- Alan tenía 17 años, pero se quitó la vida tras sufrir acoso escolar por ser transexual, por ser “quien era”, un caso de “asesinato social” que aborda con afán de concienciación, realismo, dolor y esperanza el historietista catalán Ramón Boldú en el cómic Bat Alan.

Alan se suicidó la Nochebuena de 2015 porque no pudo con la presión social, sobre todo la que ejerció en su contra su entorno escolar, y por eso se trata de una fatídica crónica de una muerte anunciada, porque solo su entorno familiar y de amigos vivieron y fueron conscientes del sufrimiento que su petit Batman llevaba dentro.

Un “asesinato social”, reza el subtítulo de esta obra que saldrá publicada el 12 de mayo, y que no está exento de luz y esperanza gracias al trabajo de Boldú en Bat Alan (Astiberri), un cómic que llega en un momento en el que el teléfono de prevención por conducta suicida (ideación o intento) de la Fundación de Ayuda a Niños y Niñas y Adolescentes en Riesgo ha visto cómo las llamadas se han multiplicado casi por 20 en la última década, y las relacionadas con autolesiones lo han hecho por 56. Y para entender y explicar los porqués que llevaron a este joven seguidor de Batman a tomar esta decisión, Boldú convivió durante tres meses con el entorno de este joven, con sus padres, su hermano, sus amigos, sus novias, e incluso las madres de sus novias.

“Me fui a Rubí (localidad donde vivía Alan) en mayo de 2019 y estuve hablando con Esther y Xavier, sus padres, y con todo su entorno, durante cuatro meses. Cuando acabé el guión le dije a Esther que lo leyera, pero no se atrevió. Ahora ya lo ha leído y le ha gustado”, contaba ayer Baldú a Efe, 6 días antes de que ek trabajo se presente en el teatro Romea de Barcelona y 7 días antes de que se celebre el Día contra la LGTBIfobia.

Según explica Boldú, en Bat Alan mientras que hacía estas viñetas inspiradas en el manga, género que amaba Alan, se dio cuenta de lo “fuerte” que era contar esta vida con el lenguaje del cómic, porque si bien la literatura “ayuda a profundizar en el interior del pensamiento”, lo que hacen estas páginas es poner ante el lector imágenes casi vivas de ese calvario que el joven barcelonés quiso ocultar a su entorno. Vivencias duras que Boldú no ha obviado, como la de la violencia que vivió en las aulas o la de la frustración al no sentirse apoyado y comprendido por los directores de los colegios en los que estuvo. El historietista ha sido una suerte de narrador omnisciente que lo sabe todo.

“Cuando hablé con sus novias y su madre vi que había diferentes versiones; la madre no sabía algunas cosas que me contaban sus novias, pero yo lo he sabido todo”, afirma sobre esta información que tenía acerca de este adolescente de sonrisa amplia y luminosa que, al igual que Batman, en aquellos lugares donde sufrió acoso, o donde vio que otros lo sufrían, dejaba dibujada una carita sonriente. El autor no ha pasado de largo el perfil de los verdugos de Alan, jóvenes que le torturaron física y psicológicamente y que, reconoce, también son víctimas de familias desestructuradas que enfocan su ira en aquellos que consideran como débiles. l