- Es un músico referencial cuya carrera es imposible resumir en pocas líneas. Javier Colina regresa a la capital alavesa tras su último concierto en el pasado Festival de Jazz de Vitoria, esta vez con otra propuesta diferente. El Dazz espera. El público también.

Le hemos visto en Gasteiz en uno y mil formatos, pero a solas entre contrabajo y guitarra no es habitual. ¿Qué se va a encontrar la gente que acuda este domingo?

-Si quieres que te diga la verdad, no me gusta mucho tocar con guitarristas (risas). El dúo es un formato que me atrae porque se produce una interacción muy interesante. No hay reglas. Pero es cierto que suelo tender a hacer dúos con piano. En el caso de Lucio, él tiene una forma de tocar con la que conecto muy bien. Además, hemos elegido un repertorio que se presta mucho a satisfacer mis explicaciones musicales. Él tiene sobriedad para llevar cosas adelante, atendiendo a cualquier invitación musical mía. Lo importante es elegir bien el repertorio y eso lo hemos hecho, creo.

¿Por dónde irá?

-No hacemos mucho swing o jazz al uso. Hacemos algunas cosas brasileñas, algunos temas distintos y poco habituales. Es lo interesante de este proyecto, ese repertorio un tanto diferente.

Pero ir a dúo es trabajar sin red.

-La red eres tú. Tienes que tocar de una manera distinta a la que lo haces en otros contextos. Lo más importante es que no se caiga nada, ni los acordes, ni el tiempo, ni las notas ni nada. Solo estás con otra persona y todo tiene que ir muy atinado. Pero ahí está lo interesante. Si estás tocando con alguien que entiende la música más o menos como tú, puedes ir hacia delante. Estar a dúo, por lo menos para mí, es un gran aliciente. Mucha gente no se da cuenta, pero cuando estás tocando dos, la energía es incluso más que cuando estás cuatro o cinco. Con Lucio sé que esto lo podemos hacer bien y por eso me gusta juntarme con él.

Sería interminable hacer una lista de todos los proyectos que ha liderado, compartido o acompañado. ¿Es siempre el mismo Javier Colina o hay diferentes dependiendo el caso?

-Hombre, se supone que siempre soy yo, aunque, como decía Heráclito, uno nunca puede ser el mismo (risas). Pero sí es cierto que, dependiendo de las circunstancias, obras de otra manera. Me vas a permitir la comparación fácil, pero es como si hablamos de un futbolista. Es la misma persona, pero no juega igual si está de delantero o en el carril izquierdo, por ejemplo. En cada contexto, tienes que saber dónde estás. Si somos dos tocando, como va a ser el caso esta vez en Vitoria, tienes que estar pendiente de cosas más básicas y no puedes perderte más de la cuenta. Te digo lo mismo a nivel de energía. Si estás tocando cuatro o cinco, la energía se reparte, y no pasa nada si estás un poco más bajo porque hay otras tres o cuatro personas sosteniendo todo. Pero en un dúo, no hay opción. Aún así, siempre es lo mismo, siempre es tocar, siempre es música. Es el mismo trabajo, solo que lo haces de manera distinta. Así que siendo el mismo, toco distinto.

Usted que ha tocado en tantos sitios tan diferentes, desde grandes escenarios a tablas más pequeñas, ¿mejor en club con el público a centímetros, como pasará en el Dazz?

-Es que donde mejor se escucha la música es en los sitios pequeños. Eso es de cajón. Quien esté en el Dazz va a escuchar el sonido de mi contrabajo, que me ha costado un dinerillo. Conforme vas a sitios mayores y vas teniendo más público, tienes menos intimidad y van cambiando las cosas. Sobre todo tiene que ver con un tema de acústica. Cuando me puedes escuchar con tus oídos pero también con tu estomago, con el cuerpo, ahí vamos bien. Cuando ya solo me escuchas con los oídos porque el sitio es mayor, el planteamiento es otro. Prefiero tocar diez veces en un escenario pequeño y que me paguen acorde a ello, que una vez en un sitio grande. Hombre, no me entiendas mal, en los escenarios grandes se producen también grandes momentos. Pero prefiero mil veces esa cercanía, esa intimidad, sobre todo por la escucha. Es como si ves un cuadro desde más lejos, cuando lo suyo es poder acercarte y mirar al detalle.

Con todo lo que se está viviendo durante estos dos años, ¿se ha vuelto el público un poco más frío?

-Al revés. Igual ahora no se nota tanto porque todos nos hemos ido acostumbrando, pero al principio, cuando pudimos volver a tocar, sentías unas ganas tremendas en la gente. El público estaba muy predispuesto, con muchas más ganas que antes. Parecía que había más necesidad. De todas formas, cuando estás tocando, no te afecta nada. Antes o después, sí, pero no mientras tanto. Y creo que le pasa lo mismo a la gente cuando está escuchando.