“Hacer reír y hacernos reír”. Puede resultar sencillo decirlo, pero tiene su aquel hacer realidad el objetivo. Aún así, Mertxe Hernández y Arantxa López de Letona lo llevan consiguiendo desde que en 2002 hicieron nacer Pánico Escénico. “Se barajaron varios nombres. Pero este reflejaba un poco el sentimiento que teníamos. Había un poco de miedito, pero también estábamos convencidas de que no íbamos a permitir que nos parara. Y la realidad es que desde entonces no hemos parado”, apuntan las dos componentes de la compañía alavesa.

Hace nada estrenaron su última producción, el monólogo Doy fe. La primera obra fue Solas. Entre medio han ido llegando propuestas como Basada en hechos reales, La casa de los Errores, Gel de lucha o Gay Hitler! La historia contada con pluma, entre otros montajes. Ellas son el principio y el fin, es decir, ellas crean, dirigen, distribuyen y todo lo que toque. Además, también proponen animaciones teatrales risoterapéuticas, cuentacuentos infantiles, charlas participativas, talleres creativos y lo que se tercie. “Le decimos que no a pocas cosas”.

Todo comenzó en un taller de teatro que se impartía en un centro cívico de Vitoria. “A veces le pregunto a Mertxe: ¿pero el primer año nos hablábamos?”. Bromas a un lado, conectaron rápido y se decidieron a crear Pánico Escénico y a actuar. En su primera obra contaron con la participación de quien había sido su profesora en el mencionado curso, Cristina Zurdo. “Los primeros años fueron más relajados”, pero la pieza En Cuarentona supuso un punto de inflexión, también porque las circunstancias laborales de cada una y la crisis económica de 2008 les llevaron a volcarse mucho más en el proyecto escénico.

Hoy no paran. “Siempre hemos actuado donde hemos podido”, sea en un teatro al uso, en el txoko de un pueblo o en una iglesia. “Somos muy sencillas, no llevamos casi escenografía, montamos en un bar -aunque ya casi nadie programa en bares- o en un escenario grande, podemos acoplarnos a cualquier lugar”. Y como nunca hay que cerrarse a nada, también han apostado un par de veces por el formato monólogo, como pasa ahora con Doy fe. “Es abrir otras posibilidades haciendo más pequeño lo pequeño que hacemos”.

Ya sea en un formato u otro, hay algo que en estos 20 años supone un punto innegociable: el humor. “Es lo que queremos hacer las dos, uno sencillo, que pueda llegar a todo el mundo, que no sea muy rebuscado”, más allá de que también es un “humor con sus cargas de profundidad”. Por eso, entre las carcajadas hay crítica y reivindicación. “Es en Hasta los Tacones donde nos despachamos muy, muy a gusto; podíamos haber hecho una obra interminable”, un montaje, en el que, por ejemplo, se habla hasta de la violencia de género.

Dicen que, en realidad, en el inicio de cada obra solo está el título y una primera idea de lo que se quiere tratar. De ese hilo van tirando después. “Hay textos cuya primera versión es de tres años atrás, así que nos suele venir bien que nos salgan fechas de estreno para meternos prisa”, sonríen. Pero la realidad es que ellas hacen todo y no es sencillo. “El nivel de autoexigencia ha ido creciendo mucho con el paso de los años y de los trabajos. Hemos ido madurando mientras hemos ido haciendo humor”. Además, no hay que caer en la repetición, es necesario saber sorprender, también a la propia compañía.

Son conscientes de que hay quien les sigue desde hace tiempo y de que hay unas expectativas que cumplir. “Hay gente que te encuentras por la calle, te mira y se ríe porque te vieron en no sé dónde. Una vez estábamos en la cola para entrar a una obra de teatro y tres señoras delante nuestro estaban venga a mirarnos y a cuchichear hasta que nos dijeron si nosotras éramos las de Pánico”, recuerda López de Letona. Eso sí, nada comparable a lo que le pasó una vez a Hernández. “Al día siguiente de una actuación me encontré con una amiga que había ido a vernos. Pero estaba extrañada porque decía que yo no había salido, que solo había visto a mi compañera y a otra actriz. No me reconoció”.

Son anécdotas que recuerdan en un momento de descanso en el espacio que comparten con otras compañías gasteiztarras dentro de los locales municipales Dante, cuyo uso llevan consiguiendo renovar desde 2010. Aquí se juntan, como mínimo, un par de veces a la semana, más allá de “todo lo que llegamos a hablar por teléfono”. Y si en un momento dato hay que juntarse en la casa de alguna de ellas, sin problema. “Es lo bueno de ser dos”. No paran. No les paran. Ni siquiera lo consiguió la pandemia. Sus personajes Pepa y Pepi se adueñaron de la escena virtual durante el confinamiento. A falta de escenarios, las pantallas subieron el telón.

El parón les pilló de golpe. El 15 de marzo de 2020 tenían representación dentro del programa Auzo Eszena. “Aquella temporada teníamos un montón de actuaciones”. Pero todo se suspendió. Hasta agosto de aquel año no pudieron volver a encontrarse con el público. “Al final hemos estado currando, aunque haya habido momentos de hacerlo a cuentagotas, sobre todo al principio. Si teníamos que actuar en la calle, pues en la calle. Si lo teníamos que hacer, como nos ha pasado, para un aforo máximo de 10 personas, sin problema”, más allá de que la situación sanitaria ha obligado a modificar algunos detalles en determinados montajes para garantizar las distancias de seguridad. “A veces hemos sentido que se perdía esa calidez del público”, sobre todo al finalizar las representaciones, cuando muchas personas han querido acercarse a ellas para demostrarles su agradecimiento y no se ha podido hacer en condiciones. “Hemos sentido como nunca la necesidad de reír que tenemos todos”.

Con o sin covid, el camino no se detiene. Porque a estos primeros 20 años seguro que les siguen muchos más. “Por lo menos, la idea es seguir sobreviviendo y no morir en el intento”, sonríen. “Pero ante todo, la meta que tenemos es seguir disfrutando. Nos llevamos bien, tenemos buen rollo, nos gusta lo que hacemos y hacemos lo que nos gusta. El día que no disfrutemos o no estemos a gusto, pues ya está. Pero mientras tanto, seguimos y disfrutamos. Sigue habiendo nervios y pánico, pero la satisfacción que sentimos al actuar es grande”.

Esto mientras desarrollan otro papel fundamental en la escena. Ellas también son espectadoras. “La verdad es que siempre tiramos hacia lo que tiene que ver con el humor. Necesitamos la risa. Hacemos nuestros momentitos de drama dentro de las obras, pero es que la risa para nosotras es alimento. Ya hay mucho drama en la vida”. Lo dicen sabedoras de que, sobre todo cuando hacen animaciones, ellas también se ríen lo suyo aunque estén actuando. Ahora toca seguir ensayando. La próxima actuación ya llega, aunque se eche de menos más programación habitual, por ejemplo, en los centros cívicos.

“El nivel de autoexigencia ha ido creciendo mucho con el paso de los años y de los trabajos” dicen Hernández y López de Letona

“Hacemos nuestros momentitos de drama dentro de las obras, pero es que la risa para nosotras es alimento”