- Imaginemos el escándalo que se montaría si el PSOE reservara un puesto en su ejecutiva al capo de los GAL José Amedo Fouce. O si Vox incluyera en su órgano de dirección al nauseabundo Emilio Hellín, asesino de Yolanda González. Y sin entrar en delitos de sangre, piensen en el pifostio sideral que se organizaría si cualquier formación, la que ustedes quieran, colocara en lo alto de su organigrama a un político que hubiera pasado unos años en la cárcel por corrupción. Sin embargo, salvo que queramos ser señalados como enemigos del pueblo y de la paz, tenemos que acoger como lo más normal del mundo que David Pla, último jefe de ETA, responsable intelectual (como poco) de una hilera de atentados mortales y extorsiones, vaya a ocupar un puesto clave en la cúpula de Sortu, es decir, de EH Bildu. Sí, de EH Bildu, porque va siendo hora de que dejemos de aceptar pulpo como animal de compañía. El resto de siglas y también los pretendidos independientes son la coartada bien pagada pero minúscula que baila al son que tocan los pata negra. A ver qué colín se iban a comer por libre.

- Y esto que les cuento de Pla, como bien acabamos de ver, no es excepción sino pauta de conducta. Una vez alcanzado el acuerdo presupuestario con el presunto opresor cuyo régimen se iba a derribar, alguien ha decidido que era el momento de echar un pulso al receptor de los votos. Y ese pulso, que también tiene una clave interna para que la talibanada no tachara a sus pastores de mingafrías, ha consistido en quitarse las caretas a lo bruto. Lo vimos el pasado fin de semana, cuando el autor de 22 asesinatos (que se sepa) fue despedido como un gudari del copón de la baraja, mientras se glosaba su luz, su sonrisa y su contribución a la construcción nacional. No a cargo de cuatro zumbados de la quinta fila, sino de los primeros espadas del partido/coalición guía.

- A ese episodio vergonzante siguió la ignominia de anteayer ante los juzgados de Donostia, cuando destacados dirigentes del conglomerado le hicieron pasillo de honor a Mikel Antza, jefe de ETA en la época más mafiosa de la banda. Con un par, los aplaudidores denunciaron el "obstáculo para la paz" que suponía que se llamara a declarar al individuo por su relación con el asesinato de Gregorio Ordóñez, uno de los muchísimos políticos que fue borrado del mapa en su etapa al frente del entramado criminal. Cómo no recordar las mentirijillas de Aiete. Y cómo no lamentar la boquita pequeña de la denuncia de estas actitudes intolerables.