Poder llevar a cabo una residencia artística en la que redondear Cosa y tener la oportunidad de compartir el resultado con el público en el marco de un festival internacional en torno a las artes escénicas más experimentales. Es lo que en las últimas semanas ha podido hacer Ainara Unanue. Pero no en Gasteiz. O en el País Vasco. O en España. O en Europa. La invitación le ha llegado desde el otro lado del Atlántico, desde Ciudad de México. De nuevo en casa, la satisfacción por la experiencia vivida es evidente, aunque por delante queda el último reto, estrenar aquí y poder llevar la propuesta a diferentes escenarios. “Ha sido una oportunidad muy importante”, apunta la intérprete, que en este caso impulsa su primera producción a nivel personal.

La creadora llevaba tiempo con la idea de poder dar forma a un montaje que hablase por un lado, de la cosificación del ser humano, y, por otro, de la resiliencia. De ahí nació “un personaje que era como el extremo de la cosificación”, una niña “de la clase más baja que te puedas encontrar. Tenía todos los papeles para ser convertida en un objeto o para no ser nada para nadie”, máxime en una sociedad “en la que no somos más que números en medio de todo. Uniendo todo creamos una niña esclava, un personaje que está encerrado en un espacio en el que se dedica a producir y fabricar”.

Una beca desde Alcalá de Henares y una ayuda del Gobierno Vasco para escribir el texto sirvieron para seguir dando pasos, un camino en el que Unanue pensó al instante en Rakel Ezpeleta. “Nos conocemos desde hace 20 años pero nunca habíamos trabajado juntas en un proyecto y eso que siempre estábamos con esa idea en la cabeza. Me pareció que era la persona ideal para dirigirme”. Desde la investigación y la experimentación se fue armando un trabajo con texto “pero sin que fuera lo importante” y con un lenguaje muy físico “sin que el cuerpo fuera el único protagonista”.

En ese “proceso largo pero muy interesante”, en verano de este año apareció la figura de Lydia Margules, subcoordinadora nacional de teatro del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura de México. “Le presenté la propuesta y me dijo que el proyecto podía ser perfecto para el festival Encuentro de Fronteras Líquidas”. Dicho y hecho. En noviembre, Unanue y Ezpeleta hicieron las maletas y fueron a Ciudad de México, para hacer primero una residencia artística y después tomar parte en el certamen, que se desarrolló en el Centro Cultural del Bosque, un espacio referencial.

La labor no fue sencilla porque parte del equipo técnico del proyecto estaba aquí y la otra es y vive allí, nombres como David Alkorta, Raúl Bojórquez, Beatriz Ledesma, MarLeon, Ferrán Rodríguez y Damián Cordero, quien “fue nuestro puente, no solo para temas burocráticos y demás, sino también para cambiar alguna cosilla del texto porque hablamos el mismo idioma pero es diferente”. Con el aporte de todas las personas implicadas se armó una producción para el público adulto de 75 minutos. “Nos vino muy bien que después de cada pase se hicieran coloquios con los espectadores porque fue muy rico poder recibir todas las opiniones”, sobre todo teniendo en cuenta que “es un trabajo angustiante y oscuro, en el que hacemos que el público, por decirlo así, cree en su imaginación. Pero funcionó y fue muy emocionante. Les atrapó la historia y el proceso. Hubo unos silencios sobrecogedores”.

Además, hubo tiempo de confrontar con las otras compañías participantes en el festival. “Aprovechamos para ver muchos otros trabajos, también porque terminó el certamen y empezó la Muestra Nacional de Teatro”, sin perder de vista que la estancia en Ciudad de México sirvió para “establecer distintas relaciones y crear redes” mirando al futuro. Ya a este lado del Atlántico, Unanue está llamando a distintas puertas para que Cosa se haga realidad aquí. “Hasta verano el planteamiento es centrarme en tratar de dar a conocer y distribuir el producto. Y de cara a septiembre, seguramente me animaré a hacer alguna nueva propuesta”. Todo llegará.

“La obra funcionó y fue muy emocionante. Al público le atrapó la historia y el proceso. Hubo unos silencios sobrecogedores”

De nuevo en Gasteiz, la intérprete y creadora está dando pasos para que la obra pueda tener su camino a este lado del Atlántico