Acaba de ser premiada en la última edición del certamen Jóvenes Músicos de Euskadi. Y se ha convertido, tras las recientes audiciones llevadas a cabo por la Euskal Herriko Gazte Orkestra (EGO), en la intérprete más joven que nunca ha accedido a la formación. De hecho, es la única menor de edad que lo ha conseguido. Dicen de ella que tiene un talento a reseñar, teniendo en cuenta además sus 16 años. Pero ella sonríe con pudor. “Estoy encantada de que la gente disfrute viéndome tocar pero tengo fallos, no toco magníficamente”, apunta la violinista vitoriana Irene Mena García de Salazar.

De momento, continua con su formación en el Conservatorio Jesús Guridi, siguiendo el camino marcado por su profesor Víctor Parra. “Me inspira mucho. Es alguien muy sabio del que se puede aprender mucho”. En esa senda hacia la profesionalización, ha sido componente de la Euskadiko Ikasleen Orkestra (EIO) y hace poco estuvo en el encuentro de primavera de la Joven Orquesta Leonesa (JOL), actuando en el Teatro Municipal de La Bañeza. Ahora, se suma a las filas de la EGO, donde también están los alaveses Maialen Lagos, Gaizka Ciarrusta, Beatriz Bertalotto, Oihana Echeveste y Maite Lazkoz.

“Lo primero que me interesa es poder socializar con otros intérpretes, conocer y trabajar con todo tipo de músicos”, más allá de que entrar a formar parte del EGO supone también afrontar repertorios que se salen de la rutina habitual del conservatorio. “Al trabajo y a los amigos es algo a lo que le doy mucha importancia”. De hecho, mirando al futuro, apuesta por estar siempre rodeada de colegas de profesión. “No veo mi vida en otro campo que no sea la música y me gustaría que fuera en orquestas; tengo ese espíritu. Me encanta socializar y tener experiencias que sean en colectivo”.

Así que llega a la EGO con muchas ganas, más allá de que, como comentaban el año pasado en estas mismas páginas Echeveste y Bertalotto, la fórmula de las audiciones online que está aplicando la orquesta como consecuencia de la pandemia no sea de su agrado. “Estuve tres días grabando. Soy una persona muy perfeccionista y me costó encontrar una toma con la que sentirme a gusto”. Con todo, pasada la prueba, ahora llega el momento de compartir una experiencia importante e interesante tanto para su presente como para el futuro que le espera, y que dentro de poco pasará por un conservatorio superior. “Lo que te motiva a seguir siempre es la música” más allá de que a veces sea una locura cuadrar agendas con los otros estudios, el entorno o la familia.

En este último punto no se puede perder de vista una realidad pero tampoco quedarse solo en que ella es hija de la pianista Susana García de Salazar y del contratenor Carlos Mena y sobrina del director de orquesta Juanjo Mena. “Es lo primero que piensa todo el mundo. La hija de y la sobrina de. Es normal, yo todavía no he tenido mi propia carrera”, describe la violinista. “Mis padres y mi tío me inspiran para seguir con la música. Pero también creo que mi camino es propio. No estoy forzada a hacer música. Es un talento que puede que me haya venido de familia pero podría ser que no. Es un talento como cualquier otro. Sí que me ayudan, me apoyan en mis decisiones y me aconsejan de vez en cuando, pero la mayoría de las ocasiones, yo hago o deshago de forma independiente. Estoy orgullosa de ellos, pero yo soy Irene Mena García de Salazar”. Con todo, señala que “no son muy exigentes. Me dejan absoluta libertad. No estoy explotada, como piensan algunos, sino que son personas que me ayudan”.

Todo suma, al fin y al cabo. Por supuesto, también el trabajo diario, que en su caso pasa por un par de horas cada jornada ensayando con el violín. “Si estás estudiando un párrafo de Economía ocho horas diarias, te vuelves loco. Aquí lo mismo. Con el instrumento tienes que tener una respiración. Es mejor poco y bien, que mucho y nada. Eso me lo repito a menudo”. Es la fórmula para seguir creciendo, una senda que también pasa por el encuentro con el público. “La verdad es que en los conciertos soy egoísta, no pienso en si me va a ver una persona u otra. Igual el día anterior sí, pero cuando llega un recital, intento centrarme en la música, en disfrutar de lo que hago”.

Eso sí, no todo es música clásica. A ella le gusta también el heavy metal y el deathcore. “Puedo estar escuchando una canción de Slipknot y después pasar a una composición de Leclair”. En la variedad no solo está el gusto, también la riqueza y la diversidad. Y, por supuesto, no todo son sonidos. “Tengo amor por los caballos y cuando puedo voy a montar a un sitio magnífico en Legutio. Es un animal que lee los sentimientos y que sabe cómo te sientes y cómo hacerte desconectar”. De hecho, “me gustaría dar un paso más y hacer algo de doma natural”, sonríe. Todo llegará. Ahora toca abrir camino en la EGO.