- Carlos Areces es un hombre con muchos recursos en el mundo de la interpretación. Muchos le consideran un cómico, él dice que es solo un mandado y que hace lo que le digan. Apostilla que su único mérito es creerse al personaje por muy abyecto y repugnante que le parezca. No es el caso de su nueva serie en la que da vida a un policía.

¿Qué tal se siente en el papel de policía?

-Mejor de lo que pensaba. También es cierto que son los tiempos muertos de un policía que está investigando un caso. ¿Recuerdas Arma letal? Pues justo esta serie es todo lo contrario, nosotros contamos las esperas que hay cuando se está investigando un caso.

La convivencia con su compañero, ¿no?

-Eso. Son como las conversaciones de ascensor, pero dentro de un coche de policía. Todo lo que cuenta esta serie es lo que ocurre mientras no hay tiroteos, mientras no hay acción.

Una serie donde los silencios también cuentan mucho.

-Exactamente. Los silencios son parte importante de esta comedia y cuentan tanto como los diálogos.

¿Había hecho alguna vez de policía?

-Creo que no. Estoy seguro que no. Pero nunca es tarde para empezar a ejercer de policía.

En la ficción, supongo.

-Claro. En la vida real estoy muy bien siendo actor. Respetando todas las profesiones, la de actor es muy divertida.

‘Sin novedad’ tiene un formato muy distinto a las series policiales e incluso se distancia del género de la comedia siendo una comedia.

-Sí. Todo parece un sin sentido. No se parece a una serie policial al uso porque lo que hace es rescatar las partes que menos interesa en una película. Respecto al género, esto es más una comedia de relaciones. Pones el foco en tres parejas que están obligadas a pasar tiempo juntas y en cómo se relacionan. Es lo contrario a lo que se suele hacer. No acción, no hay intrigas.

Está en dos comedias a la vez: ‘El pueblo’ y ‘Sin novedad’.

-Y son dos comedias que no tienen nada que ver. En El pueblo hay más humor basado en los chistes. Sin novedad está más basado en situaciones. Los has dicho tú, en silencios.

Los silencios pueden ser incómodos.

-A lo mejor para el espectador. Pero yo como actor los agradezco...

Así tiene que estudiar menos.

-Ja, ja, ja... También. En esta serie se ha grabado el plano general y el plano corto a la vez. Cuando había cinco o seis folios de diálogos, tú ya sabías cómo iba a quedar. Quien daba el ritmo a esos diálogos era yo, no el montaje de la serie. Con este sistema, eres consciente de las pausas que estás haciendo y de la interacción con tu compañero.

A pesar de haber coqueteado con el drama, sigue inmerso en el mundo de la comedia y el humor. ¿Encasillado?

-Qué quieres que te diga, me ven cara de chiste. No me siento encasillado. No depende tanto de mí como de las cosas que me ofrecen. A mí me gustaría poder variar más, aun así, estoy agradecido a la gente que me ha permitido trabajar con distintos matices y tonos, aunque haya sido comedia. Por ejemplo, El negociador con Borja Cobeaga o El extraterrestre con Nacho Vigalondo. Como actor, lo que más me gusta es tocar todos los palos, cuantos más, mejor.

¿Se siente más cómo en la comedia?

-Muy cómodo. Aunque también he disfrutado mucho cuando he hecho un drama. A mí me gustan las buenas historias, esto te lo dirán todos y todas las actrices, y se pueden contar en thriller, comedia, drama o lo que sea. De todas formas, la comodidad del actor no depende del tono de la historia que estás contando; depende más del texto, de la compañía del resto de los actores, del director. Y, sobre todo, sentir que el producto que estás haciendo es un producto con el que te sientes identificado de alguna manera.

Le hemos colocado la etiqueta de humorista.

-Soy consciente de ello. La mayoría de la gente me considera así. Creo que es un poco por asociación. La mayoría de los que me rodean hacen espectáculos, hacen monólogos. Pero ese no es mi caso. Yo no me considero cómico. Es verdad que trabajo sobre todo en comedia, aunque los textos no los escribo yo. Me limito a hacer creíble lo que me dicen. Yo no tengo ningún espectáculo en el que genero mis propios textos de humor. A mí me cuesta mucho considerarme cómico. Esa etiqueta que tengo, me mete en una parcela que en realidad no me corresponde. Soy actor y hago lo que me dicen.

Quizá le marcó ‘La hora chanante’.

-Probablemente. Fue el primer trabajo que hice y tuvo su repercusión. Fue la primera piedra en la carrera de cualquiera de los que empezamos allí. Seguramente, venir de un programa de esas características te puede marcar de cara a los directores o los productores. Por eso, agradezco cuando hay alguno que ha sabido ver un poco más allá, que vea que puedo hacer otras diferentes a lo esperable de uno.

Álex de la Iglesia con ‘Balada triste de trompeta’, ¿no?

-Por ejemplo. Hasta la fecha, es esta mi película más importante. Es una historia que me ha dado mucho. Es a la que más le debo y de la que tengo más ADN corriendo por las venas. Estuve en esa película desde el germen, desde la idea primigenia que tuvo Álex y que luego fue cogiendo forma al cabo de los días. Esta, es para mí, una película muy importante. Agradezco que Álex supiera ver en mí todas las características que necesitaba el personaje.

Se dice que es más difícil hacer reír que llorar. ¿Un tópico?

-Sí, claro que es un tópico eso de que es más fácil hacer llorar que reír. Pienso que son complicaciones diferentes. No creo que transmitir de manera orgánica un drama sea más fácil que una historia en situación de comedia. No lo creo. No sé de dónde viene este tópico. Decir determinadas frases en un drama puede ser más complicado que defender un mal chiste. Al final, lo verdaderamente difícil es hacer creíble un texto que tú no te crees. Lo bueno y bonito es contactar con el personaje, aunque sea un personaje abyecto.

¿Resulta fácil y creíble hacer un personaje abyecto?

-Los malos, los malvados, están lejos de la mayoría de los actores, de la mayoría, no, de todos los actores. Pero te los puedes creer. Puedes pensar que hay alguien así. Lo malo es cuando no te crees al personaje, sea bueno o malo. Entonces cuesta mucho más. Lo que necesitas es poder compartir alguna reacción que haga humano ese personaje, aunque sea un miserable, malo o perverso.

El año que viene cumple 20 años en la profesión.

-En realidad, es este año cuando he cumplido 20 años. La hora chanante fue mi primer trabajo de cara al público. Pero el primero de verdad en la tele, también fue en Paramount Comedy, fue de guionista en otros programas que estaba desarrollando el canal.

¿Qué tiene entre manos?

-Un par de películas que están por estrenar y que hay que promocionar. Una se llama Espejo, espejo y la otra, El cuarto pasajero que es de Álex de la Iglesia. Se acaba de estrenar la tercera temporada de El pueblo...

No se puede quejar usted.

-Estoy rodando ahora mismo una película que se llama De perdidos, al río. Diciendo todo esto no me puedo quejar, lo que nadie sabe es cuando te va mal, nadie sabe los días, los meses, que uno espera en casa que suene el teléfono y este se queda en silencio. Eso es lo que no se ve. Pero es cierto que en estos momentos no me quejo.

“Tengo pendiente el estreno de dos películas y estoy rodando otra, ‘De perdidos, al río”

“Agradezco cuando algún director o productor ve en mi más allá de la comedia y me da algo diferente”

“Te puedes creer a un ser abyecto. Lo malo es cuando no te crees a un personaje, sea malvado o bueno ”

“Los silencios son parte muy importante de esta comedia y cuentan en ella tanto como los diálogos”

“Me siento cómodo en la comedia, aunque también he disfrutado mucho cuando he hecho un drama”

“No sé de dónde sale el tópico de que es más fácil hacer llorar que reír. Todos son procesos complicados”