asi un centenar de uvas se tomó este periodista en Nochevieja siguiendo la retransmisión de las campanadas en todos los canales. Esta es la narración de un empacho ensordecedor de tópicos aliñada con felicitaciones de Vox, algún error y alguna indiscreción para dar la bienvenida al año 22,22,22,22... (léase con la cantinela del dúo Sacapuntas, si tiene usted edad para ello).

Separación de canales para sumar 24 uvas

Después de que los últimos años llevaran a cabo una emisión conjunta para sus dos canales, Euskal Telebista ha dado un histórico paso atrás y en Nochevieja volvió a duplicar el trabajo realizando dos retransmisiones de las campanadas, una en euskera para ETB1 y otra en castellano para ETB2. Las dos desde Vitoria, las dos con tres presentadores, las dos con los mismos planos, las dos con el mismo fondo y las dos con el mismo guion.

En ETB1 estuvieron, vestidas de lentejuela y muy divertidas, tres mujeres, Aitziber Garmendia, Yerai Diaz y Ainhoa Etxebarria. En ETB2, África Baeta hizo un Obregón y estuvo ausente por covid. En su lugar, acudió Ana Urrutia, que llevó la voz cantante acompañada de Ane Ibarzabal y Aitor Albizua, menos pomposos pero igual de elegantes, que se juntaron con sus compañeras del primer canal en el tramo final del formato. La cosa se limitó a la colección de tópicos de todas las cadenas y esta vez ETB prescindió, en sus dos canales, de la cuidadísima actuación musical que ha puesto la guinda a sus campanadas los últimos años. Una pena.

Las presentadoras, lo diremos en femenino porque eran inmensa mayoría, se esforzaron un año más en demostrar que estaban en directo, un déficit de credibilidad que arrastran desde que la tele del pajarito grababa estas cosas semanas antes, y algún espectador presente las subía a Youtube. Costaba creer lo del directo, es verdad, porque el plano fijo que había detrás de ambos tríos era exactamente el mismo en las dos cadenas y uno tiende a pensar que salvo que unos estuvieran subidos en los hombros de los otros, aquello no era posible. Pero tranquilidad, fenómenos paranormales al margen, que ya estudiará Iker Jiménez, lo único que se salió del guion fue ver el beso que le lanzó la siempre formal Ibarzabal a su compañero de programa cuando creían que estábamos viendo el primer anuncio del año de Kutxabank.

Pero más allá de los arrumacos, el auténtico morbo estaba en ver cómo quedaba en pantalla el original cambio de imagen del logotipo de Euskal Telebista en el que sustituyen los números de los canales por unas rayitas (esto da para un chiste, que no haré hoy aquí) pero hemos visto que, desgraciadamente también ha desaparecido el pajarillo, todo un símbolo en los 40 años de ETB, recordados en los nostálgicos y acertados programas previos de ETB1 y ETB2. En su lugar, han recuperado las siglas de ETB con la misma tipografía que usaban en la vieja mosca que tenían antes de que el remozado txori anidara en la esquinita de sus cuatro canales.

El nuevo logo del grupo es curiosamente un huevo (que con la cáscara rota forma EM, las siglas de EITB Media) y da para otro chiste con eso de que les importe un huevo lo que piensen de ellos. Pero como me pagan por esto y me queda hueco en la página (hoy estamos generosos) les diré que lo que sí debe hacer ETB urgentemente, y se lo podrían poner como propósito del nuevo año, es rebautizar el nombre de sus canales en euskera. Si la tele se llama Euskal Telebista el nombre de sus canales debería ser también en euskera: ETB Bat, ETB Bi, ETB Hiru y ETB Lau. No tiene sentido que traduzcan el número, se diga en una frase en castellano, francés, inglés o en la China Popular, que diría Josep Lluis Carod Rovira. Esperemos que el cambio visual de imagen llegue también acompañado de un cambio en su sonoridad para que siempre se pronuncie en euskera, porque ETB no debería traducir su propia marca.

Pedroche se hace un calvo (con el vestido puesto)

La Nochevieja es una fiesta de disfraces para Cristina Pedroche, que esta vez apareció vestida de luciérnaga, o algo así, y ya saben dónde tienen la luz estos bichos. “Vosotros brilláis con luz propia”, decía chillona y risueña a los espectadores, lo que viene a significar algo así como que los que la ven también tienen una luz en el culo. Brillante, nunca mejor dicho.

El pomposo traje plastificado, con forma de libélula, según la versión oficial, era en realidad el sustituto a la habitual capa, antes del estriptis final, que se pone para evitar que la gente vea el vestido y se pire a La 1 antes de tomar las uvas. Esta vez apuró tanto que ni tiempo le dio a quitarse el casco supersónico que le proporcionaba una calva plateada antes de descubrirnos que en realidad sí, estaba calva. Quedó raro porque nadie hizo mención al asunto, ni ella misma ni su escudero Sancho Panza, limitado un año más a hacerle los coros. Pedroche se cree muy original, pero esto de salir calva ya lo hizo hace mil años Raffaella Carrà, a la que homenajearon, por cierto -y muy bien- en los Cachitos precampanadas de La 2 (también Igartiburu en sus campanadas), que supuso una mejor alternativa al vanidoso (y desgastado) formato de José Mota.

El vestido de Pedroche de este año, con aires futuristas aunque diseñado el siglo pasado, tapaba demasiado y la de Vallecas, que no tiene un pelo de tonta (se me están acabando los dichos de calvos), sabe que para no defraudar a su morbosa audiencia tenía que enseñar algo y se hizo un calvo. No de esos en los que se enseña el culo, que ya lo ha hecho demasiadas veces en la Puerta del Sol, así que esta vez se inspiró en Mortadelo y salió con la cabecita calva. Que fuera cierta o falsa la rapada usando un gorrito de piscina, qué más da. Son las cosas de Pedroche, síganla el juego, que así hasta el año que viene no vuelve con sus pedrochadas.

El sustituto por el que nadie apostaba mete gol

La baja, a última hora, de Ana Obregón por covid, hizo que el suplente Jacob Petrus saliera al campo de juego junto a la veterana Anne Igartiburu. No era fácil su papel y metió un golazo que resolvió el partido. La pareja estuvo resuelta y muy compenetrada y el debutante, que transmitió ilusión, firmó un magnífico trabajo.

TVE volvió a tener la mejor ubicación de todas las televisiones, un balcón de verdad delante del reloj sin tener que asomarse a cada rato por la ventana, como la competencia. Aquí, lejos de las tesis de Padilla, hablaron y muy bien de la vacunación contra el covid y desearon que la vacuna llegue hasta el último rincón del mundo dejando atrás la desigualdad.

Igartiburu, vestida de rojo y fiel a Caprile, volvió a ser la mejor presentadora de las campanadas con la retransmisión más centrada, correcta y sosegada de todas las cadenas, a lo que se sumó Petrus. Ambos mostraron su buena sintonía y confesaron que, en realidad, aunque en programas diferentes, trabajan mesa con mesa en la redacción de TVE. No faltó el habitual carrusel de promociones de la cadena y el realizador, de diez, incluso sabía en qué momento enfocar el edificio de la Puerta del Sol evitando la impresión publicitaria de Coca Cola, que emitieron como un anuncio más en todas las cadenas, incluso en Telecinco, que ni estaba allí porque se fueron a Andalucía a pasar frío. Qué cosas.

Campanadas gaditanas en play-back

Precisamente en Telecinco, Paz Padilla y Carlos Sobera pasaron “un frío de cojones” (declaración textual) en sus campanadas viajeras a Vejer de la Frontera (Cádiz). Que ya es mala suerte que te vayas a Andalucía el día que la mayor temperatura (25 grados) se registra en Bilbao. Ajo y agua. Paz Padilla, tras hacerse viral dando lecciones en Instagram sobre la ineficacia de las vacunas para detener la ónitron (sic) con un spider (más sic) con proteínas que entra por la ventana de Luján (sic infinito), o no sé qué chorradas, prefirió cerrar el pico en la tele y centrarse en lo suyo, contar hasta 12 antes de hablar. Mejor.

Allí aprovechó el frío para hacerse un cambio de vestido delante del personal, como la Pedroche, dando una valiosa lección que las teles aplican a rajatabla: si no tienes nada original que hacer ni que contar, copia a tu rival.

Las campanadas gaditanas de Mediaset fueron en realidad en playback con el sonido de la Puerta del Sol de Madrid en un intento de que la gente no saliera huyendo a la competencia, como hacen todos los años que se van a hacer un publirreportaje al pueblo que más paga por salir en la tele. Lo que no consiguieron evitar es que en los planos generales de la plaza toda la peña que estaba arremolinada por allí pareciera que estaba mirando una fuente pasando del culo de los presentadores de Mediaset.

Este año, además de uvas, se comieron un plátano en 12 trozos en solidaridad, nos dijeron, con los afectados por el volcán de La Palma, una idea que en su cabeza sonaba fenomenal. Para combatir el frío, y convocar a la suerte, Sobera juró que llevaba puesto un tanga, un slip y un boxer rojo, todo junto, que ni Joey Tribbiani, ah no que él iba en plan comando. Al final del esperpento, digo del evento, se dejaron arropar por sus hijas, cada uno las suyas, eso sí, aunque me declaro fan de una de la hijas de Sobera que, consecuente con la situación, y el frío que pelaba, ni se quitó el abrigo ni fingió sonrisas. Naturalidad lo llaman, lo único que, hasta entonces, faltó en la retransmisión.

Otro carnaval, sin más periodismo

Confirmado, las gracietas de Cristina Pardo funcionan mejor con el siempre irónico y ágil en la improvisación Iñaki López. Esta vez el vasco se ausentó y en su lugar estuvo Dani Mateo, que confirmó también que las Campanadas en Atresmedia son una fiesta de disfraces y apareció vestido de Elton John en sus tiempos jóvenes. “Llevas más escote que yo”, bromeaba Pardo.

El presentador de Zapeando y El Intermedio jugó la baza del papel de novato, más cómodo para él, pero llegado el momento de despedir “esta castaña de año”, Pardo le pidió que fuera él quien llevara la voz cantante en la retransmisión. “¿Y si me equivoco, nunca os ha pasado?”, se preocupaba él. Ella, claro, mintió como se hace en las primeras citas diciendo que no, aunque en realidad hubo un año que se comieron una campanada y se quedaron en once. “Cuanto menos hablas, menos margen para el error hay” fue el mantra al que agarrarse.

El resultado fue correcto, pero no brillante, como acostumbran. López salió sin gomina (ya no se respetan ni las tradiciones) en un vídeo enlatado y en la sexta campanada, no hubo ni siquiera el chiste de “más periodismo”, porque parece ser que Mateo no ha visto nunca las campanadas en la cadena en la que trabaja.

Vox les desea felices fiestas

La tele de los curas se estrenó este año retransmitiendo las campanadas y lo hizo desde Granada, de la mano de Rosa López, la olvidada (musicalmente hablando) ganadora del primer OT, y Antonio Jiménez, el presentador de El cascabel, la tertulia política que funciona como una escopeta de feria (siempre se desvía al mismo lado) heredada de Intereconomía. Ambos aparecieron ultramaquillados como si fueran sus imitadores en Tu cara me suena y se pisaron todo el rato. Ella hablaba cuando le tocaba a él pero, sobre todo él hablaba cada vez que la muchacha intentaba decir dos palabras seguidas.

¿Y como son unas campanadas en el canal ultraconservador? Efectivamente, diferentes. Tras la homilía de dos sacerdotes (supongo que serían), el primer carrusel de felicitaciones corrió a cargo de “casi todos” los grupos políticos, que en su idioma significa, por este orden, Ciudadanos, Vox y PP. Inés Arrimadas, Rocío Monasterio, Pablo Casado y hasta Mariano Rajoy felicitaron las fiestas junto a algún tercer espada del PSOE haciendo de número complementario de la combinación ganadora.

Como era de esperar, después de tanto hablar sin escucharse, las campanadas empezaron a sonar sin que los presentadores se enteraran, pero los numeritos de la pantalla evitaron el caos. Al final, sonó una 13ª campanada, que fue la excusa para pasar el cepillo entre los espectadores como en misa. El dinero era para Cáritas.

Ramontxu encuentra cobijo en Internet

Tras hacer el paripé con un croma el año pasado, Ibai Llanos se puso chulo esta vez y se largó a la Puerta del Sol de Madrid a hacer lo mismo con sus compis y con un gran aliado apartado de la televisión convencional, Ramón García. Dos grandes, dos referentes del presente y del pasado unieron sus fuerzas para dar la campanada. Es verdad que aunque dicen que Internet es el futuro, todavía no tiene tanto poder como las teles y a Ibai le tocó el balcón malo en el reparto, ese que tenía unos andamios delante y había que pillar el plano de esquina para que se viera el reloj.

Hasta 800.000 personas se unieron a la cita a través de la red social Twitch, propiedad de Amazon, mientras tenían el contador en pantalla, aunque ellos aseguran que fueron algo más de dos millones, pero no quedó constancia en el directo. “¿Esto es mucho para vosotros, no?”, preguntaba García tras confesar que él estaba “acostumbrado” a audiencia más millonarias. Buen rollito sí, pero reivindicando méritos propios, que no todo en la vida es un chiste. Como agradecimiento a la resurrección, el gran señor de la televisión le llevó a Ibai, rey del streaming, la primera pajarita con la que presentó unas campanadas en la lejana Nochevieja de 1995 junto a la Obregón.

Estábamos en Twitch pero todo se parecía demasiado a Telecinco. Ibai tiró de mesa con sus colegas -para hacer una charleta entre bolsas de Grefusa y vasos de Pepsi Cola- y de puerta ventanera, decorada al rutinario estilo de la televisión privada. Curiosamente, la chavalería artífice de la cita más informal de la noche, brindó con copas de cava y no con botellines de cerveza como, por contratos publicitarios, hicieron en la convencional televisión privada. Pero eso sí, en lugar de uvas hubo quien se tuvo que comer las Papa Delta y los Gublins de Grefusa, que salir por Internet tampoco es gratis.

Entre tanto jovenzuelo, el bueno de Ramontxu parecía Paco Martínez Soria, pero se acopló tan bien al disparate -él lo llamó “retransmisión distinta” y ellos “surrealista”- que se enfundó su capa en el interior de la habitación donde estaban y hasta se confundió de año, como Carmen Sevilla antaño, y dio la bienvenida al 2020, el año que nos trajo el covid y el confinamiento. “¡22!, ¡22!, ¡22!, ¡22!”, le corregía un atento Ibai invocando al dúo Sacapuntas, que por su juventud quizás no sepa ni que existió.

Pero lo que sí se pudo decir este año, después de que la Puerta del Sol estuviera vacía por el confinamiento el pasado año, es que esta vez sí, la plaza estuvo “abarrotá” con cerca de 7.000 personas. No todos con la mascarilla bien puesta, como les afeó Cristina Pardo, pero sí mostrando el tercer intento de lo que se llamó un día la “nueva normalidad”, cuando creíamos que esto del covid estaba ya superado, como lo de retransmitir campanadas sin percances. Y resulta que no.