- Canta Alejandro Sanz en su último disco, SANZ, una celebración de 30 años de éxitos, que él no cree en el azar, solo en el “valor de atreverse”. Y rememora que esa forma de pensar es la que lo llevó a probar suerte en la música, aún contra el criterio de su madre. Ella había sufrido las vicisitudes de la profesión a través del padre del cantante, en un eterno y forzoso viajar por España, y quería para su hijo “un sueldo fijo”. Pero el autor de Corazón partío no atesoró otro objetivo: “Nunca tuve un plan B, porque hacen que el plan A fracase”, afirma.

Lo dice en su barrio, en el madrileño distrito de Moratalaz, al otro lado del puente sobre la M-30 que lleva desde hace poco el nombre de su más famoso tema y en una escuela de música recién erigida sobre el solar en el que el cantante y compositor dio su primer concierto ante el público.

“Moratalaz me hizo amar el rock que, junto con el flamenco, eran las dos cosas que más me gustaban”, relata Sanz a un día de la publicación del álbum en el que a través de canciones difícilmente catalogables desnuda todos los géneros y músicas por las que ha transitado.

Producido por Alfonso Pérez y Javier Limón, hay sonidos de música negra, metales que remiten al otro lado del Atlántico, soniquetes caribeños, pop, sobrios arreglos electrónicos y pasajes orquestales, pero también, volviendo a sus orígenes, guitarras, palmas y el pulso rítmico del flamenco que mamó en su segunda cuna, Cádiz.

“No quería hacer un disco para listas de ventas o para entrar en la radio, sino uno que no defraude a la gente en cuanto a que son un puñado de canciones hechas por un músico”, explica Sanz, que quería “resumir estos 30 años” y mostrar su evolución, convencido de que “no te puedes dormir en los laureles en ninguna profesión y especialmente en la música”.

Sorprendió con el primer sencillo, BIO, una muestra de sponken-word en el que se confiesa y se radiografía de la manera más explícita que lo ha hecho nunca: “Siempre fui introvertido / Tenía miedo, estaba ido / Me gustaba la poesía, el flamenco y mi bujío”.

“Si utilicé la metáfora para protegerme, no fue conscientemente y nunca para engañar a nadie. De hecho, las metáforas suelen generar más susceptibilidades, porque dejas la puerta abierta a muchas interpretaciones, así que es más peligrosa”, bromea Sanz (Madrid, 1968). Expuestos los dos, el músico y la persona, cuenta que con esta mirada atrás “quería conjurar a los duendes”. “Y recordarme quién soy, hacer una pequeña catarsis”, dice tras revelar que sopesó llamar al álbum Alejandro Sánchez, su nombre real. “Pero después de 30 años construyendo esa marca, habría sido faltarme el respeto”, argumenta.

Del repertorio destacan dos felices reencuentros, el primero espiritual, con la guitarra de Paco de Lucía que brilla en La rosa, un potencial futuro sencillo que construyó a partir de un estribillo guardado en un disco duro que le pasó un amigo del músico gaditano que vive en Playa del Carmen (México). “Lo único que me preocupaba era si le gustaría a él”, confiesa. El otro reencuentro es con Manuel Alejandro, compositor de tantos éxitos para artistas como Raphael, Rocío Jurado, Isabel Pantoja o Julio Iglesias. Con un tema suyo hecho para él cierra este álbum: Y ya te quería, el primero que canta en uno de sus trabajos sin ser de su autoría.