloso de poder tocar allí.

Otras facetas

Al mismo tiempo que se hace el disco, está el proyecto que puso en marcha durante la pandemia, la escuela de música Mailuk. Otro centro formativo en Gasteiz, por cierto, que se llena.

–Cuando todo se cayó en la pandemia pensé que había que montar una estructura para tener un sitio de referencia de todos nuestros proyectos. Se llama así porque mi hija de llama Maitane y mi hijo Luken. Y la verdad es que la respuesta ha sido brutal. En la academia tenemos 130 alumnos. Luego movemos otros 150 en los centros cívicos y otros 100 en centros escolares. En estos tiempos rápidos, de la tecnología, del móvil, de las prisas, de la ansiedad, la gente necesita un bálsamo relacionado con el arte. Es algo que te acoge y que te tranquiliza. Mientras estás a ello, te evades de todo lo demás. Eso, como ser humano, es muy gratificante. Aún así, como sociedad lo estamos olvidando, no estamos dando el valor que merece al arte. No tenemos que perder nunca la perspectiva artística y me da igual que hablemos de música, cine o lo que sea. Hay que cultivar el aspecto cultural, también el deportivo y el de los idiomas. Con esos tres pilares, vas fenomenal. De todas formas, me encanta la labor docente. Me encanta. Y si pones ganas, pasión y conocimientos puedes motivar a cualquier alumno. Como dice Jorge Drexler, cobra lo que tengas que cobrar, pero hazlo por amor al arte. Además, enseñando aprendes. 

Antton Aranburu en el centro de la capital alavesa Pilar Barco

También está el Aranburu actor. 

–Sí, esa es otra faceta (risas). Siempre he estado en proyectos muy relacionados con el teatro y la interpretación, aunque luego me orienté mucho hacia la interpretación pero en espectáculos infantiles. Hicimos varios experimentos con mis canciones pero vimos que no funcionaba del todo. Había que hacer un show específico para el público infantil. En 2019, junto con Lorena Ibarguren, creamos a Perli y Koxkolo. Con esos personajes hicimos un primer montaje, Kolorez jantzia. Fue muy bien. Estábamos haciendo casi 50 actuaciones al año. Así que nos animamos a montar Bidaia liluragarria, que ha sido un exitazo. Y también llegó Abentura zirraragarria. Ahora estamos ofreciendo los tres shows de teatro musical de pequeño formato. Todos tienen la estructura de un cuento.

Es que, al fin y al cabo, es usted también un escritor. 

–Ya me gustaría (risas). Bueno, sobre todo escribo canciones, tanto para mí como para otros. Me gusta poder contar en un tema de tres minutos lo que te puede contar Vázquez Figueroa en una novela. Es cierto que me he sumergido también mucho en el cuento como género. Me gustaría a futuro, lo que pasa es que no tengo tiempo, cultivar el género de la novela. Es cuestión de sentarte y ponerte a ello. Muchas veces no tienes un plan establecido de manera previa, pero en el proceso, tus pensamientos, tus ideas, tu aspecto más cognitivo te lleva a lugares insospechados. 

“¿El de la cultura es un camino duro? Sí. Si quieres tener una nómina todos los meses y trabajar de ocho a dos, no te metas en la farándula”

Todo esto se desarrolla en un contexto social en el que la cultura, hoy por hoy, tiene un papel complicado. ¿Es cuestión de perseverar...? 

–Yo estudié la carrera de Derecho, un poco por darle el gusto a mi madre. Y estuve trabajando en el mundo de la empresa durante unos años. Acabé en un buen puesto en una empresa que en plena crisis económica entró en barrena. De un fracaso de ese tipo, tuve que reinventarme. Empecé a dar clases de guitarra, a hacer conciertos por la ciudad y, además, discos. Fue una oportunidad y, la verdad, es que estoy agradecido de que eso aconteciera. Me hizo espabilar y moverme. He tenido que trabajar muy duro para poder llegar a donde estoy. El mundo de la cultura es jodido, tienes que pelear, trabajar muy duro. La tenacidad y la perseverancia son unos valores muy importantes. Y luego también está el peso del aspecto social. Quiero decir, te tienes que relacionar porque en esa conjunción de talentos surgen cosas. No hay que tener miedo, hay que ser abierto. ¿Es un camino duro? Sí. Si quieres tener una nómina todos los meses y trabajar de ocho a dos, no te metas en la farándula. Eso es así. Lo que pasa es que este mundo tiene cosas muy reconfortantes y divertidas, conoces a mucha gente, cada persona con su historia. 

¿Se acuerda de las primeras veces con una guitarra entre las manos o cantando? 

–Sí. Mi padre tocaba la guitarra. Antes hablábamos de poner en valor la cultura en la sociedad actual. Antes se cantaba en las casas. Llegaba Nochevieja y se cantaba. Un cumpleaños y se cantaba... Y se cantaban cosas de todo tipo. Mi madre es de un pueblo costero, Elantxobe, y allí los sábados había gramola. Se ponían muchas rancheras. Dice ella que hasta que cumplió los 13 años, pensaba que era música tradicional vasca. ¡Las rancheras! Todo eso se está perdiendo. Les pregunto mucho a mis alumnos para saber si cantan en casa. La respuesta, por lo general, es que no. Hay estudios recientes que dicen que la actividad humana que más endorfinas genera es cantar. Y, sin embargo, no le damos el valor que debería tener. Le damos más valor a saber interpretar una factura o cómo evoluciona el mercado de valores en Estados Unidos. Igual lo importante es el alimento del alma, del espíritu. Es que somos personas. Si no te nutres de otras cosas más allá del dinero, estás vacío. Así que mi primer encuentro con la guitarra fue a través de mi aita, en esas sobremesas. Yo siempre me he movido entre Busturia y Gasteiz. En el pueblo, había un tipo que quería, un verano, montar una banda que acompañase al grupo de baile. Empezamos a montar un repertorio con las canciones típicas. No sabíamos tocar ningún instrumento. Él sí o por lo menos se defendía. Y en un pequeño local comenzamos un grupo de cinco amigos. No teníamos ni idea pero trabajábamos mucho. Al año siguiente nos apuntó a un concurso de canto de Euskadi. Éramos más malos que el copón pero a raíz de eso montamos una primera banda con 16 años. Nos gustaba el rock, ya sabes. A partir de ahí, la música ha sido un eje central en mi vida.